Las novias, de Cristina Morano (InLimbo)
La adolescencia es un territorio eminentemente terrorífico, y especialmente para las mujeres, como se encargó de recordarnos —para siempre— Stephen King en su legendaria Carrie, un relato que ha sido heredado con similares connotaciones por novelas contemporáneas tan alejadas de ese género como las de Elisa Victoria. Cambios hormonales, choque generacional, crisis existencial y sobre todo conciencia del propio cuerpo, de la posibilidad de que sea fallido o que enferme, de que sea violentado; y a la vez ganas de romper y experimentarlo todo, saborearlo al límite, rebelándose ante la gris rutina que les ponen por delante las clases y los profesores de secundaria. La idea de lo viral y los terribles challenges se convierten en la adrenalina que demandan estas criaturas ávidas y hastiadas, en plena expansión y a la vez suma apatía; un punto de escape de la realidad a base de violencia y transgresión Cristina Morano (Madrid, 1967), que en la escritura ha destacado como poeta —Premio José Hierro—, ha querido escribir en Las novias una suerte de novela gótica sin pretensiones, que resultara cercana al fandom, aunque no ha podido evitar deslizar sus propias debilidades como autora: el tono y el estilo de este libro traen a la mente los de narradoras latinoamericanas del horror social y fantástico como Mónica Ojeda o Natalia García Freire. En esta historia de adolescentes, hay un descenso nefando al abismo y los monstruos de la posinfancia, encarnados en problemas tan reales como la bulimia o la anorexia pero también tan aterradores como el despertar sexual. En ese contexto, el relato introduce un parásito que hace mutar literalmente sus cuerpos. «Madre, apártate de mi patio, estoy transformándome», escribe Sylvia Plath en la cita con que se abre el libro, aunque aquí las mutaciones evocan más bien el concepto de la Nueva Carne, no solo en las películas de su gran artífice, David Cronenberg, sino incluso y en su vertiente feminista, a su reciente heredera Julia Ducournau: «¿Qué es eso? ¿El cuerpo? Algo que sangra cada mes». No parece casual que el origen de Las novias haya estado en un guion para cine del novelista Ginés Sánchez, pero no obstante el lenguaje aquí es puramente literario y se mueve entre lo directo y lo explícito, lo vulgar y lo lírico con igual efecto de fascinación: «Porque nuestro vientre es creador, hacemos lo vivo. Somos laboratorio y brotes. Nosotras. Crisálidas». Una novela tremendamente singular, que además es un retrato de esa edad de la crueldad y la sordidez, de los hashtags y las stories sin filtros morales, del contraste de avatares virtuales y padecimientos carnales. Todos hemos sido adolescentes y sabemos, aunque no nos guste recordarlo, cómo se sentía aquel dolor, aquel ser diferentes (no especiales): «Debería decirle que lleva la razón, / que la gente me mira como / a una rara especie de animal», escribía Morano en uno de los poemas de su libro Las rutas del nómada, anticipando el desamparo que describe ahora en esa generación.
El libro del cine, de VV. AA. (Akal)
Los amantes del cine agradecerán la publicación de este espléndido volumen que se aparta, por un lado, de la cinefilia petulante de tantos manuales, enciclopedias o libros de crítica cinematográfica sesuda, y por otro, del carácter listillo y cuñado de tanto bloguero-influencer-opinador de cine que copan las muchas ventanas de internet. La apuesta de El libro del cine, en magnífica presentación de Akal que para celebrar su tercera edición viene además con contenidos actualizados, es la de un estilo directo, muy visual (lo que siempre es un acierto cuando de lo que se está hablando es de cine), que además de fotogramas y carteles de las películas aludidas, incluye algunas elaboradas infografías dentro de un atractivo diseño general. También simplifica en cuanto a su objetivo, centrando el foco en un centenar de películas que rompieron la baraja, de una u otra forma, y revolucionaron la forma de concebir el séptimo arte por su estructura, su puesta en escena, su subversión de los códigos de género, sus efectos especiales u otros efectos. Un equipo de editores comandado por el periodista británico Danny Leigh, presentador del mítico programa Film de la BBC y autor de numerosos documentales, ha dado forma a un conjunto de reseñas que huyen del comentario plano para ofrecer una visión particular y poco conocida del contexto en que surgieron o se estrenaron, su