Horas críticas Analógica

Nos perdemos en la vida, pero la vida nos encuentra

Reseña de «Bajo el sol de la rave», de Alejandro Sánchez Romero

Se puede empezar por el final: Bajo el sol de una rave (Serie Gong, 2022), de Alejandro Sánchez Romero, es una novela que puede funcionar como una forma rara de vendaval puesta en página, capaz de arrasar amablemente con el lector dispuesto, como si este fuera un adolescente aquejado por todas las dudas del mundo menos la que concierne a su naturaleza provisoria, aquella relacionada con una esencial fragilidad que se vive como marca de Caín y como estatuto moral. Ese hipotético lector puede perderse a placer; puede dejarse llevar por un libro que es una portentosa aventura de iniciación cuando parece que ya hemos llegado al último tramo del camino, cuando advertimos que la fiesta ha tocado a su fin. Es lo que le pasa al protagonista de la novela.

Como adelanta su título, el libro tiene en su centro una rave, pero se trata de una muy particular, que opera como núcleo centrífugo de un verdadero mar de historias. Es en primer término la historia de Sabino, su protagonista; esa que nos es dado conocer porque se la cuenta a Lena, la chica uruguaya con la que se topa en el evento de marras, en el flujo de los cuerpos encendidos y de la droga. Pero también es la historia de Lena, desgranada a su vez en una madrugada en la que los cuerpos de ambos guardan fuerzas para poder volver al ritmo monstruoso de la rave. El libro pasa con soltura de la tercera persona a la primera, con relatos que se suceden en medio del acontecimiento de la rave y aquello que rodea a esas almas inquietas que se agitan. Los relatos se suman y estiran, casi desesperadamente, como si las historias tuvieran lugar para que los personajes no mueran, para que puedan volverse inmortales, para que la juventud no se detenga nunca y una clase de horror innominado se mantenga a raya. Sabino ama a Lena, pero también ama el vértigo inenarrable que le produce estar abandonado a una situación que lo excede, fuera de las palabras y de su abrazo constrictor; perdido en la vida, pero vuelto a su cauce una y otra vez, como un hijo ingrato al que se insiste, por la fuerza, en dar cobijo en el hogar. En el fondo, la vida nunca perdona.

La acción se traslada en tiempo y espacio, entonces: la historia es también la de Sabino en Madrid, unos años antes, con sus estudios poco convincentes en la universidad y sus amistades y amoríos, que tienen lugar en una ciudad que parece alojar los fantasmas ineluctables de un inopinado Kerouac, así como las luces y sombras de una gran urbe contemporánea cualquiera, con toda su carga política y vivencial de nuestros días o de días cercanos, su estado de protesta, con la Puerta del Sol colmada de pancartas y la revuelta en ciernes de los años de la crisis. Sabino se dispersa por la ciudad, vive en los entresijos de noches heladas, de bares luminosos, protagoniza correrías interminables, todo con un pulso siempre convincente para retratar la corriente eléctrica urbana de la vida con un tono propio de Baroja, en el que nunca se acentúa el aspecto sórdido sino que se lo deja correr con sobriedad y gracia.

Las páginas destilan un humor ponzoñoso pero en verdad poco enfático, sin regodeos ni dictámenes inapelables a la hora de describir la marea de consignas y reconvenciones actuales en la que, sobre todo en el mundo de lo que llamamos cultura, se cancelan sumariamente autores o se reescribe la historia a conveniencia, para hacer encajar mejor las piezas según creencias y nociones vigentes. Sánchez Romero echa una luz que es ecuménica, ajena a sectas y a militancias de moda. Sus jóvenes, especialmente el protagonista, es libre porque está perdido, porque no tiene hogar y tampoco busca uno en las capillas que orbitan a su alrededor, sino que las observa con una displicencia propia de beatniks, para quienes la lucidez opera como fuente de soledad y, en última instancia, aniquilamiento.

En algún punto, es como si las historias se contaran, finalmente, para no perder la cabeza, como Sherezade. Aunque aquí el pánico y el verdugo salen de las mismas entrañas de las víctimas. Sánchez Romero, el autor, demiurgo esmerado de un mundo que rebosa de criaturas díscolas, renuentes hasta el último aliento a una melancolía que amenaza con anularlos, escribe frases contundentes, veloces; frases de hierro que por momentos parecen salir furtivamente de algún libro hard-boiled no acreditado aún. De Madrid a la costa cantábrica, de bares difusos a las catacumbas de París; de las noches sin fin a los amaneceres resacosos y el tedio programado de la «vida normal»; del español del protagonista al rioplatense de Lena y de allí al andaluz más agudo de alguno de los personajes. La novela es también una torre de Babel de la que emana una voluntad global de lucha por la vida, de sobrevivir al instante para poder contarlo, y contarlo para vivir, con una gracia que se hamaca en los modismos del habla y las pantomimas dolorosas de los personajes para no dejarse arrastrar del todo hacia un agujero negro que parece esperar al final del camino. Es, en ese sentido, el retrato de unas vidas de jóvenes cuyas secretas esperanzas se cuecen en el calor del momento, ese que debe estirarse sin miramientos en la rave, para flotar y escindirse del mundo.

 


 BAJO EL SOL DE LA RAVE 
Alejandro Sánchez Romero
SERIE GONG
(Sevilla, 2022)
300 páginas
18 €

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