El pasado mes de septiembre tuve el honor de entrevistar a Jose Antonio Agúndez, director del Museo Vostell de Malpartida de Cáceres. El museo, que está a punto de cumplir 50 años, es historia y vanguardia a la vez. El genio creador Wolf Vostell y su mujer, la extremeña Mercedes Aguado, formaron una de las parejas creativas más brillantes, auténticas y pasionales del Arte Contemporáneo. El museo está dedicado a la obra de Vostell, un artista alemán que se quedó totalmente prendado de Los Barruecos e imaginó de forma inmediata la realización de un museo en plena naturaleza. Pero, ¿cómo llega un artista alemán a la región más olvidada y salvaje de la península Ibérica?
Wolf Vostell nació en 1932 en Leverkusen, Alemania, un país que ha padecido la terrible Guerra mundial y él la sufrió directamente. Tenía 12 años cuando terminó la guerra y toda su obra está muy influenciada por todo lo que vio siendo un niño. Pero es también la Alemania del desarrollo, la del Muro de Berlín… Ese contraste, con todo lo que él vive después en España, serán dos grandes ejes de reflexión en su obra. Fue un artista hispano-alemán con influencia en todo el mundo. Fue cofundador del movimiento Fluxus, en el que participaba muy activamente. Inventó el término «décoll/age», realizó happenings, acciones, instalaciones… También fue pionero en el vídeo-arte, integrando un televisor en la obra “Transmigración”. Es un artista que juega también con lo sonoro, con el ruido. Y por eso mucho en el museo Vostell tiene que ver con el sonido. Usaba todas las técnicas, no le importaba hacer pintura, dibujo, etc.
Su inclinación por España nace gracias a su interés por la pintura española, por grandes artistas como Goya, el Greco, Zurbarán… Estando en París, Vostell hace algunas restauraciones de obras y alguien le habla milagrosamente de Extremadura y de Guadalupe. No es la primera vez que él oye hablar de Extremadura. También en París, tiene ocasión de ir a ver el famoso documental de Buñuel Tierra sin pan, grabado en Las Hurdes. Todo eso le genera una atmósfera de querer indagar más en esta región. Es en 1958, cuando va en busca de la obra de Zurbarán a Guadalupe (Cáceres). Y ahí empieza todo. Va con su amigo Otto hasta allí y en la propia plaza del pueblo establece un pequeño estudio donde hace una serie de obras. Todavía no era el Vostell que luego vamos a conocer a nivel pictórico, pero ya va intrínseco en su reflexión. Y está influenciado por dos chicas que conoce allí, especialmente por Mercedes, de la cual se enamora y el resto es historia. Una historia llena de magia y arte.
Mercedes Aguado nació en Ceclavín, un pueblo de Extremadura que colinda con Portugal. Estudia en Cáceres la carrera de Magisterio y el primer año, después de terminar, le asignan Guadalupe como localidad de prácticas. Se marcha a este hermoso pueblo cacereño, con la intención de preparar la oposición en ese primer año de prácticas. Pero el destino le tenía guardado otra aventura. De golpe y porrazo aparecen en el pueblo dos alemanes: un joven Vostell de 25 años y su amigo, que van a ver los cuadros de Zurbarán del Real Monasterio de Guadalupe. Al enterarse de que habían llegado al pueblo dos pintores, Mercedes y su amiga quieren conocerlos. Coincidieron un día y ambos se quedaron prendados «bajo la luz de Zurbarán». Eso fue en la primavera del año 1958 y de manera instantánea sucede el flechazo entre ambos. Cuando acaba el curso escolar, Mercedes se lleva a Vostell a conocer a sus padres a Cáceres e inmediatamente preparan los papeles de la boda. Él aprende español rápidamente. Wolf marcha a Alemania a prepararlos, porque claro, en España en plena dictadura no se podía salir sin que hubiese un compromiso firme. Se casan en Cáceres, en enero de 1959 en la Iglesia de Santiago. Y una vez casados, marcharon juntos a Alemania. Pasan por París y a partir de 1959, ya empiezan a trabajar en equipo y a disfrutar de una vida en común.
Mercedes fue escritora y directora artística del museo Vostell. Murió en octubre del año pasado (2023). No se podría conocer a Vostell sin Mercedes. Ella fue su mujer, su musa, su modelo, su secretaria, su colaboradora… absolutamente todo. El hecho de que fuera una mujer extremeña, de carácter temperamental, con «reaños», la hizo estar más que a la altura de las circunstancias siempre. Pensemos que en el ámbito internacional, se codeaban con la mayoría de los grandes artistas que hoy conocemos. Conoció a Beuys, a Gala, Dalí… entre otros muchos. Es una persona que no pasaba desapercibida para nadie, ella inmediatamente se involucró en el trabajo de su marido. Se hizo fotógrafa para documentar sus acciones en los años 60, escribió cartas, y está a su lado siempre. Cuando nacieron sus hijos, viajaron mucho todos juntos, siempre fiel a su premisa de «Arte igual a vida».
