Crónicas en órbita

Porque todo es ciencia

El secreto de la naturaleza

Imagen promocional de El secreto de la naturaleza

El Secreto de la Naturaleza es como se llama este documental que producen Katedra y MiMesaCojea. ¿En pocas palabras? Pues escuchar, durante casi una hora, las opiniones, reflexiones y argumentaciones de Pedro Miguel Etxenike. No es necesario copiar aquí la biografía de Etxenike, porque resulta bien conocida, pero, por ponerlo en pocas palabras, es alguien con mucho para contar. De la vida, de sus ideas, de las relaciones entre esa Ciencia misteriosa y fascinante que estudia con esta sociedad misteriosa y fascinante en que vivimos. Pedro Miguel cuenta sobre todo, pero es que además lo cuenta bien, porque tiene dicción docente, porque tiene presencia poderosa, pausada, llena. Ayudan fondos y chaqueta negros (muy negros) junto con cabellos y camisa blancos (muy blancos), juego de contrastes e imágenes que está maravillosamente trenzado en el documental. Habla de cosas muy, muy difíciles para el usuario medio (el usuario sin formación específica en materias como la Física, por ejemplo) y consigue que las entendamos, o que creamos entenderlas, o que vivamos en la ficción de haberlas entendido. No es poco.

Hablemos, antes de entrar en el contenido, sobre el continente. O las imágenes, que sirven como eslabones de narración a todo el documental. Contemplar a Etxenike durante casi una hora sería algo muy La Clave, muy Apostrophes, y tendría interés, porque cuenta cosas de pensar y reflexión, de espesura máxima, y lo hace de forma llana y comprensible. Pero esto es un documental, y acompañan las imágenes, claro. Se agradece cierta mesura, se agradece el respeto a la inteligencia de quien ve y discurre. Nada de modular qué debes construir, nada de indicar cuál es la interpretación buen. Acompañan y dan complemento, suficiente. A veces con dibujos, a veces de forma simpática, otras con aire sentimental. Pero huyendo de grandilocuencias.

(Y con intermezzo de música sublime).

A partir de ahí… pues hablar sobre Ciencia (y otros temas, porque la Ciencia lo es todo) durante casi sesenta minutos. O, verbigracia… certezas e incertezas. Resulta fascinante escuchar a Etxenike sobre las últimas. Sobre lo poco natural que es la existencia de leyes naturales. Sobre lo, permitan, azaroso que resulta encontrarnos en un universo cognoscible, uno que, encima, parece poder explicarse con axiomas matemáticos. Resulta fascinante, sí, pero también aterrador. Porque es bonito, por supuesto que es bonito, habitar algo aprehensible. Pero qué miedo habitar algo que no debería ser (que no tiene causa para ser) aprehensible…

Digamos que las certezas son eje fundamental en todo el metraje. Las que apuntamos más arriba. Las certezas, sí, de la incerteza. Esa inmensidad de ignorancia que, paradójicamente, solo se hace palpable cuando avanzamos en lo cognoscible. Esa creencia (segura, firme) en el constructivismo de la misma realidad. A varios niveles, porque no son solo las palabras de Etxenike quienes nos  empujan a tal idea, sino las propias imágenes completando lo que esos sonidos narran. Jugando con clichés culturales y personales, rellenando huecos, creando nueva realidad a partir de la realidad que existe (o no). Casi física cuántica, si buscan tópicos. También Gadamer, o Berger y Luckmann. Encontramos implicaciones, zarcillos que se escapan, en casi cualquier manifestación del conocimiento. Todo es, al final, Filosofía.

Quizá por eso podemos rastrear en las palabras de Etxenike incluso a Kant o Hegel. Se reflexiona mucho sobre qué es la Belleza, sobre hasta qué punto puede ser objetiva. Se reflexiona, digo, a partir del hecho cierto, pero inmarcesible, de que la Ciencia es Bella. Y, siendo Bella, debe ser algo más. Aparece aquí el famoso poema de Keats, “La verdad es belleza, la belleza es verdad”, y Etxenike apunta que no, que se debe ir más lejos, trascender el mero disfrute estético. De hecho podríamos preguntarnos, como hace él, qué es la belleza. Porque hubo quien quiso conceptuarla de forma positivista, pero hoy lo entendemos completamente imposible. Igual pasa con la pregunta sobre qué es la felicidad. ¿Felicidad es, como dice Etxenike, que los niños tengan más capacidades de decisión, que articulen dilemas sobre actos entre travesura y travesura? Hasta qué punto cualquier realidad (o Realidad) es mensurable… y, si quieren, hasta qué punto debemos mensurar lo mensurable solo porque podamos hacerlo. Eso es, también, Ciencia. O, con el otro nombre, Filosofía.

