Horas críticas

Libros de la semana #159

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

El libro de los secretos, de Farid ud-Din Attar (Alianza)

«Cuántos miles de hilos he desenmarañado / para alcanzar el secreto, la reserva absoluta. // Pues no puedes acceder a su esencia, / ¡consuélate con la belleza de la creación!». Estos versos pertenecen al apartado primero de El libro de los secretos, concebido por un ya septuagenario Farid ud-Din Attar. La búsqueda de la verdad visible e invisible a través de las palabras emprendida por el poeta sufí tiene sentido en sí misma y como acto lingüístico. Como señala en su espléndida introducción Clara Janés, encargada de esta edición y, junto con Said Garby, de la traducción, el estilo aparentemente sencillo de su escritura, pero pleno de aliento poético, encumbra esta joya de la literatura universal: «La palabra y sus destellos, como las irisaciones de una perla, está ahí protagonizando la nitidez del lenguaje, y por otra parte, la honestidad original de la obra da prueba de la legitimidad de su magisterio». Un masnaví —conjunto de poemas compuestos de pareados— con el que Attar conforma una auténtica epopeya mística de función didáctica y una condensación de su mayéutica (método socrático y término que, por cierto, proviene del griego y que en origen significa «técnica de asistir en los partos»; es decir, alumbramiento). El autor de la célebre y también maravillosa El lenguaje de los pájaros destila aquí la sabiduría de su experiencia vital y, también, aborda el viaje final hacia la muerte. Alternando teoría y varios relatos o anécdotas o ejemplos o, de algún modo, parábolas insertas en sus odas a la divinidad, el autor persa reflexiona de forma visionaria sobre el pensamiento a través de la conciencia: «¡Oh compañero, esfúerzate si buscas los secretos! / El secreto de tu ser descubrirás por ti mismo. // Quítate el lastre de algunos velos / y hallarás ciertamente la sabiduría». Un valioso rescate de esta edición, que parte de la que Sadeq Gowharin realizase del original de 1334, y que nos traslada toda su potencia lírica e intelectual, a la vez que la desazón de cifrar sobre el papel lo inefable: «¿Por qué al aire lanzar tantas palabras / si al fin hay que dormir bajo tierra?», se pregunta Farid ud-Din Attar, cuya literatura nos desafía tanto como nos hechiza.


Escribir para salvar una vida, de John Edgar Wideman (Piel de Zapa)

Hace ya unos meses que Piel de Zapa rescató en castellano esta obra magna originalmente publicada en 2016, que en su primera parte contiene ya una especie de advertencia sobre su tema de fondo y su enfoque, tan comprometido como doloroso: «Todas las palabras que vienen a continuación son fruto de mi anhelo de darle algún sentido a la oscuridad estadounidense que separa a los padres negros de sus hijos, una oscuridad en la que los hijos y los padres se pierden la pista mutuamente». A sus 14 años, el más tarde reputado novelista John Edgar Wideman (Washington D. C., 1941) supo de la muerte de otro chico negro con su misma edad, Emmett Till, a manos de hombres blancos, convirtiéndose en icono/mártir de la lucha por los derechos civiles; una historia que regresó a su cabeza cuando décadas después descubrió que el padre de aquel joven, Louis Till, había sido también asesinado, en este caso a manos del ejército de su país y a los 23 años, por su color de piel. Ambos juicios, el de los asesinos de Emmett y el del presunto crimen de Louis, compartirían el mismo carácter de representación teatral, de farsa. Durante el juicio del hijo fueron desclasificados y filtrados a la prensa los archivos del caso de su padre. Lo que encierran las páginas de Escribir para salvar una vida es el relato de investigación e imaginación, tan airado como audaz, tan descarnado como magnético, acerca de ese legado racista transmitido de generación en generación como una condena heredada y que conduce a la tragedia de todo un país. Wideman, insigne autor de vocación experimental, habituado a saltar de la novela a las memorias, el ensayo o la ficción breve para recrear la —injusta— historia del pueblo afroamericano, exhibe en estas páginas su incisiva prosa con un tono meditativo que demuestra cómo nuestro presente, bien examinado, ilumina las sombras del pasado, lo que se mantuvo en secreto o se quiso esconder bajo la alfombra confusa de los acontecimientos precipitados. Un libro emocionante y de absoluta vigencia, surgido en plena era del Black Lives Matter, que concluye con su autor situándonos frente a la tumba de Louis Till y preguntándose qué oiríamos hoy: «Probablemente no oiríais los gritos que me guardé. Acaso oiríais sangre. El estruendo de la sangre corriendo, un río que divide la humanidad». Así de brutal y escandalosa es la herida en la que hurga este impactante libro.


