Cecilia Denot es licenciada en Relaciones Públicas y Ciencia Política, ha hecho un Máster en Relaciones Internacionales y es docente de la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde lleva adelante una cátedra y un equipo de investigación sobre Medio Oriente y el conflicto árabe-israelí. Acaba de publicar el libro El canario en la mina. Mitos modernos (y no tanto) sobre Israel y los judíos (Libros del Zorzal, 2023), un trabajo ampliamente documentado con el que se propone explicar y desmontar la mitología sobre Israel y el pueblo judío a partir de un interesantísimo cruce entre la perspectiva histórica y la actualidad.
Desde el 7 de octubre, el conflicto árabe-israelí está presente en la agenda mediática y eres fuente de consulta habitual y referente en el tema.
Hace más de diez años que trabajo el conflicto árabe-israelí, ya sea en instituciones de la comunidad judía local o en comunidades judías de otros países de habla hispana, también a veces para instituciones que no son de la comunidad judía. Y sobre todo, cada vez que hay una escalada en el conflicto, sube el interés y la demanda por una persona que pueda explicar el conflicto. Soy docente, además tengo una cátedra en la Universidad de Buenos Aires sobre el Medio Oriente y el conflicto árabe-israelí, así que soy una persona de consulta. En el área de las ciencias sociales, pero también en el área de Relaciones Internacionales, es muy difícil tener una perspectiva que no es la perspectiva normal, o la que se espera que uno tenga en esta área.
¿Y cuál es la postura predominante?
Una postura mucho más crítica de Israel, una postura mucho más crítica de los Estados Unidos, con una visión más alineada con el Tercer Mundo, por decirlo de alguna manera. Como si el Tercer Mundo fuera también un grupo monolítico, ¿no? Como si todos tuvieran los mismos intereses o como si, por ser un país no desarrollado, entonces tenga más razón que un país desarrollado. Esta es una visión dicotómica, sobre todo también por la historia de Estados Unidos en nuestra región, todo lo que sea de Estados Unidos o alineado con él —como se lo ve a Israel— es visto con un ojo mucho más crítico. Entonces tampoco es fácil, pero es lo que a mí me gusta, en lo que yo me especializo y lo que yo estudié, para lo que me formé. Pero no es lo que me da de comer.
¿El tema del conflicto árabe-israelí está atravesado actualmente por la visión que divide al mundo en opresores y oprimidos?
En América Latina hay muchas cosas. Por ejemplo, después de la Guerra de los Seis Días, la guerra que en 1967 Israel libra contra muchos de sus vecinos que lo atacan, se la gana y captura mucho territorio de sus enemigos, sus enemigos —Egipto, Siria, Jordania— eran todos países en mayor o menor medida armados y apoyados por la Unión Soviética. Estábamos en el momento de la Guerra Fría y esa derrota de sus aliados fue una humillación muy grande para la Unión Soviética. A partir de entonces comenzó una campaña de propaganda por parte de Moscú en contra del sionismo, de Israel, una campaña muy importante que tuvo una repercusión inmensa no solamente en el Pacto de Varsovia, en todos los países bajo la esfera soviética y en el mundo árabe, sino también en todos aquellos países, organizaciones o partidos que de alguna manera estaban alineados con la Unión Soviética, por ejemplo, la Revolución Cubana, y por tanto todas las izquierdas latinoamericanas que se inspiraban en esa revolución. Entonces todo ese discurso, que básicamente era asociar a Israel con el imperialismo norteamericano, con el racismo, incluso con el nazismo y el apartheid sudafricano, que en ese momento era contemporáneo, es un discurso que prevalece en las izquierdas hasta el día de hoy, que ha salido de las izquierdas más radicales y se ha empezado a popularizar entre los progresismos mucho más moderados. Por supuesto que ha habido otras cosas, el conflicto árabe-israelí ha cambiado de dinámica. Israel ya no se enfrenta a Egipto o a Siria sino que tiene un conflicto con Irán y los palestinos, pero no se ve a Israel peleando contra estados sino que se lo ve peleando contra gente que no tiene un estado por un lado, pero también contra guerrillas. Creo que hay muchas cosas que se combinan y una sensibilidad por la colonización. Nosotros tenemos nuestra propia historia de colonización en la región, por lo cual también vemos con mucha más sensibilidad un discurso que presenta a Israel como un colonizador europeo y a los palestinos como población indígena colonizada. Esta visión de ver todo como opresores y oprimidos, esta visión interseccional, genera unas alianzas inverosímiles, como vemos entre cierto sector de la comunidad gay y la causa palestina, porque todos son identificados como oprimidos. Hay toda una combinación de cosas que se suman en los últimos veinticinco años. La Segunda Intifada, por ejemplo, que fue una revuelta terrorista de cinco años que lanza Yasser Arafat en medio de conversiones de paz, ha sido un periodo de tiempo utilizado y explotado por la propaganda antisionista de manera muy fuerte para poder presentar el conflicto de esta manera: jóvenes descalzos tirando piedras contra los tanques. Esa es la imagen que muy efectivamente se ha presentado al mundo y esa es la imagen que hoy mucha gente tiene del conflicto.
