Horas críticas

Libros de la semana #162

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

Mujeres. Women. Afganistán, de Gervasio Sánchez y Mónica Bernabé (Blume)

«Tras veinte años de presencia internacional en el país y de que Occidente se llenara la boca hablando de los derechos de las mujeres, Afganistán ha vuelto a caer en el olvido», explican los coautores de este libro en su prólogo a esta segunda edición. Diez años, en este caso, son los que han transcurrido desde que se publicara por vez primera esta obra magna —en volumen y, sobre todo, trascendencia— que Blume rescata ahora para hacer memoria y traer al primer plano la situación de estas sufridas, y luchadoras, mujeres afganas. La periodista Mònica Bernabé (Barcelona, 1972) y el fotógrafo Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), ambos multipremiados reporteros con una amplia trayectoria documentando y reivindicando los derechos humanos de las poblaciones más vulnerables, lograron en estas páginas darles voz, retratando, en una serie de emocionantes escenas y semblanzas, unas vidas aplastadas por el régimen talibán. Aun así y como explican en ese texto inicial, incorporado a la introducción original de 2014, la vigencia de Mujeres. Women. Afganistán responde a una violencia «endémica y estructural, con independencia de que los talibanes estén o no en el poder», pues comienza en el propio núcleo familiar, en sus matrimonios forzados, en su reducción a parturientas y el repudio ante cualquier atisbo de autonomía, en los casi asumidos malos tratos en el hogar. La pluma de Bernabé y la cámara de Sánchez registran con enorme poder de evocación testimonial los relatos —todos ellos, en el fondo, de terror— de aquellas existencias sometidas: desde los rituales de boda a la maternidad ligada a altísimas tasas de mortalidad; la huida de la violencia de género y los encarcelamientos reales o figurados; las adicciones y los suicidios a lo bonzo (Afganistán es el único país del mundo donde el número de mujeres es mayor); la legislación y la educación; las mujeres en sectores tan masculinizados como la policía, el fútbol o el boxeo, y por supuesto las heridas de guerra, que son las físicas, letales, y las del alma, no menos aniquiladoras. Sus nombres y sus historias desfilan por unas páginas que buscan combatir el silencio y la indiferencia que nos hace cómplices desde hace ya demasiado tiempo; desde como mínimo diez o veinte años. Un trabajo descomunal «dedicado a todas las personas que luchan por acabar con unos niveles de impunidad y violencia contra las mujeres afganas únicos en el mundo». Por desgracia, pasan las décadas y lo siguen siendo: tan singulares como aquellas mujeres a las que hemos dejado de mirar y escuchar, como dando por concluida su historia.


El loco, de Juan Luis González (Península)

«Por favor / no huyan de mí. / Yo soy el rey / de un mundo perdido», se cita al inicio de este libro una canción del grupo bonaerense de hard rock La Renga, de la que su sujeto de estudio —su protagonista y el de la entera nación desde su ascenso a la presidencia argentina el pasado 10 de diciembre de 2023— se apropió en sus mítines. En el prólogo a esta edición española cuenta su autor, el joven periodista político Juan Luis González (Buenos Aires, 1992), que después de los primeros meses de mandato, la gestión del gobierno de Javier Milei viene cumpliendo con todo lo que se podía esperar de la campaña electoral de un personaje «impredecible, caótico, agresivo, profundamente místico» como él. Estas páginas demuestran que, para bien o para mal, no hay máscara: El loco que se metió en política porque lo animó su perro muerto es justamente ese líder inestable e imprevisible que, en un país «quebrado y sin rumbo político», se ha convertido en poco tiempo en «un catalizador de las angustias de importantes sectores de la población». González, que comenzó esta obra como un reportaje de investigación en torno a la irrupción de la nueva derecha en la política argentina, vio cómo se convertía en la crónica en tiempo real de su consagración en el poder, de la realización de una pesadilla que muchos, incluido él mismo, nunca creyeron seriamente. Con gran pulso para la crónica y una muy solvente labor documental y testimonial, esta semblanza recorre su historia personal; su (omni)presencia en los medios con afán divulgador; su carrera de economista inspirado por su can-hijo; su irrupción como líder de masas en una contienda de partidos para la que nadie —ni él mismo— estaba preparado; las pasiones que despierta y su profundo «odio a los zurdos de mierda»; su innegable capacidad de seducción à la Trump y su discurso afrodisíaco para tantos y tantos potenciales votantes, que al final hicieron que este libertario, que se compara a sí mismo con figuras bíblicas, se proclamara ganador con nada menos que un 56 % del total de los votos. En el citado prólogo a esta edición, González se pregunta si la clave está en él o en quienes hoy celebran «su cotidiana violencia verbal y gestual a pesar de estar cada día más pobres». Si es él o es más bien un malestar de todos aquellos outsiders que se ven reflejados en su «forma explosiva de enfrentar al sistema». Se pregunta el autor, en fin, «si los locos son los Milei de este mundo, o si los locos somos nosotros», los ciudadanos que hacemos posibles fenómenos como el suyo en todo el mundo.