inspiración y sus talentos en liza, así como lo que supusieron para sus autores y para el público de la época. Se organizan en seis bloques divididos por periodos históricos y que agrupan a varias generaciones de cineastas o temáticas comunes: Visionarios (1902-1931), Una edad dorada en blanco y negro (1931-1949), Temor y asombro (1950-1959), Rebeldes (1960-1974), Ángeles y monstruos (1975-1991) y Un mundo global (1992-presente). Resulta todo un acierto que las películas vengan presentadas con una cita de alguno de sus diálogos, lo que de forma inmediata nos traslada a sus imágenes y a aquello que las ha hecho inolvidables; tan brillantes como: «Si yo fuera tú, montaría una escena» (Gente en domingo), «Todos tienen sus razones» (Las reglas del juego), «¿Me querrás si te obedezco?» (Vértigo), «Puedes hablar con él cuando quieras. Cierras los ojos y le llamas» (El espíritu de la colmena), «Algún día llegará una verdadera lluvia» (Taxi Driver) o «Si tuviera tanto dinero, también yo sería amable» (Parásitos). Como cabe esperar de un compendio de este tipo y como admiten los propios editores, se trata de una selección «forzosamente subjetiva» pero muy cuidada, que incluye elecciones de paladar fino como Amanecer de F.W. Murnau, Cero en conducta de Jean Vigo, La noche del cazador de Charles Laughton, Solo el cielo lo sabe de Douglas Sirk, Los paraguas de Cherburgo de Jacques Demy, Stalker de Andrei Tarkovsky, El dulce porvenir de Atom Egoyan o En tierra hostil de Kathryn Bigelow. Pero también gratas sorpresas como A vida o muerte de Powell y Pressburger, El beso mortal de Robert Aldrich, Dios y el diablo en la tierra del sol de Glauber Rocha, Chelsea Girls de Warhol y Morrisey, Lagaan de Ashutosh Gowariker o Man on Wire de James Marsh, por citar algunas. Suficiente variedad de nacionalidades, géneros, éxitos y fracasos comerciales, títulos grandes y pequeños (al menos en cuanto a aspiraciones) como para no defraudar a ningún lector exigente. Además, incluye un directorio complementario con un total de 86 títulos descartados y que son también imprescindibles, con un breve comentario, una forma también de excusar ciertos olvidos imperdonables para quienes escriben esto: de Las zapatillas rojas a Rififí, Suspense, Jules y Jim, Zombi, Días del cielo, Deseando amar… De lo que nos hace conscientes proyectos como El libro del cine es de lo mucho que nos apasiona, para bien o para mal, y lo que siempre nos hará volver a las películas que nos mostraron cómo vivir en sus imágenes.
La palabra que empieza por A, de Elizabeth Casillas e Higinia Garay (Astiberri)
El original formato de cómic-ensayo está dando en los últimos tiempos algunos sorprendentes frutos, adaptando obras de autores como Yuval Noah Harari o Paul Preston al mundo de las viñetas y jugando con su componente visual para añadir una capa más al ejercicio del pensamiento. Pero resulta aún más interesante el caso de aquellos cómics planteados desde su origen como ensayos: con este que edita Astiberri, nos vienen a la mente los libros de otra autora feminista que plantea cuestiones relativas a la igualdad de género como es la sueca Liv Strömquist. Con similar frescura, perspicacia e imaginación, las autoras de este volumen se enfrentan a un tema tabú con el ánimo de provocar, cuanto menos, una reflexión; y, en lo posible, las acciones o los compromisos derivados de aquella. Publicado el pasado mes de marzo, La palabra que empieza por A supone un recorrido histórico por la consideración jurídica y social del embarazo, que no puede llegar en momento más oportuno, aún abierta la herida de la tristemente histórica decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos contra la interrupción voluntaria del embarazo, que revocaba su propia sentencia de 1973 conocida como Roe vs. Wade y hacía que, en la práctica, este deje de ser un derecho constitucional en el país de las libertades, faro de Occidente; a partir de ahora, cada estado decidirá si lo mantiene o si, por el contrario, ilegaliza esta práctica, como ya han anunciado muchos de los territorios. Algo de esa amenaza ya se filtra en las últimas páginas de este ensayo gráfico, cuyo mayor interés justamente reside en que no se centra solo en España, sino que ofrece una visión amplia del tema, lo que ayuda a entender muchas de sus problemáticas, que tienen tanto rasgos globales (como el lenguaje universal del capitalismo) como culturales. La periodista Elizabeth Casillas y la ilustradora Higinia