En tu libro haces mucho hincapié en el discurso, en la propaganda, en los mitos que se fueron construyendo.
Es que es una visión que se ha instalado de manera muy efectiva, la de un estado poderoso que combate únicamente a jóvenes tirando piedras, de un opresor contra uno oprimido, y cada vez se ha ido corriendo hacia un discurso más extremista que vemos hoy mucho más naturalizado. Incluso antes de esta guerra, teníamos organizaciones de derechos humanos que sacaban informes diciendo que Israel era un apartheid y que, por tanto, la única solución posible del conflicto era desmantelar el Estado de Israel, que no hay posibilidad de solución de dos estados, y esto es por un discurso que presenta Israel como un estado colonial racista supremacista opresor genocida. En ese discurso Israel es un país de europeos colonialistas que le robó todo ese territorio a los verdaderos dueños y la única solución es su desmantelación. Y este es el peligro del discurso antisraelí, porque se ha desensibilizado a la población en general sobre el discurso de odio contra Israel y los israelíe,s de manera tal que hemos pasado de una consigna política legítima a llamar a eliminar un país del mapa. Cada vez se naturaliza más la idea de que Israel como tal tiene que dejar de existir porque esa sería la única forma de solucionar el conflicto.
Hablabas antes de cómo el conflicto ha sido y es mirado desde América Latina. ¿Cómo es la mirada desde Europa?
Las influencias son parecidas. También Europa tiene una tradición de antisemitismo muy larga, mucho más que en América Latina, pero en los últimos años el discurso de Europa se ha ido radicalizando en contra de Israel. Primero, porque ha habido un cambio demográfico: Europa recibió muchísimos inmigrantes de Medio Oriente. No estoy diciendo que Europa se volvió antisemita porque llegaron musulmanes, eso no, pero está claro que hay un problema de antisemitismo con ciertas comunidades islámicas y con ciertas comunidades migrantes en Europa que ya tiene su propia tradición de antisemitismo y no debe adjudicarse a nadie más. También ha empezado a aparecer, como en Estados Unidos, esta idea de la propia culpa del pasado colonial, del pasado opresor, de lo que ellos mismos han hecho en otros países del mundo y que por tanto genera una sensibilidad muy particular. Si Israel es visto como un estado colonial que está desplazando a población nativa, para cierta mentalidad europea eso parece algo que ya no se puede tolerar y que incluso es su responsabilidad por su propio pasado colonial. Hace poco salió una nota de un escritor israelí, Tomer Pérsico, que más o menos argumentaba esto: Israel es, para los europeos y para Estados Unidos, una forma de lavar sus propias culpas; sacrificar a Israel en el altar del colonialismo, pensando que eso los exime de su propia historia colonial. Desaparece esa culpa como diciendo «no nos pueden acusar más de colonialistas, mira cómo combatimos al sionismo». Así se presenta desde muchísimos sectores intelectuales, sobre todo de izquierda.