¿De qué muere un buitre?, de Nerea Aguado Alonso (Uve Books)

«De qué muere un buitre / que ni mata ni alimenta? / ¿Quién erige el arma / que el viento prende? / Una lenta sombra / vuelve carroña / su envergadura». Cuenta su autora que este poemario surgió del encuentro casual con el cadáver del ave que le da título —por lo común asociado a la muerte ajena— junto a uno de los nuevos molinos de viento que se han levantado en su provincia natal como símbolos de la buena energía, la llamada sostenible, pero que no dejan de impactar sobre un paisaje habituado a otros tiempos distintos a los de este capitalismo supuestamente verde. El duelo y el descanso (en paz) en esta era de hiperproductividad es, pues, una de las arterias que cruzan ¿De qué muere un buitre?, ese contraste entre el tiempo detenido y la vida abriéndose paso a duras penas, en parte como si nada pasara: «Los campos reverdecen en este mes de muerte / bajo las incansables bocas de los corderos». Comunicadora inclusiva y activista en la lucha por la igualdad, además de escritora, Nerea Aguado Alonso (Pamplona, 1982) nos abre en este libro una ventana a su visión amplia e integradora de la naturaleza como escenario de la memoria, de lo esencial y de la vida en común —que podrían ser sinónimos—. Cielos que fingen ser otra cosa o que planean crímenes, árboles que cuentan su propio relato de iniciación o cuya fragilidad queda al desnudo, aguas que se tiñen de colores imposibles y cauces que, resecos, resucitan a otra forma de existencia (o resistencia); son elementos que llenan unos versos donde se funden los vocablos del aire puro y la fértil imaginación lírica de su autora. La editorial independiente Uve Books, que suele poner sobre la mesa novedosas propuestas literarias desde un enfoque sinestésico, enriquece esta publicación con las ilustraciones de Yulia Podlinnova, las cuales dialogan con los textos de Aguado Alonso y le sirven de marco propicio para su vuelo libre. Esta poesía de nueva era, como la define la escritora asturiana Ana Vega, una era de la esperanza y la empatía poéticas, parece empeñada en contemplar el tiempo —nuestro tiempo— con el firme propósito de oponerse a la pérdida, a la vez que la reconoce: «Olvidamos un horizonte en el siguiente. / […] Olvidamos los paisajes / encarcelados en su geografía». El deseo de liberar el territorio, de trascender al progreso y de recuperar la vida tomando conciencia de cómo se apaga («Afuera hay sol. / Yo me visto de cenizas», se cita al inicio a Alejandra Pizarnik) se encarna en un lenguaje depurado, doliente y empoderador, a veces con la solemne y sencilla brevedad de un haiku: «Veo caer árboles. / Su sangre dura / incendia mis raíces». El duelo es, en la poesía de Aguado Alonso, alimento y reconstituyente.


Por qué recordamos, de Charan Ranganath (Península)

«Mi capacidad para recordar letras de canciones de los años ochenta excede con mucho mi capacidad para recordar por qué he ido a la cocina», reza un meme citado al comienzo de este ensayo, cuya tesis de partida es que, en lugar de seguir preguntándonos por qué olvidamos, quizá deberíamos empezar a preguntarnos Por qué recordamos. Para su autor, el experto psicólogo y neurocientífico Charan Ranganath (Madras, 1971), director del Dynamic Memory Lab y toda una eminencia en este asunto que ha investigado a lo largo de un cuarto de siglo, el problema no reside tanto en la memoria, sino en las falsas expectativas que nos hemos creado acerca de su función; de hecho, el olvido genera la posibilidad del recuerdo, el espacio para lo que de verdad importa. Por eso este libro no es un manual que pretenda ayudarnos a retenerlo todo, sino más bien a guiarnos hacia el abismo de los procesos memorísticos para que entendamos cómo influyen en nuestras relaciones, decisiones e identidad: «Solo cuando empezamos a asomarnos tras el velo del yo que recuerda comenzamos a atisbar el papel omnipresente que la memoria tiene». El libro consta de tres bloques: Los fundamentos de la memoria expone sus mecanismos básicos y los principios que los explican; Las fuerzas ocultas analiza cómo interpretamos el pasado y de qué manera eso modula nuestra concepción del presente; y, por último, Las implicaciones examina la naturaleza maleable de la memoria y lo que supone que nuestros recuerdos estén conectados a los de otras personas. El autor de origen indio afianza sus teorías y experimentos en las experiencias y los testimonios de personas en cuyas vidas la memoria ha incidido de modo particular, desde quienes son incapaces de formar nuevos recuerdos a quienes se han visto afectados por fallos ajenos de memoria. Como afirma Ranganath, la memoria no es solo quiénes hemos sido, sino quiénes somos y en qué tenemos el potencial de convertirnos, también en cuanto sociedad: «La historia de por qué recordamos es la historia de la humanidad», afirma. Por eso estamos ante una obra imprescindible y revolucionaria, tan rigurosa como accesible, en su enfoque de un tema crucial y apasionante. Ya lo dice Richard Hell, uno de los varios músicos aquí referenciados (entre otros como Jim Morrison, Johnny Cash o Nick Cave) en la cita que abre el colofón de este libro cuyas letras queremos conservar: «Todos somos los poetas de nuestros recuerdos». Y la memoria, como la mejor poesía, nunca está del todo completa; o, mejor dicho, siempre está en construcción, siempre está, de alguna manera, por hacerse y por escribirse.

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