Garay, que ya publicaron juntas el cómic Todas nosotras (2020), sobre la historia de cuatro salvadoreñas que fueron encarceladas por la ley del aborto en su país, repiten esa mirada abierta que en este caso incluye la «última batalla ganada» para la causa en Argentina. El libro se abre con una cita de El acontecimiento, de Annie Ernaux, hace poco adaptada a la gran pantalla por Audrey Diwan, seguida por una serie de escenas que narran la relación con este tema de un cineasta como Judd Apatow (en cuyas películas «mencionar la palabra aborto es como decir Lord Voldemort en la saga Harry Potter») y la comparan con el retrato que han hecho otras ficciones audiovisuales como Girls, Glow o The Letdown, creadas por mujeres. Con un pie en la cultura popular, humor y rigurosidad a partes iguales, estas páginas proporcionan datos, conceptos, anécdotas, hitos y falsos mitos desde un claro enfoque militante y feminista que no obvia factores esenciales como las diferencias de clase («Las mujeres ricas no abortan, se van de vacaciones») o la influencia de las religiones, con referencias bibliográficas que van de Hadley Freeman a Silvia Federici, de Angela Davis a Giulia Galeotti, entre muchas otras. En su epílogo, Noemí López Trujillo resume la razón de ser de este libro imprescindible: «Pensar en voz alta el aborto para que otros no lo piensen por nosotras; un mensajito en la puerta del baño para que otras lo lean y sepan que estamos cerca». Memoria histórica feminista, define este cómic, del que seguramente necesitemos ya una segunda parte para seguir pensando en voz alta un tema que sigue estando en boca de todos y que debería estar en manos de ellas.
Divinos detectives, de Ramón del Castillo (Círculo de Bellas Artes)
Escribió G.K. Chesterton que «el primer valor esencial de las novelas de detectives radica en que son la primera y única forma de literatura popular en que se expresa la poesía de la vida moderna». Y por ello entendía, ya imaginan, los horrores de la civilización y el progreso. Este libro tiene su origen en el debate «Crimen e ideología», celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el pasado mes de mayo, y en el que participaron su autor, el filósofo iconoclasta y crítico cultural Ramón del Castillo, junto con la experta literaria y también filósofa Cristina Oñoro. Una charla que a su vez partía de la intervención de Del Castillo en la Semana Negra de Gijón de 2020, en una conversación sobre dos mundos aparentemente inconexos como son el marxismo y la novela negra. «Revelar lo ingenioso, astuto, hábil o inteligente que fue un asesino siempre es menos chocante que descubrir algo bastante más simple: que ese alguien decidió cometer un crimen», escribe aquí el autor. En Divinos detectives desarrolla esa idea y explora las formas del relato clásico de detectives y su contexto en la historia de la literatura, pero sobre todo analiza la vertiente ideológica oculta en sus tramas y en sus desentrañadores más célebres: Sherlock Holmes y el padre Brown. Lo hace bajo la mirada de lectores tan reputados como Adorno, Borges, Auden, Brecht —un adicto a las tramas detectivescas, quién lo diría— o el sin par Žižek; pero, sobre todo, la de Antonio Gramsci, que contrapone (y prefiere) la intriga popular sin pretensiones y los «thrillers teológicos» de Chesterton al racionalismo científico de un Arthur Conan Doyle. También está aquí presente el crítico y teórico literario estadounidense Fredric Jameson, quien además firma el prólogo, señalando que el marxista italiano se centraba en los métodos empleados por los dos detectives, «un contraste casi ideológico entre la lógica deductiva y la empatía». Del Castillo cuenta el paso del gótico al policíaco, de lo sobrenatural a lo intrigante, un «tránsito materialista del fantasma al cadáver» que resulta previo incluso al que se efectuaría en el realismo. Y para ello empieza por la obra detectivesca de Chesterton y Conan Doyle, pues «ambos expulsaron los espectros de las historias, aunque cada uno creyera en cosas raras, milagros en un caso, espíritus en el otro». Un análisis lúcido, revelador y divertido, que no deja de lado la acidez de Chesterton, empezando por la brillante cita con que se abre: «Una novela de detectives describe por lo general a seis personas vivas que discuten sobre cómo pudo morir alguien. Un libro de filosofía moderno describe por lo general a seis muertos discutiendo cómo es posible que alguien siga con vida». Touché.