Horas críticas

Libros de la semana #93

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

¿Por qué tanto alboroto por el cuerpo?, de Caroline Walker Bynum (Sans Soleil)

Este libro se basa en un ensayo originalmente publicado por la revista Critical Inquiry, del departamento de Lengua y Literatura de la Universidad de Chicago, en el año 1995, pero su recuperación en esta edición de Sans Soleil no podría resultar más oportuna. Los debates y las polémicas en torno al cuerpo humano y sus implicaciones culturales y de género representan uno de los temas fundamentales del mundo actual, por eso es tan interesante conocer cómo era entendido en una era tan diferente como la Edad Media. Caroline Walker Bynum (Atlanta, 1941), la primera mujer que impartió clases en Columbia, ya era entonces una eminencia académica gracias a sus aportaciones en torno a la fisicalidad concebida en el marco de la teología y lo espiritual, con obras tan influyentes como Holy Feast and Holy Fast. Asegura en las primeras páginas de este libro breve pero enjundioso que el del cuerpo supone un tema escurridizo en cuanto que «es casi todos los temas». Alejándose de una corporalidad exenta de factores como el género o la raza, pero también del enfoque subjetivo feminista de Adrienne Rich o Diana Fuss, se halla ante un batiburrillo de nociones que han ido eclipsando ciertas visiones históricas sobre este asunto que ayudarían a entenderlo mejor, con toda su complejidad, en el presente. La medicina, la teología, la poesía amorosa y la escritura ascética, entre otros ámbitos presentes en el medievo, aportaban una mirada caleidoscópica y multiforme hacia lo corporal, motivo por el que no conviene reducir tanto el pensamiento en torno a ello. Para emprender su análisis, la medievalista estadounidense parte del cine de finales del siglo XX y sus exploraciones del cuerpo, desde La muerte os sienta tan bien de Zemeckis a Robocop de Verhoeven, pasando por La mosca de Cronenberg, para desmentir el supuesto binarismo del pasado: «Nada nos da derecho a decir que los pensadores medievales esencializaron el cuerpo como materia ni tampoco que esencializaron el cuerpo o la materia como femeninos». De hecho, sostiene la autora en ¿Por qué tanto alboroto por el cuerpo?, hay pensadores antiguos con teorías tan radicales como las de Judith Butler en su comprensión de lo físico. Pero es en sus investigaciones sobre la escatología y la práctica funeraria donde Walker Bynum logra expandir la idea del cuerpo a las nociones de identidad y deseo. A través de las palabras de Tomás de Aquino, de Dante o de las místicas como Margarita de Oingt, hace confluir las preocupaciones de aquellos siglos con las contemporáneas no tanto para mostrar los paralelismos sino la diversidad de interpretaciones en el seno de cada periodo. Con ello trata de mostrar que en las últimas décadas el género y la sexualidad han acaparado la atención en detrimento de «otros asuntos (como la muerte y el trabajo» que también están en juego» cuando hablamos del cuerpo.


Oculto David Lynch, edición de Roger Ferrer (Dilatando Mentes)