Vostell se va haciendo muy conocido, el trabajo se hace inmenso y va a buscar las aportaciones de secretarios o asistentes como es el caso de Jose Antonio Agúndez, que colaboró ahí con Mercedes. La familia Vostell ha sido siempre como una verdadera familia. Una familia-empresa. Vostell era el alma de los demás. Y han trabajado mucho los dos. Esta aventura se la debemos en especial al genio creador de Vostell pero también desde luego a Mercedes.
Jose Antonio Agúndez es el director gerente del MVM desde 1994 hasta 2011 y desde 2015 hasta el momento actual. El tercer protagonista de esta historia. Licenciado en Filosofía y Letras por la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres, en la especialidad de Historia del Arte. Ha estado vinculado al museo desde sus orígenes. Se puede decir que fue una de las primeras «semillitas» del museo. Es de Malpartida de Cáceres y ya en el año ‘76 , a los 13 años, pudo estar presente en la inauguración del «coche cementado», El «Voaex» (Viaje de Hormigón por la Alta Extremadura) siendo la primera pieza inaugural del museo. Asiste como escolar a las conferencias, a las performances, a los happenings y a las acciones que hay en el cine de su pueblo en el año 78, como un espectador curioso nada más y nada menos. Pero son sus estudios de historia del arte lo que le vincula a Vostell. Realiza la tesina (la memoria de licenciatura) sobre la figura de Vostell, concretamente sobre una de sus facetas artísticas, «los happenings», siendo la primera cosa que se hacía en España sobre estos movimientos de acción. Fue una de las primeras flores que daba el museo: Un malpartideño que hacía historia del arte. A partir de ahí comenzó a trabajar en su casa-taller, a catalogar su archivo biblioteca, a viajar con él, a ser un poco su asistente. Luego ya empezó a formalizarse el museo, llegaron las etapas de rehabilitación, las restauraciones, en las que él participó con la escuela-taller del pueblo. En mayo de 1994 es cuando se inaugura la primera fase de restauraciones con la Junta de Extremadura, donde J. Antonio está también muy presente, junto a Vostell y Mercedes.
Según Jose Antonio, «Vostell tenía un aspecto peculiar, su vestimenta ya era curiosa, siempre despertando el interés y todas las miradas se dirigían a él. Fue muy peculiar como artista. Pero luego, en el trato directo era muy cercano, muy cariñoso, muy generoso, de una fantasía extraordinaria, de una cultura vastísima, y que siempre enseñaba. A su lado, aprendías mucho. Era muy generoso».
El paisaje tuvo la culpa
Y aquí entra a escena el cuarto protagonista de esta historia de amor: El lugar. La familia Vostell había venido de vacaciones a Extremadura, y como en otras ocasiones, pasaba una temporada en Trujillo. Era una tarde de abril del año 74 y allí, emocionado por el canchal y el berrocal trujillano, charlando de lo que sentía al ver el paisaje con un gran artista extremeño amigo que se llama Juan José Narbón, le dijo que le iba a enseñar los berrocales más impactantes que tiene Extremadura. Y fueron a Los Barruecos. Conoció ese lugar y en ese mismo momento pensó: «este es el sitio» y hay que hacer algo aquí.
Imagina de forma inmediata la realización de un museo en plena naturaleza. Un museo donde pudieran convivir de alguna manera, las distintas formas de arte que él traía consigo: el «Happening», el «Fluxus», la performance… estos movimientos de acción. No dejaban de ser movimientos de procesos de vida y le pegaba muy bien a lo que había en el entorno. Un arte en el que se podían incluir las rocas, las hierbas, las cigüeñas, el calor… Esa fue su primera idea de un museo al aire libre. La gente cuando piensa en el museo Vostell, piensa en el lavadero de lanas, pero el museo nació aquí, justamente entre las rocas de los Barruecos, que es donde se hacen los primeros ambientes, el coche empotrado mencionado antes, hormigonado, siendo la obra inaugural del museo. Ahí hay una casualidad también, es una unión de distintas voluntades, el artista propone, pero si la semilla no cae en buen terreno, es muy difícil que fructifique nada. Y entonces, una de las grandes bazas de Vostell, fue el propio Narbón que le presenta al alcalde de Malpartida de entonces, un joven llamado Juan José Lancho, que aunque aún estábamos al final del franquismo, era una persona entusiasta, que vio más allá de lo que puede haber alrededor, de mente abierta, que oye al artista y le escucha. Y gracias a que el año anterior se había inaugurado la Universidad de Extremadura, una profesora de la universidad llamada Ma del Mar Lozano Bartolozzi, hija y hermana de pintores, fue la que afirmó que Vostell era un gran artista muy famoso en Europa.
