Historias naturales

Dación en pago

Una vieja historia surgida en lo más oscuro de mi familia paterna habla de una legendaria partida de póquer, celebrada allá por 1890, en la localidad francesa de Hix, hoy llamada Bourg-Madame, en la frontera española, en la comarca binacional de la Cerdaña. Mi bisabuelo Francisco Ferrer Mascaró, notario de Puigcerdá, desvalijaba, gracias a su conocimiento del juego del póquer y a sus dotes psicológicas, a todo tipo de personajes de la zona; cuentan que su legendaria biblioteca estaba formada por volúmenes de incalculable valor, entre ellos varios incunables, adquiridos en sus viajes por todo el mundo, volúmenes y viajes financiados gracias al preciso ejercicio del juego sobre el tapete verde. Una noche, en ese tiempo de finales del XIX, los naipes se calentaron, las apuestas subieron hasta alcanzar límites no conocidos, y un militar aragonés, apellidado Culebras, empero de buena familia, veraneante en la vecina Camprodón, perdió hasta la camisa. Terminada la partida mi bisabuelo preguntó al militar cómo pensaba saldar la deuda contraída por la emisión de pagarés y, este, impertérrito, contestó que tenía residencia en una casa de su propiedad, de gran valor, en el zaragozano Paseo de la Independencia; declaración hecha quizá con la intención de demorar el pago ante tamaña garantía que creía no fragmentable. Pero mi bisabuelo, como notario, no se arredró, y le exigió la dación en pago de uno de los espaciosos salones del edificio. Ayer, mi primo Enrique Castro, abogado, uno de los herederos, imbuido de curiosidad y buenos conocimientos jurídicos, consiguió que el juzgado desprecintara esa habitación; era el almacén en el que la familia Culebras guardaba su soberbia colección de ofidios disecados.

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