Horas críticas Analógica

Vacío tecnomístico

Reseña de «Zen’nō», de Karen Andrea Reyes

Abro el libro, estoy avisada: desde la primera página ya afirma Edmundo Paz Soldán que, a medio camino entre un libro de relatos y una novela, Zen’nō no coquetea simplemente con el género, es ciencia ficción pura y dura. Luego, haciendo un poco de trampa —porque soy de esas que prefieren dejar los prólogos para el final—, ojeo las palabras de Maielis González: «El texto de Karen Andrea Reyes no es amable, no es fácil de penetrar; su estructura no lineal, su prosa poética, su hibridez, tanto en el contenido como en la forma, lo convierten en un objeto misterioso».

Soldado avisado no muere en combate, decimos en Colombia, pero a veces los avisos no permiten abarcar la magnitud. Zen’nō es ciencia ficción, pero, sobre todo, es ciencia ficción weird. No hay que dejarse confundir por el nombre budista; no es una meditación de calma ni una pausa de la mente, no tranquiliza: a todas luces desasosiega. Aunque usar la expresión «a todas luces» sería engañoso; la yuxtaposición de relatos teje una historia oscura, difícil de desentrañar, y aquí el verbo sí se ajusta: cómo arrancarle las entrañas a ese dios artificial que se presenta ante la humanidad y le promete perfección.

Y es que, en un juego metaliterario, la obra misma advierte de su complejidad: nos indica «transitar con precaución» entre realidades ajenas a las leyes y al orden conocidos, pues «quien lee puede o no estar de acuerdo, pero tendrá que comprometerse a ponerlo a prueba». Y exige explícitamente: «No cuestione su lógica, ni su omnipotencia».

En Zen’nō nada es lineal. El texto nos ubica en 2060, luego hunde flashforward hasta 2994 y el «final de los tiempos» y luego cambia de libro —de un total de tres—. Entonces, nos lanza a las realidades alternativas de once dimensiones, para finalmente aterrizar en 1991 y retroceder aún más.

En una espiral que se cierra y se entreabre como papiroflexia, puede parecer que cuanto más avanzas menos sabes: el camino se anda a tientas entre los pliegues. Y cuanto más te hundes en esa materia oscura que chorrea, esas galaxias de maternidades artificiales, entre muertos que se comercializan como larvas, una realidad aumentada que traga y escupe, y pataleas para coger aire, ese dios artificial «enamorado del retorno» te agarra del tobillo y te hala de nuevo hacia lo oscuro.

Lo que comienza como una distopía ciberpunk casi orwelliana, de repente queda inmerso en un acelerador de partículas. La historia empieza con residencias tech y un gobierno circular que afirma garantizar la seguridad, el entretenimiento y el progreso científico, mientras monitorea abiertamente los hogares. Cuando descienden los magnéticos espejos negros que embelesan a la gente con sus reflejos de deseos «perfectos», la patrulla de convivencia disipa a las multitudes con violencia infecta. Rápidamente, ese mundo distópico colisiona con criaturas mutiladas, un sacerdote con alas de polilla, una mujer que también es un caballo y un androide, nidos de seres que se degluten y se hibridan en un helicoidal de muerte y transformación.

La escritora Karen Andrea Reyes (Bogotá, 1995). / Foto: Orciny Press

En un caleidoscopio de posibilidades transhumanistas, Karen Andrea Reyes abraza y dinamita lo cibernético, lo bizarro, lo místico. Crea un magma interactivo, interdimensional, intergaláctico, inter-, inter-, en el que la ciencia ficción se agita con atavismo y body horror. Forja un dios que toma formas de animales, reproduce arquetipos, pilares de religiones antiguas, pone en paralelo los búfalos de las cavernas de los primeros humanos con androides y alienígenas. La autora colombiana tiende puentes entre géneros y también entre organismos. Y, en esa nebulosa tecnomística, plantea preguntas, literalmente, sobre lo divino y lo humano.

Qué es lo humano, lo natural, lo cien por ciento biológico, que se ha vuelto «obsoleto», en contraposición a lo artificial, lo potenciado, lo productivo. Qué es la divinidad, la perfección, por qué estamos «condenados a ocupar un espacio sin saber el motivo». Ante la obsolescencia de lo orgánico, los seres (¿humanos?) rayan en el delirio, propio o colectivo, externo o autoimpuesto, y buscan respuestas. Tal vez por eso se diviniza la tecnología, la modificación, el supuesto progreso. Hay un vacío existencial que intenta llenarse ya no solo con «el opio del pueblo» sino con un «animus informático» omnipotente que ofrece fantasías retorcidas y cristales de drogas extrañas como camino hacia la nueva corporalidad. Mientras tanto, los personajes —principalmente femeninos— aparecen y desaparecen, niñas y mujeres mayores, sobre todo, que intentan aprehender sus realidades hostiles, vidas colmadas de soledad y de miedo (¿de vacío?).

El Zen’nō se muestra como un clon del inconsciente colectivo de la humanidad y por eso es también ambivalente, tirano y psicótico: capas y capas de deseo, barbarie, búsqueda de identidad y dolor. Y está aquí presente, lo ha estado por años, actualizándose al minuto. Sin embargo, un mensaje palpita detrás del vértigo de las pre y post-dimensiones: quizá se puede ser de aquellos «obsoletos» que quieren morir con sus órganos intactos, que prefieren ver el mundo como es. Vivir en los márgenes, pero con la mente bien puesta, elegir la dignidad de perecer.

 


 ZEN’NŌ
Karen Andrea Reyes
ORCINY PRESS
(Barcelona, 2023)
217 páginas
16,50 €

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