Analógica

Exportando tebeos

Ilustración: Sofía Fernández Carrera

Durante los años 70, los cómics de género triunfaban en Estados Unidos con una nutrida nómina de autores que el ilustrador y divulgador británico David Roach bautizó como «la invasión española». Nombres como los de José Ortiz, Josep Maria Beà, Pepe González, Esteban Maroto, Leopoldo Sánchez, Martín Salvador, Enric (Torres-Prat), Sanjulián, Luis Bermejo, Víctor de la Fuente, Alfonso Font o Luis García, por citar solo algunos, fueron referentes absolutos de unas publicaciones que hacían visible a toda una generación que ya llevaba décadas trabajando fuera de España para mercados como el inglés, el alemán o el de los países nórdicos. A través de agencias como Selecciones Ilustradas o Bardon Art, los tebeos de media Europa tenían historietas realizadas por artistas españoles que rara vez veían reconocida su autoría, aunque los cambios que se produjeron en el mercado español durante los años 80 favorecieron que la gran mayoría fueran por fin valorados en su país. Sin embargo, la ilusión fue efímera y en los 90 la precariedad les obligó a buscar de nuevo trabajo en mercados extranjeros donde un artista de cómic podía vivir de su obra: EE. UU. y Francia. El país galo acogió la obra de autores como Ana Miralles, Miguelanxo Prado o Daniel Torres, que desarrollaron una carrera estable allí. Por su parte, las grandes editoriales norteamericanas de superhéroes introdujeron a un grupo de dibujantes encabezado por el tristemente fallecido Carlos Pacheco, al que siguieron otros como Salvador Larroca, Pasqual Ferry, Rafa Fonteriz o Ramón F. Bachs. En ambos lugares se abrieron caminos que no se han cerrado desde entonces, con un goteo continuado de firmas que alcanzan indudables éxitos.

El amigo americano (que vino de España)

Quizás el éxito más conocido sea el de las firmas españolas en el mercado mainstream estadounidense: durante las dos últimas décadas, la presencia de autoría española en las grandes series del cómic de superhéroes de DC y Marvel ha sido cada vez más común, empujadas inicialmente por el abrumador éxito de Pacheco y Larroca, los primeros en poner su nombre en algunas de las franquicias más importantes de las dos grandes; desde Superman, Iron Man o los X-Men a Star Wars, que llevaron al autor valenciano a ser el primer español galardonado en los prestigiosos Premios Eisner. Sin embargo, en los últimos años la nómina de artistas ha ido creciendo de forma exponencial, no solo en cantidad, sino en reconocimiento. La incorporación de una nueva generación, en la que destacan nombres como los de David Aja, Javier Rodríguez, Daniel Acuña, Marcos Martín, Gabriel Hernández Walta, Emma Ríos, Natacha Bustos, Salva Espín o Pepe Larraz, se consolidó a partir del éxito del primero en la serie Hawkeye. La experimentación constante con reminiscencias de Chris Ware que practicaba Aja en la serie fue pronto muy apreciada por el público y por la crítica, hasta recibir varios Eisner que certificaron su éxito. El listado de autores y autoras españolas no ha dejado de ampliarse en el mercado norteamericano: Javier Garrón, Bruno Redondo, Jorge Fornés, David Rubín, María Llovet, Víctor Santos, Álvaro Martínez Bueno, Carmen Carnero, Aneke, Julia Madrigal o Belén Ortega son algunos de los muchos que se han sumado a esta larga relación de artistas que viene acompañada de éxitos, tanto en los premios Eisner y Harvey como en ventas.

Pero no solo han triunfado en este género: autores como Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales han visto cómo su celebrado Blacksad era publicado en EE. UU. y recibía también galardones, mientras que editoriales como Fantagraphics abrían su catálogo a un cómic más vanguardista con obras como Mox Nox, de Joan Cornellà, o Vapor, de Max, que fueron seguidos por la edición de Spanish Fever, una antología coordinada por Santiago García donde se dio a conocer al público norteamericano la diversidad creativa del tebeo español. Tras esta iniciativa, han aparecido obras como Las Meninas y Beowulf, ambas de García junto a Javier Olivares y David Rubín, respectivamente, Press Enter to Continue, de Ana Galvañ, u obras de Paco Roca como Arrugas y La Casa, esta última premiada con el Eisner. Dentro de esta vertiente es obligatorio incluir el éxito de autoras como Meritxell Bosch, que ha hecho del tebeo infantil BirdCatDog un auténtico superventas.

Es importante reseñar la contribución de los autores españoles al cambio de modelos de distribución y consumo del cómic: en 2013, Marcos Martín, Brian K. Vaughan y Muntsa Vicente crearon Panel Syndicate, una iniciativa editorial online que permitió publicar la obra de los autores que la fundaron con el sistema «paga lo que quieras», pero a la que pronto se unieron otros autores nacionales como Albert Monteys, Víctor Santos, David López o Ken Niimura, quien recibió el Eisner al mejor webcómic.