Desde que, hace ya al menos dos décadas y con el reconocimiento internacional que le brindó el estreno de Mulholland Drive, el adjetivo «lynchiano» pasara a formar parte de nuestro vocabulario, no ya aplicado al cine sino al arte en general —y, aún más, la vida—, parece que todos tenemos en mente una cierta estética, un tono y un estilo inequívocos en su singularidad. Pero el propio David Lynch (Missoula, 1946) ha insistido en entrevistas, conferencias y libros de su autoría que esa creatividad única se asocia a un aspecto que la mayoría de críticos y analistas ha pasado por alto: su forma de visualizar o filtrar la realidad a través de la meditación y el esoterismo u ocultismo que, combinados con su particular sentido del humor, han dado lugar a esas visiones marcadas por lo misterioso, lo surreal, lo extrañado en sus películas y su celebrada serie Twin Peaks. Es en ese aspecto de otro(s) mundo(s) donde se centra este libro colectivo coordinado por el doctor en Humanidades e investigador del vínculo entre arte y pensamiento mágico-simbólico Roger Ferrer, que aquí reúne a otros seis académicos y divulgadores en un total de ocho ensayos. Frente a quienes ven en el visionario cineasta a un creador posmoderno y tendente al sinsentido, Oculto David Lynch se propone hallar un sentido a sus obras que, eso sí, no está tanto en primer término sino tras el cristal, la cortina o el velo que suele imponerse a nuestra capacidad de razonar. No se busca, en cualquier caso, ofrecer una interpretación unívoca de su cine, cosa que el propio director rechazaría seguramente, sino ofrecer una serie de «lecturas más cercanas al horizonte cultural del autor, o más excéntricas» que conforman su cosmovisión. Arranca este análisis el propio Ferrer, introduciendo el influjo del espiritualismo en la insólita forma de sus películas, ya presente desde su ópera prima Cabeza borradora; hay un nivel abstracto o feérico de su cine que lo emparenta más a Kandinsky o Hilda Af Klint que a casi cualquier cineasta. Javier J. Valencia, autor de Universo Twin Peaks (también editado por Dilatando Mentes), pone en relación la afamada serie con las sociedades secretas y algunas figuras de referencia como la novelista británica Dion Fortune. Otro famoso ocultista, Jack Parsons, es invocado en el primer texto del filósofo Juan Diego Parra Valencia, quien en un segundo ensayo aborda la presencia de la tecnología y las «máquinas mágicas» en la serie. El historiador del arte Mauricio Oviedo, especialista en hermetismo, se centra en la electricidad como portal hacia lo sobrenatural, una asociación muy poco común, pues suelen tratarse como polos opuestos. Marta Piñol, escritora y editora además de experta en cultura visual, enlaza las teorías de Deleuze con el cine de Lynch en su particular concepción del tiempo, que no puede ser pensado como una continuidad lineal o causal; la suya es una temporalidad lírica y onírica, «una suspensión o desfondamiento que activa lo sensorial por encima de la razón» y nos conduce hacia una subjetividad donde se desdibujan las identidades, al igual que en el Antonioni más misterioso. El guionista y autor especializado en relatos Iván Humanes analiza la numerosa simbología lynchiana —de orejas, cajas, animales, colores…— a partir de teóricos como Cirlot o Guénon y reflexiona sobre el lenguaje a partir de la escuela védica tan cara al cineasta de Montana. Finalmente, la periodista cultural y escritora Beatriz García Guirado traza una genealogía de lo weird y lo turbio en Lynch a partir de sus referentes que van de Francis Bacon a El mago de Oz. Defiende García Guirado que «en un mundo narcotizado en donde el horror y la injusticia se viven con inquietante normalidad, la única forma de despertar sea volviendo a verlo todo con la mirada extrañada-surrealista-lynchiana del adulto que aún conserva la capacidad del niño para ser augur/detective. Lo insólito es, por lo tanto, más fiel a lo real que la propia realidad».


Un viaje llamado amor, de Sibilla Aleramo y Dino Campana (El Paseo)