Un detalle curioso del lugar: Entre noviembre y diciembre de 2016 se rodó en el paraje de los Barruecos la batalla con mayor despliegue técnico de la historia de la televisión, una batalla épica de la serie Juego de Tronos.
El arte es igual a la vida, la vida es igual al arte
Un museo en la naturaleza, por la naturaleza y para la naturaleza. Porque al fin y al cabo, su gran interés residía en que sus obras estuviesen en diálogo con los procesos de la naturaleza. Una naturaleza que siempre es cambiante, que posee un paisaje milenario pero siempre es distinto, siempre varía. Y eso le viene muy bien a esta idea de proceso de vida. Un paisaje de vida, arte y vida, vida y arte. Es decir, esa es la máxima «vostelliana» de su vida y de este museo. En los 70, Extremadura era lo más profundo, la periferia, pero Vostell demostró que se puede ser centro en la periferia. Las cosas que sucedían en Malpartida estaban al mismo nivel cultural de Nueva York, de Colonia, de París, etc… Y esa es la suerte que tuvieron de que el arte se aproxima aquí de la mano de Vostell.
A Vostell le gustaba el trato con la gente sencilla. Seguramente en los miles de foros en los que intervino Vostell, entre las miles de personas con las que se relacionaba, a lo mejor le enseñaba más la gente sencilla. Eso era muy «Fluxus». Porque el «Fluxus» lo que quiere decir es que las cosas sencillas de la vida pueden ser obras de arte. Que lo importante está en lo no importante. Y eso es lo importante al final.
Algo también curioso de las colecciones, es que la mayoría de las piezas son donadas al patrimonio Extremeño. Por parte de los artistas y por parte de Vostell. La mayoría de estas piezas están vinculadas a Extremadura desde prácticamente los orígenes de las mismas aquí. El museo ahora tiene tres colecciones de arte contemporáneo que son: La colección inaugural «Wolf y Mercedes Vostell» donde hay: ambientes con coches, grandes relieves, esculturas, pinturas, instalaciones…etc. Hay un cuadro titulado «Mythos Berlin» muy impactante, pintado apenas unos meses antes de la caída del muro de Berlín. Y también en esta misma colección, hay una pieza de Salvador Dalí, porque en el año 78 Dalí y Vostell se conocieron en Figueras, hicieron un acuerdo por el cual se cedían mutuamente una obra el uno al otro. Por lo tanto hay una obra de Vostell en el Museo Gala-Dalí de Figueras y la obra de Dalí en Vostell es «El telón de Parzival». La idea surgió en los años 20, porque Dalí vio en 1929 la ópera Parsifal de Wagner en París y él, escuchando la ópera de Wagner imaginó que el telón era una cortina de bicicletas, pero ya en los años 70 dijo no, hazlo con motos porque las bicicletas ya son piezas de museo. Y por eso se construyen las motos. Otra de las colecciones es «La colección de arte fluxus» que fue regalada por el amigo íntimo de Vostell, el gran coleccionista Gino di Maggio, poseedor de una Fundación en Milán. Al ver todo eso, decide que una parte de su colección va a estar en el museo y lo regala a Extremadura. Y después, toda una colección de arte conceptual.
El poder del arte
¿Qué podemos enseñarle al hombre sencillo de la zona, un hombre que sale hablar con la naturaleza, que sabe escuchar las rocas, que sabe del calor, del lenguaje de las hierbas… Qué podemos enseñarle? Lo importante está en las cosas que no son importantes. Que lo sencillo, lo cotidiano es lo verdaderamente importante. Quizás al hombre del siglo XXI, totalmente tecnificado hay que recordarle con mayor interés esto.
Esta es una joya única, que el que lo visita por primera vez no puede dejar de sorprenderse. Os confirmo que lo mejor viene después, el viaje de la mente cuando uno va asentando lo visto y deja poso en la cabeza y en el corazón.
Nombres como: Joseph Beuys, Dalí, Ernesto de Sousa, Yoko Ono, Helena Almeida, Júlio Vieira, Esther Ferrer, Nacho Criado, Concha Jerez o Tàpies están presentes allí. Os invito a conocer este mágico lugar. Es sin duda, el lugar más especial en el que he estado nunca.