Entrevistas

Jhumpa Lahiri: «Nerina era una voz que me estuvo visitando durante un periodo y que, ahora, ha desaparecido»

Jhumpa Lahiri, autora de «El cuaderno de Nerina». / © Penguin Random House

Ganadora del Premio Pulitzer por su libro El intérprete del dolor en el año 2000, Jhumpa Lahiri (Londres, 1967) pasa la primera mitad del año en su casa de Trastevere. Con Roma mantiene una relación de amor, de refugio, pero es consciente de que las contradicciones de este lugar a veces son una gran prueba de resistencia. ¿Para ella? Un estímulo, es el único modo en el que uno puede aceptar todo lo que le rodea en la ciudad de las siete colinas. Aquí encontró hace una década un lugar para explorarse a sí misma, un idioma que usa como nuevo instrumento para su oficio, la escritura, y una posibilidad de mirar a Estados Unidos desde fuera, al que sigue viajando, especialmente en la segunda mitad del año.

Ahora publica en España El cuaderno de Nerina (Lumen, 2024), su primer libro de poesía, un atrevimiento mágico que podría ser fruto sólo de una escritora con una habilidad como la suya para discurrir dentro de la mente de los personajes. Tres voces confluyen en esta obra: la suya propia, Jhumpa Lahiri, que descubre un cuaderno, la de la mujer que lo ha escrito y la de un tercer intérprete. En realidad en muchos pasajes está su alter ego y es difícil adentrarse en la ficción sin leer entre líneas las grandes referencias sobre la vida de esta escritora que han alimentado toda su literatura y la han hecho única. Desde Trastevere a Londres, pasando por Calcuta y llegando a Brooklyn. Todos esos trozos del camino de esta bengalí, criada en los EE. UU., que ahora se siente, inevitablemente, un poco italiana.

El inicio del relato es el hallazgo de este cuaderno que contiene las poesías de una mujer que vive en Roma y se llama Nerina. ¿Cómo nace este libro?

Nace sin ninguna explicación. Es un proyecto que llegó a mí como una larga fiebre, y el cuaderno se convirtió en el marco para contarlo, un hilo conductor que, obviamente, es una invención y que crea este alter ego de Nerina. Es la primera vez en mi vida que experimentaba una nueva manera de escribir. No sé ni si llamarlo poesía, salió de mi cabeza durante casi un año, en forma de versos, casi relatos.

¿Cómo lo definirías?

Es mi primer libro juguetón. A veces tenía la sensación de que estaba ante una desconocida, como si otra persona fuese dueña de mí y me hiciese escribir lo que escribí. Fue una fase de mi vida muy particular.

¿Cuál exactamente? El escenario me imagino que era Roma…

Sí, acababa de volver a Roma para todo un año, en el que debía seguir un poco cómo iba todo lo relativo a la publicación de otro libro mío. Todo lo que escribí en aquellos meses fue a mano, en un cuaderno; directamente todo lo que pensaba, lo escribía. Fue en 2018 y nunca me había ocurrido de esa forma antes en mi vida.

Nerina es una mujer que escribe e intenta conocerse a través de estas poesías. Al hablar de la cotidianidad, conocemos tanto de ella, pero a la vez, tan poco. ¿Por qué Nerina y por qué una mujer?

El nombre lo descubrí y me pareció de inmediato el adecuado. Tuve claro siempre que era un libro sobre una mujer con un gran misterio en el centro, pero no fue una intención programada, era una voz que me estuvo visitando durante ese periodo y que, ahora, ha desaparecido.

¿Cómo es exactamente ese proceso que describes de la inspiración? Personajes con los que convives un tiempo, se apoderan de ti, y luego se van…

Es extraño porque, como te decía, durante un periodo me visitaba solo ella, Nerina, y solo en esa forma, poesía. Y luego desaparece para dejar espacio a otras influencias. Por ejemplo, ahora el gran poder lo tiene el mundo de Ovidio, porque estoy traduciendo Las metamorfosis; se parece porque también es poesía pero, al mismo tiempo, no tiene nada que ver, es una poesía clásica. La poesía que escribe Nerina es muy lagunosa, sintética, cotidiana. Un modo en el que nunca escribí en inglés.

Has hablado en muchas ocasiones del poder que ha tenido para ti el lenguaje, en concreto el italiano. De hecho, Nerina escribe un verso que dice «explicar dentro de mis posibilidades lo mucho que quiero al italiano». ¿Cómo lo describirías?

El italiano es un idioma que me permite ser osada, lanzarme a explorar la libertad. En inglés, por desgracia, para mí es mucho más difícil debido a mi historia, a como los demás me ven; soy reconocida de un modo concreto y eso hace siempre más complejo romper las expectativas. En italiano, por suerte, siento cierta tolerancia para probar cosas nuevas. La libertad de jugar, como era el espíritu de Italo Calvino, alguien que cambia, que se esconde, que adquiere otro nombre.

Este es un libro, como lo era también Cuentos romanos (Lumen, 2023), sobre la propia ciudad, pero no sólo Roma, sino todos los lugares habitados por esta mujer, entre los cuáles es difícil establecer una línea temporal.

