Horas críticas

Macguffin ex machina

Los extraños de Jon Bilbao

¿Qué características literarias debe cumplir una historia para ser considerada novela corta y no relato largo? ¿Son términos intercambiables siempre que el número de páginas se encuentre dentro de un rango más o menos establecido, o incurrimos en algún tipo de delito fenomenológico al confundir su uso?

Es una práctica habitual en muchos escritores de corta distancia el hecho de recurrir a la fragmentariedad durante sus primeras incursiones en relatos de mayor extensión. De alguna manera, su mente parece sentirse más cómoda al moverse entre distintos fogonazos aislados y apenas interconectados, casi incapaces de otorgar al conjunto cierto ánimo de continuidad que reúna cada escena, atmósfera y personaje en la unidad narrativa que se espera de una novela (siempre que ésta se aleje de lo experimental, por supuesto). El resultado suele dejar al lector con el regusto de encontrarse frente a una suerte de 13, Rúe del Percebe enmarcando un conjunto de anécdotas que acontecen en un mismo lugar o momento, y poco más.

Por suerte para los que buscamos algo distinto en este tipo de incursiones, no sucede así en Los extraños de Jon Bilbao. Esta ¿novela corta? que no llega a las 150 páginas es una de esas piezas que juegan en una engañosa media distancia, ya que, como todo buen relato preñado de un inquietante misterio, obliga al lector a dedicar más tiempo a pensar en él tras pasar la última página que no durante el proceso de lectura. Y eso que la propuesta no podría ser más (aparentemente) sencilla: una pareja instalada en el tedio recibe la visita de un familiar lejano y su ayudante, quienes poco a poco parecen ir colonizando el hogar de nuestros protagonistas ante su pasmo inicial y cierto morbo posterior. Porque Jon y Katharina, como nosotros, quieren saber a dónde lleva todo esto y así, con esa distracción, lograr olvidarse durante un tiempo de sus aburridas vidas.

Que el arranque de estos acontecimientos venga acompañado de la visita de unos platillos volantes y la posterior invasión de ufólogos y gente rara en el pueblo no hará más que dar un escenario insólito que acabará conformándose en un macguffin del tamaño de un libro. ¿Recuerdan ese otro ovni que aparecía en la segunda temporada de Fargo para nunca más saberse de él o de sus ocupantes? Pues bien, sin querer establecer paralelismos, diremos que la llegada de los visitantes del espacio exterior de Los extraños actuará como un enorme generador de incertidumbres que, a partir de ese instante, nos hará buscar en cada gesto, detalle de la trama o interacción entre personajes ese significado fantástico. «It’s just a flying saucer, Ed», decía en la serie antes mencionada una Peggy impertérrita ante su primer avistamiento de extraterrestres. Una frase que bien podría haber sido pronunciada por cualquiera de nuestros dos protagonistas si se les hubiera preguntado un par de días después de la aparición de esas extrañas luces, ya con todo el tinglado de sus nuevos huéspedes en marcha.

La narración prosigue y se van creando y rompiendo un horizonte de expectativas tras otro, descubriéndonos que lo que creíamos no era más que otra hipótesis que se vuelve a quedar, otra vez, en el universo de lo posible. Jon Bilbao, experto manipulador de la imaginación de sus lectores, recurre para este fin a una escritura recia que no hace más que entorpecer cualquier posibilidad de intuición o suposición respecto a los hechos contados. Porque hay narradores, sí, pero su voz es tan deliberadamente neutra que no podemos emplearlos como ancla en mitad de esta tormenta de incertidumbres.

¿Es por tanto Los extraños una novela corta o un relato largo? ¿A qué viene que me plantee esta necesidad de diferenciar? No lo tengo del todo claro, pero ha sido mi primera reflexión tras el punto y final. El poso que me queda es el de que he leído lo segundo y no lo primero; de que, de alguna forma, una novela, ese artefacto tan esquivo e indefinible para los teóricos, funciona de una manera distinta a como lo hace la historia que se esconde en las páginas de este libro. ¿Será la sensación de que han sucedido más cosas en mi imaginación que en el propio texto? Puede ser.

Decía Philip K Dick que «cuando un escritor empieza a escribir una novela -a diferencia de un relato-, ésta empieza poco a poco a encarcelarlo, a quitarle libertad; sus personajes se rebelan y hacen lo que les apetece, no lo que a él le gustaría que hicieran». En el caso de Jon Bilbao, la sensación es precisamente la contraria: no hay lugar para la rebeldía entre los personajes porque todo está perfectamente medido y controlado. De ahí que el autor haya confesado en alguna entrevista que no es necesario gastar 400 páginas cuando puedes contarlo en 150. Y de ahí que, a pesar de haber leído Los extraños hace semanas, aún le siga dando vueltas. Por algo será.


Los extraños
Jon Bilbao
Editorial Impedimenta
(Madrid, 2021)
144 páginas
17,25 €

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