«He aquí un alma como ya no quedan… como ya no quedan… me dije a mí mismo. Su primera carta fue realmente demasiado bella para mí y comencé a dudar, pero ahora ya he comprendido». El 27 de julio del año 1916, a las puertas de la Gran Guerra, el poeta maldito Dino Campana (1885-1932) escribía estas palabras en respuesta a una carta de la escritora feminista Sibilla Aleramo (1876-1960) que, impresionada por el libro extraño y fascinante de aquel, Canti Orfici, inauguraba así una intensa y extraordinaria relación epistolar y un diálogo amoroso que se extendería a lo largo de dos años, pero que resonaría a lo largo de muchas décadas. Hasta nuestros días, cuando la editorial El Paseo publica por primera vez en español una colección de 112 cartas íntimas que dan forma —y qué forma— a aquel inmortal fuego. «Un amor peregrino y tortuoso que marcó la vida de ambos personajes», según señala en su prólogo Manuel Moya, responsable de la traducción y de las notas incorporadas a Un viaje llamado amor. «El amor estalló en un delirio salvaje», comentaría años más tarde la propia Aleramo, quien no obstante mantuvo en secreto la relación y no autorizó la difusión de esa correspondencia hasta dos años antes de su muerte. Campana, que ya había estado ingresado en un par de ocasiones por su fragilidad mental, volvería en 1918 al manicomio, donde sería internado definitivamente y moriría tras catorce años de reclusión y medicación. Pero antes de todo aquello fue feliz «como un chiquillo» por ese amor torrencial, tan vibrante como tortuoso y, en última instancia, bastante tóxico. Aunque más allá del juicio contemporáneo, lo que queda en estas páginas es la memoria indeleble de un intercambio de afectos, temores, desgracias, malestares, confidencias, poemas e idas y venidas sentimentales que han motivado numerosas lecturas y una celebrada adaptación al cine de Michele Placido, con Laura Morante y Stefano Accorsi dando vida a los insólitos amantes. La inmersión en la naturaleza salvaje, la obnubilación de los primeros encuentros —a veces demasiado breves—, las escenas de celos, las referencias a Whitman o D’Annunzio, la amenaza del frente bélico, la violencia creciente en la pareja, los diagnósticos de trastornos psíquicos y sífilis de Campana, el juego epistolar del ratón y el gato de Aleramo y la tragedia de verse por última vez a través de las dobles rejas de una prisión —nada metafórica—. Una relación exultante y compleja, como demuestran cada una de estas expresiones emocionales y literarias: «¿Es cierto que me estás esperando? Volver a ver las luces doradas que te ríen en la cara. Callar juntos, tanto, tumbados al sol del otoño. Tengo miedo de morir antes».


Hikizuri y Oshikiri, de Junji Ito (ECC Cómics)

«Pero ¿cómo demonios me escapo de esta casa? / Hay que estar muy mal para jugar de esa forma con el cadáver de una hermana». Estas escalofriantes palabras se dice a sí mismo El amante de la segunda hija, protagonista indirecto o espectador de la horripilante saga familiar de los Hikizuri, compuesta por seis hermanos huérfanos que siguen habitando la casa junto a la que descansan los restos mortales de sus padres —ubicados en el jardín, para más señas—. Es la primera de las historias de este volumen dedicado a tan estrambótica y disfuncional familia, cuyos menudos integrantes se dedican a jugar en el mundo de los adultos adoptando su vertiente más cruel y sádica, enloquecida y atroz; hasta el punto de hacer creer a aquel desgraciado novio de Narumi, a priori la única medianamente sensata de la prole, que esta se ha inmolado y ha dejado su cuerpo carbonizado para que él la siga amando. Cualquiera que conozca la trayectoria de Junji Ito (Gifu, 1963) habrá reconocido en los citados elementos la imaginación retorcida y aniquiladora de tabúes del historietista japonés. Desde que empezara su prolífica carrera como mangaka en 1987, su universo único lo ha ido convirtiendo en un autor de culto, cuyo personal dominio de los mecanismos del horror y del relato sobrenatural ha dado lugar a un puñado de obras emblemáticas, que destacan además por la estética enfermiza y salvaje de sus viñetas. Como en el tradicional teatro kabuki, la farsa vuelve a hacer acto de presencia en la segunda de las historias dedicadas a los Hikizuri, una Sesión de espiritismo donde, bajo el pretexto de contactar con sus padres en el más allá, de nuevo atraen a una extraña, en este caso una fotógrafa aficionada a los ectoplasmas, a contemplar su macabra cotidianidad. El volumen excelentemente editado por ECC Cómics en el marco de su recién inaugurada serie Junji Ito: Maestro del terror se completa con otros dos relatos en torno a otro de sus magníficos personajes: Oshikiri es un joven que vive en una gigantesca mansión conectada a otras dimensiones, un universo paralelo lleno de monstruosidades viscosas y seres tan informes como espantosos, capaces de generar las visiones más pesadillescas. En el segundo de los cuentos aquí recogidos, La pared, el propio edificio parece cobrar vida, en un argumento que entronca con el terror gótico doméstico y al que Ito le da una vuelta de tuerca en su habitual estilo libre de filtros. Merece la pena rescatar estas piezas del genio nipón (del que dentro muy poco se estrenará una serie de Netflix basada en algunas de sus macabras historias), perfectas como puerta de acceso a uno de los autores de terror más influyentes de los últimos años, admirado por creadores como Guillermo del Toro y a la altura de otros grandes del género como Hideshi Hino.

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