Europa como objetivo

Con una larga tradición de autores que tuvieron éxito en el país vecino al instalarse allí tras la guerra civil (desde Cabrero Arnal a Julio Ribera), a partir de los años 80 y, en especial, durante la década siguiente, se normaliza una publicación continuada allí. Nombres como los de Carlos Giménez, Alfonso Font, Ana Miralles, Rubén Pellejero, Daniel Torres o José Luis Munuera se hacen un lugar en el mercado francés, y el cómic español recibe atención crítica ante la renovación formal que se aborda desde revistas como Madriz o NSLM, que tenderán puentes directos con publicaciones como Pelure Amère, Le cheval sans tête o Frigo y la editorial Frémok. Sin embargo, el gran punto de inflexión sería la aparición en el año 2000 del primer número de Blacksad, la citada serie de Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales, que se convierte pronto en uno de los bestsellers más importantes del cómic moderno. Un éxito brutal del cómic francés firmado por autores españoles que abriría la puerta a un cambio todavía más importante: en 2004, el granadino José Luis Munuera, con una larga trayectoria ya en aquel mercado, se pone a los lápices de la nueva época de Spirou y Fantasio que guionizaba Jean-David Morvan. Uno de los grandes iconos del cómic francobelga tenía a un español como referente, todo un hito que tendría una segunda entrega cuando Rubén Pellejero y Juan Díaz Canales resultan elegidos para volver a dar vida en 2015 a otro mito del cómic europeo: el Corto Maltés creado por Hugo Pratt. Durante este primer cuarto del siglo XXI se ha normalizado la presencia en el mercado francés de autores como Paco Roca, Bartolomé Seguí, Jordi Lafebre, Alfonso Zapico, Jaime Martín, Teresa Valero, Antonio Altarriba —junto a Kim y Keko— o Nadar, por citar solo algunos nombres ya reconocidos. Asimismo, destaca el interés de muchos editores franceses por la autoría más joven o menos conocida para el lector de aquel país, que desemboca en la apuesta por artistas como Magius, María Hesse, Anabel Colazo, Borja González, Aroha Travé, Lola Lorente, Beatriz Lema o Pablo Velarde, entre otros.

Sin embargo, uno de los grandes nichos de éxito para los autores españoles ha sido el cómic infantil, con la fundamental contribución de la colección Mamut, editada en Francia y España de forma simultánea por la editorial francoespañola Bang, que ha dado salida a auténticos fenómenos del tebeo para los más pequeños, como Astro-ratón y Bombillita, de Fermín Solís, o Superpatata, de Artur Laperla, cuyo éxito se ha visto refrendado en traducciones a muchos otros países. En este apartado es necesario incluir también la serie Bitmax & Co, de Liliana Fortuny y Jaume Copons, auténtico superventas en todos los países donde se ha publicado, con casi 50.000 ejemplares. Hay que señalar también el reconocimiento en Francia de autoras como Ana Cristina Sánchez o Verónica Álvarez, desde su estilo próximo al manga.

Una presencia que se exporta a otros países, como Alemania, donde la omnipresencia de Ibáñez con la versión germana de Mortadelo y Filemón deja espacio para la edición de obras de los autores más conocidos, de forma similar a lo que ocurre en Italia, donde a esas firmas hay que añadir el éxito de autores clásicos como Font, Maroto, Ortiz y Segura en la mítica serie Tex de Bonelli.

Del lejano Oriente al mercado digital global

Si hay un mercado hermético a cualquier autor foráneo es el japonés. Allá por los 90, los tímidos intentos liderados por la editorial Kodansha consiguieron que se pudieran leer en la lengua nipona las creaciones de Laura Pérez Vernetti, Calpurnio o Abel Ippólito como una excepción, pero décadas después, dos autores se abren paso entre el manga más popular, el shonen: Kenny Ruiz, con Team Phoenix, y Juan Albarrán, con Matagi Gunner. Sin embargo, lo que está arrasando en este momento desde Oriente es el cómic coreano digital, los webtoons. Una nueva forma de distribución y consumo de historietas en la que también encontramos nombres españoles, como los de Miriam Bonastre, Meritxell García o A. Rasen, tres autores que están viendo cómo sus series cuentan sus lectores por millones, convirtiéndose en auténticos fenómenos a nivel global que certifican la incesante proyección de la autoría española.

 


Alvaro M. Pons Moreno desarrolla una intensa actividad como investigador y divulgador en el campo del cómic, y es profesor de la Universitat de València, donde dirige la Cátedra de Estudios del Cómic Fundación SM-UV y el Aula de Cómic.

Noelia Ibarra Rius es profesora de la Universitat de València, donde coordina diferentes líneas de investigación sobre educación lectora —incluyendo aplicaciones didácticas del cómic— y forma parte de la Cátedra de Estudios del Cómic Fundación SM-UV.

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