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De profesión, poeta

© Estudio QWASS

Hablamos de adicción al porno, a los estupefacientes e incluso a la pareja, pero quizá sea la poesía la peor de todas. Es el género literario más antiguo, y desde sus orígenes posee un hálito sacro imbuido de pathos y misterio. Como una madre algo perversa, es capaz de abrazar los mayores despropósitos estéticos, pero la seducción que le otorga su habilidad para conectar con lo más profundo del espíritu humano, con lo más irracional, nuestras emociones, instintos y trasfondos morales, la ha convertido en la femme fatale de las letras.

Yo creo que la clave de esta atracción reside en la forma en que la relacionamos (inconscientemente) con la verdad. Y aunque esta última no goza de buena salud, la poesía se sale con la suya y personalmente la disfruto como uno de los géneros más activos y dinámicos de la actualidad, donde —eso sí— advierto una interesante tendencia a la profesionalización. Antes, escribiendo bien, uno podía —si disponía de suficiente elocuencia— gozar tarde o temprano de sus quince minutos de gloria. Ahora el sector cultural (y creo que todos los demás aspectos socioculturales) se ha vuelto más competitivo, se ha transformado en una extraña madeja de tecnología, seducción y mercantilismo que suman tanto en la balanza como la calidad literaria de los autores. Esta transformación implica un reconocimiento de la poesía como una carrera literaria viable, considerando la importancia de la adaptación a los cambios socioeconómicos y tecnológicos.

El cambio implica abordar la poesía con un enfoque que integra la calidad literaria, la dedicación a la publicación regular y la capacidad de promover una audiencia a través de las redes sociales. Esta perspectiva no solo eleva el estatus del poeta en el ámbito cultural y social, sino que también establece criterios y estándares por los cuales la poesía puede ser apreciada y —algo muy importante— comercializada. La distinción entre la poesía amateur y profesional se encuentra, entonces, no en la pasión o el talento inherente al acto de escribir, sino en la seriedad con la que se aborda la carrera poética, la búsqueda de oportunidades editoriales y la gestión de la obra poética dentro del mercado.

Las editoriales desempeñan un papel fundamental en el proceso de profesionalización de la poesía. A través de la selección, edición, publicación y promoción de obras poéticas, contribuyen significativamente a la carrera de los poetas y al reconocimiento del género. Las editoriales especializadas en poesía, en particular, son vitales para garantizar el desarrollo de una masa crítica y creativa que consuma poesía; una labor que, más allá de definir el canon del momento —o ponerlo en cuestión— a través de la conformación de sus catálogos, promueve una experiencia colectiva, dinamizando el debate cultural.

El proceso de selección y publicación por parte de estas editoriales implica una validación del trabajo del poeta, proporcionando una audiencia y un mercado para su obra. Además, las actividades de promoción y los eventos literarios incrementan la visibilidad de la poesía, acercándola a un público más amplio y diverso. Este apoyo editorial es crucial para superar uno de los principales desafíos de la poesía profesional: su percepción como un género de nicho con limitado potencial comercial. La ruta hacia la profesionalización de la poesía está plagada de desafíos significativos. Uno de los obstáculos más prominentes es la visibilidad. La poesía, a menudo percibida como un género minoritario, lucha por ganar espacio en las estanterías de los libreros. Este problema se ve agravado por la reticencia del mercado editorial tradicional a tomar riesgos con obras que considera de interés limitado.

Otro desafío es el cambio en los hábitos de lectura del público. En una era dominada por la inmediatez de la información y el contenido breve, captar y mantener la atención del lector se ha vuelto cada vez más difícil. Esto requiere que los poetas no solo dominen su oficio, sino que también sean innovadores en cómo presentan y promocionan su trabajo. La revolución digital y las redes sociales han transformado radicalmente el panorama para los poetas que buscan profesionalizarse. Poetas como la canadiense Rupi Kaur o la australiana Lang Leav han utilizado con éxito estas plataformas para construir una comunidad de seguidores leales, lo que les ha llevado a un éxito comercial aplastante.