Estoy generalizando y hay muchísima gente en Europa que no piensa de esa manera, que discute este tipo de pensamiento. Pero bueno, la idea de los judíos de regresar al lugar de donde son originarios, que es la tierra de Israel, siempre fue una cosa medianamente utópica el regreso a Sión, ¿cuándo cobra un carácter de plan político realista? Comienza a llevarse a la práctica por el antisemitismo europeo, con los pogromos en Rusia y con el nazismo. Ahí se termina de consolidar el sionismo como visión mayoritaria dentro del mundo judío. Empezamos a decir: «En el este nunca nos emancipamos pero en Europa occidental sí, tuvimos los mismos derechos y aun así nos mataron a todos, nosotros necesitamos no estar a la merced de los demás, tenemos que ser artífices de nuestro propio destino».
Hablas también de la fuerza de los reduccionismos, la propaganda efectiva, las simplificaciones y la fuerza de un eslogan o consigna. Frente a eso, ¿por qué el esfuerzo de escribir un libro de casi cuatrocientas páginas?
Las redes sociales fueron un actor fundamental para sumar a ese reduccionismo, porque ahí la discusión es muy pequeña, ¿cómo explicás un fenómeno como este en un vídeo de un minuto de TikTok? Lamentablemente hoy la gente se está informando de esa manera, y las organizaciones antisionistas han entendido mucho mejor esto y han sabido traducir su discurso a consignas específicas efectivas. Los mapas verdes son una pieza de propaganda brillante porque una imagen transmite todo lo que ellos quieren y eso arma una narrativa. Está ahí en una fotito todo lo que ellos quieren decir y yo para refutar eso tengo que escribir cuatrocientas páginas y a mí nadie me va a leer, todos van a mirar el mapita verde.
Creo que en ese sentido ellos han sido muy buenos y de este lado, del lado de la diáspora judía, el discurso ha sido muy poco efectivo. Obviamente Israel tiene una prioridad que es la defensa bélica, pero creo que ha subestimado la importancia de la discusión comunicacional y además se ha subestimado que la estrategia de sus enemigos no es solamente bélica, sino también propagandística, porque limar la imagen de Israel hace que Israel no tenga el apoyo que necesita en una guerra o que ese apoyo esté sumamente condicionado.
La estructura del libro parte de lo discursivo. Qué se dice sobre los judíos, cuáles son los lugares comunes más extendidos y, por lo tanto, naturalizados hasta convertirse en mitos. A cada uno de ellos le dedicas un capítulo para desmontarlos; los judíos crearon el coronavirus y propagan enfermedades, controlan el mundo, sexualizan a los niños, vienen por la Patagonia, Israel es un estado genocida, «no soy antisemita, soy antisionista», y muchos más.
Incluso tenía algunos más que no entraron. Esa es la idea, desmontarlos. Es una forma de ofrecer argumentos, de refutar consignas simples en treinta o cuarenta páginas, eso es lo que yo estoy ofreciendo. Si hay alguien mejor que yo en esas cosas propagandísticas, lo puede reducir a consignas, a cosas mucho más sencillas. Ojalá, yo tendría que aprender también a poder, en un vídeo de dos minutos, explicar por qué Israel no es un estado genocida, pero no soy así. No puedo explicar en dos minutos, necesito toda la información con la extensión que eso merece, yo tengo esto para aportar. Hay gente que piensa que tendríamos que responder con nuestro propio mapa verde, con nuestra propia propaganda. Yo digo: cuidado. Uno no sale a jugar igual un partido cuando está cero a cero que cuando está cinco abajo y quedan apenas diez minutos de partido. Entonces la estrategia no es la misma. Y estamos perdiendo, estamos cinco abajo, la mayoría de la gente simpatiza con la causa palestina. Ellos fueron mucho más efectivos en la comunicación narrativa, ya sea a través de dos o tres consignas o de invertir en las universidades, de formar un montón de académicos con su perspectiva que hoy ocupan las posiciones más importantes de estas universidades u organizaciones. Fueron mucho más efectivos y tenemos que ser conscientes de que nosotros, los que tenemos otra visión, partimos de una posición difícil. La cancha ya está inclinada, entonces no podemos salir a hacer lo mismo.