Desmayadas, de Fernando Bayón (Abada Editores)

«El conocimiento en todo momento de lo que es insoportable en el mundo (torturas, opresión, desgracia, hambre, los campos) no es soportable: flaquea, se derrumba y quien se expone a este se derrumba con él», escribió Maurice Blanchot, citado al inicio de estas páginas. Desmayadas. Figuraciones de la impotencia femenina en el arte sugiere un recorrido por obras pictóricas, literarias y cinematográficas que han retratado el desmayo femenino: desde Tintoretto, Van der Weyden, Veronese o Gentileschi a Pasolini, Carson, Coleridge o Buzzati, pasando por Buñuel, Bresson, Keaton o Azevedo Gomes en La portuguesa (2018), que anuncia ya el «ocaso de los varones auxiliadores», los «levantadores de desmayadas». Un gesto que la tradición artística occidental ha consignado a la mujer como signo de vulnerabilidad e impotencia, literalmente, por cuanto lo que en realidad se plasmaba eran las dinámicas de poder en relación al género: el hombre resuelto y valeroso frente a la mujer pasiva e indefensa. Doctor en Filosofía e investigador en los lenguajes de estas disciplinas, Fernando Bayón (Bilbao, 1971) se ha propuesto en este fascinante ensayo, que comprende toda una fenomenología del síncope, descifrar lo que oculta ese desvanecimiento cuando es representado, dramatizado, ficcionalizado y trivializado como performance, aun si «apunta a una precariedad que no es ni puntual ni anecdótica». Más allá del colapso en relación al cuerpo y sus motivos fisiológicos (que aludirían más bien a la historia social de la medicina o la moda), al autor le interesan las connotaciones anímicas que sugiere esa estética del desfallecimiento escandaloso como reacción a la violencia, la vergüenza, el dolor o el desencanto de «conocer lo insoportable». Un libro del que más les vale apartarse a los gallitos que no tengan intención de abandonar el corral más que para salir al rescate de una dama; y del todo recomendable, en cambio, para estetas con corazón y pieles sensibles a la emoción y la interpretación de las artes, en las que, como sugería la cita del intelectual, crítico y escritor francés, «el desmayo sobreviene normalmente cuando la mente no puede sobrepasar determinado umbral informativo y entonces la pequeña montaña de carne se convierte en arena. Habrá que averiguar entonces, con la guía de Bayón, «qué tránsitos de la violencia, de la vergüenza, del dolor, el poder o el desencanto, han producido este cuerpo intransitivo, el cuerpo de alguien que ya no puede seguir la corriente».


Demasiado tarde para despertar, de Slavoj Žižek (Anagrama)

¿Qué nos espera cuando no hay futuro?, se pregunta este ensayo como punto de partida, vislumbrando el reverso de la «salmodia» de los Sex Pistols: no ya la imposibilidad de cambio, sino el atenazante control que la certeza de lo por venir ejerce sobre nosotros. Según su autor, la única manera de luchar contra nuestro apocalíptico y distópico horizonte, lo que Jean-Pierre Dupuy denomina el punto fijo —que puede traducirse hoy en «guerra nuclear, colapso ecológico, caos económico y social global»—, es proponer acciones que interrumpan esa deriva. En otras palabras, «el pasado está abierto a la reinterpretación retroactiva, mientras que el futuro está cerrado. Esto no significa que no podamos cambiar el futuro; solo significa que, para hacerlo, primero deberíamos (no comprender, sino) cambiar nuestro pasado, reinterpretándolo de manera que se abra hacia un futuro diferente». En Demasiado tarde para despertar, el controvertido filósofo y activista Slavoj Žižek (Liubliana, 1949) se ha propuesto sacarnos de este sueño desastroso que vaya más allá del «mero reconocimiento de cómo son realmente las cosas». Con ese objeto de análisis se centra en algunas de las cuestiones más urgentes del presente, que tantas sombras proyecta: desde la invasión rusa de Ucrania, que evidencia que ni el país dirigido por Putin ni los Estados Unidos son capaces de aceptar que «ya no son verdaderas potencias globales»; pasando por el nuevo concepto de guerra en la era de la pospolítica, basado en las esferas de influencia trasnacional; las categorías de refugiados: «los nuestros (europeos), es decir, los verdaderos refugiados, y los del tercer mundo, que no merecen nuestra hospitalidad»; la cara obscena de la política estadounidense y la «solidaridad oculta» de quienes ostentan el poder, desvelada por Julian Assange y por el final alternativo en China de El club de la lucha de David Fincher; el dogmatismo y la decadencia ética encerrada en las palabras de Netanyahu, liderando un Israel que «está cada vez más cerca de ser un país fundamentalista-religioso»; la apatía que genera el capitalismo global al exigirnos «un compromiso constante con su dinámica devastadora» y, a la vez, la necesidad de «aprender a cruzar las líneas rojas impuestas por la ideología neoliberal» y el neofeudalismo corporativo. Entonces, se interroga en la conclusión Žižek, «¿qué debemos hacer ahora, cuando ya es demasiado tarde?». Y según el pensador esloveno, para hacer frente a las muchas amenazas de hoy se necesita implementar acciones en la línea de lo que con no poca sorna llama comunismo de guerra, «movilizaciones que tendrán que violar no solo las reglas habituales del mercado, sino también las reglas establecidas de la democracia». Más arreisgamos, dadas las circunstancias, quedándonos cruzados de brazos.

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