Las innovaciones tecnológicas en la industria gráfica han logrado resultados de producción donde las tiradas cortas (desde un solo ejemplar), el servicio rápido (impresión y encuadernación de un ejemplar en minutos) y la logística exprés han logrado crear un nicho de mercado nada desdeñable en lo que ha venido a llamarse «Print On Demand», algo en lo que Amazon ha sido pionera pero que cuenta en nuestro país con poderosos líderes, como es el caso de Podiprint o Lantia. Sin ninguna duda, estos avances han democratizado el acceso a la publicación, permitiendo a los autores autopublicar sus obras a través de plataformas como la del gigante norteamericano Amazon Kindle Direct Publishing o los diversos sellos de autoedición como Mascarón de Proa, Círculo Rojo o Caligrama. Esto ha abierto nuevas posibilidades para la distribución y venta de poesía, aunque también plantea desafíos en términos de calidad, visibilidad y saturación del mercado.

En efecto, hay demasiados poetas para la demanda general que el género tiene en el mercado. Pero no importa siempre que hagamos las cosas bien, incluyendo la importancia de construir una imagen pública consistente, la habilidad de conectar con temas contemporáneos y personales, y un dominio ágil del oficio. La evolución de la tecnología y el cambiante paisaje cultural permiten a los poetas alcanzar audiencias globales y explorar nuevas formas de expresión y comercialización de su obra. Mirando hacia el futuro, la poesía profesional se enfrenta a la tarea de adaptarse continuamente a las tendencias digitales donde incluyo desde luego la inteligencia artificial, pero manteniendo al mismo tiempo la esencia y profundidad que caracteriza al género.

En lo personal, creo que —si bien es imprescindible generar una audiencia y cultivar una presencia en los medios— la clave para el éxito radica en la capacidad de los poetas para ser auténticos. No todo depende de las redes sociales, aunque sin ellas un escritor que quiere abrirse paso lo tiene mucho más difícil. Pero ¿en qué consiste esa autenticidad? Nunca llegaré a tenerlo claro. San Juan de la Cruz —patrón de los poetas— se refiere, creo, a algo parecido cuando en su Cántico espiritual habla de «un no sé qué que queda balbuciendo». Así me quedo yo cuando leo a Concha García, José Luis Rey, Rodrigo García Marina o Ángela Segovia. Y esta es la causa de mi adicción irredenta al género literario que acoge las mayores posibilidades de expresión y creación presentes en el lenguaje, ya sean plásticas o semánticas, genuinas o falaces, derechas o siniestras, luminosas u oscuras. La poesía es una droga dura, y como tal siempre dará buenos momentos a quien sepa trapichear con ella y se lleve bien con los camellos.

 


Raúl Alonso (Córdoba, 1975) es director de Editorial Cántico desde 2010. Como poeta ha publicado los libros La plaga (Follas Novas, 2000; y Cántico, 2012), Libro de las catástrofes (DVD Ediciones, 2002), El amor de Bodhisattwa (Hiperión, 2004), Temporal de lo eterno (La Bella Varsovia, 2014) y Lo que nunca te dije (Cántico, 2018). Su obra ha sido recogida en la antología Juventud. Poesía reunida 2000-2020 (Cántico, 2022), y cuenta con las distinciones del Accésit del Premio Nacional de Poesía Rosalía de Castro, el I Premio de Poesía Joven Radio 3 y el Premio Ciudad de Córdoba Ricardo Molina.

5 Comentarios

  1. @puro_inconsciente
    Poesía de Laura Márquez

  2. Yo soy la luz temprana
    un sol con pies que camina
    sonrisas le doy a los labios
    de todos los ojos que miran

    Blas del sol Olivares
    Derechos de autor

  3. Entre las letras me cuento
    como un escrito de tinta
    con rimas de pensamientos
    de verbos que versos digan

    Blas del sol Olivares
    Derechos de autor

  4. Jesús B.Delgado

    Bajo mi punto de vista y percepción, la poesía está teniendo una muerte lenta y agónica. No comprendo como un libro como Despistado y Tembloroso no conecta con más gente, tal vez el fallo sea mío al no saber promocionarlo adecuadamente y sabiendo que los libros no se venden solos, pero quien lea tan sólo una página de ese libro quedará hipnotizado por su lectura y no sólo no podrá dejar de leer, sino que quedará enamorado de la poesía para siempre. Buenos días a tod@s.

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