¿Qué ha pasado con la narrativa sobre el pueblo y el genocidio judío desde la Segunda Guerra Mundial hasta este presente? ¿De víctima a monstruo?
Es un fenómeno que se produjo en tan poco tiempo. Por ahí uno no es consciente, pero ¿hace cuánto que pasó el Holocausto? Ochenta años pasaron, es una generación, no es que pasaron doscientos años. En una generación ya se rompieron muchísimos de los anticuerpos que se habían construido contra el antisemitismo. Hay muchos factores, primero, la discapacidad para educar sobre el Holocausto. Una ve las encuestas en Estados Unidos y la mitad de los chicos no saben lo que fue Auschwitz, hay una gran ignorancia y eso permite construir cualquier tipo de prejuicio y cualquier tipo de mito. Nos quedan pocos sobrevivientes para contar su historia y muchos jóvenes ven el Holocausto como algo muy lejano. Crecieron en un mundo donde los judíos están integrados en su sociedad, donde ocupan posiciones de poder, donde tienen un lugar de prestigio, donde ganan premios o son artistas, entonces para mucha gente es difícil ver al judío como el judío de la Shoah. Y los judíos no solamente tiene una posición mejor en la sociedad, sino que ahora tienen su propio Estado y, con todas las teorías de la interseccionalidad, en ese marco de entendimiento de la sociedad, todas las minorías que son exitosas son vistas como cómplices del supremacismo blanco y como opresoras. El judío como víctima es algo del pasado. Y, también, el judío solo es visto como víctima cuando es atacado por otros más favorecidos, por eso a la izquierda le resulta cómodo el nazismo, porque a los judíos los atacaron hombres blancos nazis, pero no les resulta cómodo y no lo reconocen cuando Israel es atacado por árabes, porque está siendo atacado por minorías raciales que, en su cabeza, están por debajo de los judíos y cuando alguien que está por debajo ataca a alguien que está por arriba es «en nombre de la justicia social, o es más complejo, o tiene otras características y otras dinámicas que tenemos que tener en cuenta». Por eso el nazismo les resulta simple, pero ahora cada vez más también se está diluyendo la historia de lo que fue el nazismo. Muchísimas declaraciones en el recuerdo del Holocausto ni siquiera nombran a los judíos, hablan de las víctimas del Holocausto como un mensaje de amor y justicia social en contra del racismo y el odio y borran lo específico que fue el odio contra los judíos. En el Museo del Holocausto en Washington DC, que es un museo espectacular, me pareció increíble que en el gift shop no había nada sobre los judíos; todo era amor, paz, tolerancia, basta de odio y mensajes así contra la discriminación. Todo OK, pero el Holocausto fue un tipo de odio en particular, lo específico del odio de los nazis fueron los judíos, la intención fue erradicar a los judíos de Europa y hay una intención muy clara de borrar lo específico del Holocausto y convertirlo en un mensaje universalista de amor.
Finalmente, ¿por qué la imagen del canario en la mina que da nombre al libro?
La metáfora del canario en la mina es algo que siempre utilizo para explicar el antisemitismo. Cuando los mineros iban a trabajar a las minas de carbón llevaban un canario en una jaula porque, cuando los niveles de los gases tóxicos con los que estaban trabajando llegaban a determinado punto, el canario era el primero en morir. Era como una suerte de alarma: los gases llegaron a cierto nivel, tenemos que salir porque, si no, nos va a empezar a hacer mal a nosotros también. Era una suerte de advertencia de que los niveles tóxicos estaban llegando a un nivel preocupante. Eso es el antisemitismo, de alguna manera advierte que hay una sociedad que se está pudriendo.
Extraordinario alegato; no había leído antes un análisis del conflicto tan objetivamente planteado y, a la vez, tan exhaustivamente analizado. De todos modos, el tema me sugiere interrogantes, como por ejemplo, la inexplicable pasividad de EEUU, (no recuerdo si Israel llegó a denunciarlo ) ante el envío de fondos a Palestina (ya Hamas) departe de la ONU y de la Unión Europea, los que eran sistemáticamente desviados por Hamas à ta la construcción de túneles y armamento.