Aborda también el documental los lazos entre la Ciencia y la Sociedad. O cómo una depende la otra, y viceversa, y ambas disfrutan de tal simbiosis. ¿Qué nos dice la Ciencia sobre economía y progreso? Actividad decisiva, a juicio de Etxenike. Bella y utilitaria al tiempo, que permite a una sociedad ir dando pasitos hacia lo que podríamos denominar “ser mejor” (con todo lo ambiguo de esa expresión). Una buena Ciencia hace una buena cultura y un buen país, y ese es el patriotismo que merece la pena, el patriotismo de Ramón y Cajal. Es, la Ciencia, económicamente decisiva y culturalmente importante (además de estéticamente bella). Es, también, actividad que huye de la burocracia, porque necesita libertad para expresarse, y solo soslayando esas trabas podemos favorecer el apoyo a la Ciencia, que deriva en apertura cultural e intelectual de los ciudadanos, que deriva, a su vez, en mejora de lo que debería ser cualquier régimen demócrata. Fíjense hasta dónde lleva el razonamiento… Ciencia es, también, democracia.

La parte política de Etxenike, que es, quizá, la más conocida, se trata con mesura y sutileza, el mismo tono de sosiego que gravita en el resto del documental. La forma reflexiva, llena de realismo, sobre cuándo y cómo dejar la política, sobre cómo esa labor trae más merma de lo que, seguramente, todos pensamos. Hay, también, un toque de humor, con esa respuesta parlamentaria que gravita entre lo el sarcasmo y lo irónico. Fresca y aguda, siendo políticamente correctos… Pero, dijimos, se extiende el asunto en una reflexión sobre la misma esencia de lo que es Política y su relación con el hecho científico. La Ciencia como obra colectiva, la Ciencia como un avanzar a partir de lo investigado por otros, recorrer caminos que antes sufrieron desbroce. La Ciencia, sí, como capacidad agregadora. El todo que es suma de partes, y sugiere el documental tomas de hombres y mujeres, por agregar metáfora. Curiosamente, o no, es aquí donde el montaje juguetea más con el “construir” a partir de las declaraciones de Etxenike. Ese instante, por ejemplo, donde cruza la reflexión sobre las crisis de legitimidad, sobre la corrupción, sobre el respeto que se debe (el respeto que se gana) en Política… e ilustra con imágenes de las acampadas 15M o titulares sobre casos de corrupción bien conocidos por todos. Lejos del matiz satírico, se juega en este tramo a mostrar claramente posturas. Quizá porque existen ambigüedades con ciertos temas…

Esas quedaron para la reflexión sobre el progreso, sobre el futuro, sobre las tradiciones. Cuando se confronta el pesar por la pérdida de paisajes y cuadros de la niñez (que son, siempre, cuadros construidos o, al menos, re-construidos, cuadros falsos, cuadros en los que desconfiar) con certezas del momento y el espacio, como ese familiar que murió  por tétanos. El siglo XX fue horrible desde un punto de vista, sí,  con guerras mundiales y holocaustos… pero también es la centuria en que se universalizaron más que en ninguna otra los derechos humanos, o la misma en que las mujeres alcanzaron cotas de igualdad desconocidas en pretérito. Así que podemos permitir dos o tres fogonazos de actitud optimista, dice Etxenike. Aunque sea, el futuro, un espacio de incertidumbres, de no certezas, un espacio donde la ética se articula tras un velo de ignorancia.

Un velo que, en cualquier caso, solo podrá resolverse con más y más Ciencia.

Porque, en definitiva, la Ciencia lo es todo.


 

 

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