La ciudad es un lugar de transformación; en mi caso ya sea por la lengua, ya sea por el lugar en sí mismo. Roma incide mucho, este es también un libro sobre la ciudad, pero el terreno de Nerina no tiene fronteras. Está en Calcuta, Brooklyn, Inglaterra, viaja entre continentes, y este es el primer libro en el que consigo unir mi vida romana con mi pasado; vuelvo, de hecho, a mi infancia. Y es, además, la primera vez que toco el pasado escribiendo en italiano. Esto para mí fue un paso fundamental. Antes de escribir este libro en 2018, todo lo que escribía en italiano existía en una dimensión presente, el tiempo verbal decía siempre hago, voy, en vez de hacía o fui. Gracias a ver mi pasado con este enfoque, desde el italiano, conseguí ver la persona que había sido y soy con claridad.

¿Cómo fue volver a ese pasado?

El resultado creo que ha sido un mayor arraigo del idioma, del italiano, porque se ha mezclado con una parte mía que no lo hablaba, que no tenía ese idioma ni esa perspectiva, ni estos sonidos, ni estas cadencias. Es otro tipo de conexión, que ha conectado mi vida prerromana e italiana y ha hecho el proyecto más íntegro.

Nerina habla también en sus versos de la maternidad, se desahoga, pero sus hijos, al mismo tiempo, están siempre en el centro de su atención.

Sí, Nerina es una figura materna, una madre total. Sus hijos llevan el nombre de los míos, Noor y Octavio. Es una madre con un apego feroz, pero que vive también grandes dudas sobre la maternidad, remordimientos, no por haber sido madre, sino por cómo lo ha sido. Hace, en sus versos, una investigación sobre la maternidad y afronta por ello también muchos momentos de dificultad.

¿Una reflexión que has vivido también en tu piel?

La idea de llevar una vida complicada, viajar, dejar a tus hijos atrás, todo lo que hacemos hoy, lo que he hecho. En mi caso no he tenido ningún modelo del tipo de madre que yo he sido, mi madre no me dejó con una niñera ni un solo día de su vida.

Para este personaje, Nerina, ¿qué significa escribir?

Explorarse a sí misma, excavar siempre un poco más. Profundizar en todas esas cosas escondidas que tienes miedo de mirar a la cara.

El libro no es solo un mapa de la ciudad de Roma, sino que está lleno de elementos auténticos que la definen. Por ejemplo, la mención al arrotino, el afilador de cuchillos, que lleva décadas con el mismo anuncio dirigido solo a las mujeres: «Señoras, ha llegado el afilador». Esta es Roma.

Sí, el libro está lleno de pequeñas heridas. Está la Roma que te vacila, esa sensación de que la ciudad te gana siempre no se te pasa nunca. No puedes vivir ni amar esta ciudad sin aceptar esta sensación, la de una ciudad que es indiferente, que te vacila y te roba energía. Y forma parte del juego: Roma no te abraza, te da una palmada en la espalda.

¿Eso te ha unido aún más a esta ciudad?

Esta condición me hace más fuerte, es una consecuencia directa. A veces es muy desestabilizante vivir aquí, pero también por la gran cantidad de cultura y el peso del pasado, no puedes estar nunca al cien por cien en tu salsa. Es una sensación que ya intenté transmitir en Cuentos romanos y que tiene también Nerina: Roma nunca te deja indiferente, también en el sentido más tremendo posible.

¿Qué inspiraciones te visitan en este momento de tu vida?

Desearía continuar con esta clave nerinesca y comenzar un nuevo proyecto. Lo que me sucedió escribiendo este libro hace años no me había sucedido nunca y fue una vivencia muy particular.

Este es un año muy importante para EE. UU., ¿te preocupa?

Lo mío va mucho más allá de la preocupación, es casi aceptación. Me sorprendería muchísimo si al final no ganase Trump, es una victoria anunciada.

Esta preocupación que se convierte casi en resignación, ¿se puede traducir a una visión de la actualidad en general?

Lo de EE. UU. es la prueba de que no estamos yendo en la dirección adecuada ni para el país ni para la humanidad. ¿Qué podemos hacer? Yo sigo muy poco la actualidad, al margen de la guerra en Gaza, en la cual es imposible no pensar, pero el resto hace tiempo que no lo sigo. Creo que esa es una ventaja, mi vida entre Italia y América me permite dos vidas. Intento simplemente hacer algo bueno a través de mi escritura para el mundo porque si abrimos el discurso de lo que verán mis hijos cuando tengan mi edad…

¿Cómo vive esa incertidumbre?

Ha habido siempre incertidumbre en la historia de la humanidad, el mundo ha sido siempre así, pero ahora hay dos grandes factores que no podemos obviar: la situación del clima es verdaderamente inquietante y, luego, la tendencia siempre más marcada a un mundo hostil hacia el prójimo, el discurso sobre el extranjero, sobre los migrantes.

En el libro hay decenas de menciones a autores italianos que, imagino, te han permitido acercarte a tu lado más romano, ¿qué autora tendríamos que leer para entender mejor a tu Nerina?

Elsa Morante, que normalmente escribe personajes femeninos con un enfoque diverso al de Nerina, que es mucho más minimalista. Pero yo siento que hay un gran hilo, un vínculo, en ese universo femenino.

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