Horas críticas Analógica

Atreverse a ser libre

Reseña de «Segunda casa», de Rachel Cusk

«Polémica» es el adjetivo más utilizado para describir la narrativa autobiográfica de Rachel Cusk. Otro de ellos es «brillante», con el que se refieren constantemente a la fantástica trilogía A contraluz, incorporada, con gran acierto, al catálogo de Libros del Asteroide. En Segunda casa, una mujer, que vive con su familia en un paisaje idílico de marismas, invita a un reconocido pintor a pasar una temporada en la casa de invitados que acaban de construir junto a la principal. Podríamos decir que es una pieza rara en las obras de Cusk, pero el motivo es algo que solo se descubre al culminar la lectura y no lo vamos a destripar aquí. La autora pone patas arriba el panorama narrativo con su análisis de los personajes y las grandes verdades sobre las relaciones, la maternidad, los patrones de género, el matrimonio o el feminismo. Mina el texto de las verdades incómodas que le han hecho ganarse los galardones de la controversia: «Yo no he necesitado especialmente tener razón, Jeffers, ni ganar, y he tardado una barbaridad en reconocer lo rara que me hace esto, sobre todo en el terrero de la maternidad, donde la egolatría —ya sea en su vertiente narcisista o victimista— es la maestra de ceremonias.» Su escritura es franca, adquiriendo una perfección formal que fluye, diría, con una naturalidad líquida, no hay atisbo forzado por ningún sitio: escribe como si fuera su deber en el mundo. Rachel Cusk, hay que volver a decirlo, es compleja y, sí, es brillante, una de las voces narrativas actuales más lúcidas que podemos encontrar.

Podría confesar que este libro ha ejercido sobre mí un doble influjo: el de la potencia reconocida de su autora y el de la atracción que ha ejercido sobre mi poder de elección el diseño de la cubierta del libro. Podría decirse que soy frívola al elegir un libro por su portada, pero el libro es un todo. Es una maestría de los editores elegir la experiencia óptima de lectura para los títulos de su catálogo; no estaríamos aquí de no creer en ello. Elegir con esmero, y eficiencia, una imagen editorial, la textura del papel y una cubierta para cada libro. El diseño de la cubierta de Segunda casa, a cargo de la ilustradora y muralista Cinta Vidal, ha sido todo un acierto: el volumen me había resultado hipnótico al sostenerlo en mis manos para valorarlo. Plantea una escenografía en diferentes planos, la fragmentación del espacio doméstico, funcionando al mismo tiempo como la fragmentación emocional de un núcleo físico y familiar. Los habitáculos de la ilustración podrían representar a los dos personajes centrales de nuestra trama: la mujer y el pintor, M y L. Y un tercer espacio, más velado, menos accesible, para todo el desarrollo del combate interior y mutuo de sus identidades y lo que representa, la necesidad de renacer en sí mismos: ser mujer o ser borrada, ser madre y dejar ir, ser viejos, ser jóvenes, ser hombre, ser hipócrita o genuino, ser libre pero no atreverse, ser engendrada, querer quedarse o querer huir; y el dilema subordinado a todos ellos, el que resulta ser el más importante de todos, crear o destruir. La cubierta de esta segunda casa en perspectiva de Cintia Vidal, y Segunda casa, son una magnífica representación de que: «Uno puede sentir una extraña cercanía con el proceso de creación cuando ve los principios del arte reflejados en la textura de la existencia».

Rachel Cusk mina el texto de las verdades incómodas (sobre las relaciones, la maternidad, los patrones de género, el matrimonio o el feminismo) que le han hecho ganarse los galardones de la controversia

Esta novela es también una reflexión sobre el proceso creativo y la conexión del artista con su energía creativa, que puede ser enfermiza, autodestructiva o luminosa, pero lo que está claro es que quienes la poseen establecen con ella un nexo vital: «¿El propósito del arte se extiende al propio artista como ser vivo? […] L no tenía ninguna necesidad de disociarse de sus creaciones o reivindicarlas como el producto de una visión personal». El arte aparece aquí con una doble capacidad: la de crear y la de destruir. Entender el lenguaje del arte, verlo, percibirlo en la realidad, puede ser una auténtica locura. El tópico del artista maldito, atrapado en el lado oscuro, el del desequilibrio de los excesos, y sin poder evitarlo. El creador es libre y arrolla a todo su entorno con su libertad porque, sencillamente, se atreve a serlo.

Cusk nos habla de la libertad, o la falta de ella, desde varios lugares: la mujer que se da cuenta de que no termina de atreverse a serlo, la hija que tardíamente empieza a conquistarla de una manera firme y el pintor que sobrepasa los límites de su libertad invadiendo la de los demás. Mientras que, entretanto, va exponiendo las diferentes maneras en que se relacionan con ella el resto de personajes. Sutilmente teje un mapa de libertades y dependencias alrededor de esa casa principal y de esa segunda casa: «¿Será verdad que la mitad de la libertad consiste en estar dispuesto a aceptarla cuando a uno se le ofrece?».

La sensación final que deja la lectura de Rachel Cusk es una dulce necesidad de relectura, para que toda esa travesía de revelaciones caiga de nuevo y sedimente, dejando mayor estrato en el poso de lecturas, para que se haga más fuerte antes de que el próximo libro traiga nuevas tramas y nuevas reflexiones. Para que repose.

En su momento, Libros del Asteroide hizo una gran elección al introducir en su catálogo a esta autora que es indomable como un animal salvaje, pero sutil.

 


Segunda casa
Rachel Cusk
Traducción de Catalina Martínez Muñoz
LIBROS DEL ASTEROIDE
(Barcelona, 2021)
184 páginas
17,95 €

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