«Llegó el momento en que el sufrimiento de los demás ya no les bastó: tuvieron que convertirlo en espectáculo».
Amélie Nothomb
Suena la sirena diez minutos antes de que lleguen al pueblo. Si vienen por el oeste, empieza a sonar cuando pasan las Cinas-Cinas y la primera casa es la nuestra.
Llegan en cinco o seis camiones sin acoplado. Gritan, silban, aúllan. Los camiones no frenan, en movimiento ellos se van tirando de la parte de atrás a medida que pasan por cada casa haciendo ruido como de tropilla. En la nuestra se tiran de a quince o veinte. Todos huelen a animal. Ese olor fuerte que parece que se te quedara pegado en la punta de la nariz durante días.
Son pelados, ni muy altos ni muy bajos y usan un mameluco naranja lleno de manchas oscuras. Tienen los ojos grandes y muy negros. No sé si son ciegos, a veces me lo parece. Se mueven rápido, saltan muy alto, corren de a zancadas y cuando corren se siente más fuerte el olor a animal.
Vienen hace mucho. Los vi creo que cinco veces. La primera, también estaba escondida en el escobero, como hoy. Fue idea de mi hermana.
—Vos metete ahí, atrás de la aspiradora, ahí no se te ve ni aunque lo abran.
El escobero huele mucho a kerosene, mamá se lo pone al lampazo para que los pisos queden brillosos. Tuve tiempo de girarme en este espacio de medio metro y meter la cabeza entre las mangueras de la aspiradora. Entra un hilo de luz por el marco de la puerta y se ve la mitad del pasillo que va a las habitaciones.
El corazón se me escapa por la boca. Si abren la puerta no estoy segura de si pueden verme. Mi hermana no tuvo tiempo de fijarse porque corrió a esconderse, creo que a la habitación de arriba, porque escuché pasos subiendo la escalera. Espero que se haya metido en el cajón que tiene la cama de mis padres en la cabecera, donde se guardan las almohadas y los cojines. En estos lugares entramos solo nosotras, bah, ella ya no entra en el escobero. Y sin duda son los dos mejores escondites de la casa.
Escucho el ruido de los motores cada vez más cerca y el estampido en el suelo como el de las vacas cuando bajan de la manga. Siento el olor a animal, como a carne de pato asado. El hilo de luz que da al pasillo se tiñe de naranja. Dejo de respirar. No sé cuántos minutos pasan hasta que veo luz blanca otra vez y vuelto a sentir solo el olor a kerosene.
Escucho pasos en la escalera. Alguien corre. Por fin mi hermana abre la puerta del escobero.
—No ven, ellos no ven, ahora estoy segura. Solo huelen. Acá huele a kerosene y el cajón de las almohadas huele al antipolillas que pone mamá.
—Creo que se llama alcanfor —alcanzo a decirle mientras me tironea para sacarme.
—No, el alcanfor es otra cosa —dice, y me abraza agitada.
—Ellos huelen a pato, por eso no me gusta la carne de pato.
—Ellos huelen a sangre, a pelo grasoso. Ellos huelen a muerte.
—¿Es sangre lo que tienen en los mamelucos? —le pregunto mientras sacudo las piernas dormidas.
—Eso ahora no importa, vamos a tomar la leche.
—Yo no tengo hambre, recorramos la casa a ver si encontramos a mamá —digo mientras la sigo por el pasillo.
—No, cuando todos salgan de su escondite van a venir a la cocina. Solamente tenemos que esperar —pone leche a calentar en el jarrito plateado.
—No quiero esperar, quiero ver si todos están bien.
—Ya sabés que no podemos mirar. Es peligroso —me pone la taza enfrente—. No podemos mirar nada, ya vendrá alguien a hacer el recuento —dice mientras plancha con la mano la servilleta antes de pasármela.
Se sienta en la punta de la mesa con su taza enfrente.
—Creo que hoy quedamos solo nosotras.
Con la colaboración del Máster en Creación Literaria de la BSM-UPF, dirigido por Jorge Carrión y José María Micó, catorce años formando a escritores de España y América Latina. Más información aquí.
Florencia Gondra es una argentina criada en las aulas de la educación pública. Friega suelos ajenos para subsistir en la Catalunya profunda, mientras escribe relatos de infancia en su cabeza: la mejor forma de no llorar ante el olor a lejía. Ahora se mudó a la playa, parece que el aire de mar también ayuda y trabaja en su primer libro.
Me encantó este cuento, de esos que te dejan deseando más, que logran en pocas líneas que uno se apegue a los personajes y quiera acompañarlos. Florencia Gondra tiene un enorme poder descriptivo y un aún mayor futuro en esto. ¿Libro, dijeron? Pues ya lo quiero…
Me ha encantado el relato de Florencia Gondra. Te transporta a nuestra infancia.
Habrá que estar muy atentos a ese primer libro. Sin duda yo quiero uno ??
Pingback: "Ahí vienen los de naranja", es de Italo y le publicaron un cuento en España -
Florencia huele a arte desde muy pequeña, y hoy gracias a su gran valentía puede compartirlo con nosotros. Te quiero, hermana de ❤️
Brava, Flora… de Italo tenías que ser.
La mejor narradora, admirable persona.
Excelente, Florcitaaaa!!!! Te felicito.
Siempre me acuerdo de vos!!!!
Tengo un gran amor por el pueblo donde nací y te encontré muchas veces!!!! ITALO.
Un abrazoooo.
Maravilloso, Flor ❤!!!
Verdaderamente hermoso; sos genial, Flor, sos arte en cada parte de vos.
Tu escritura me llena de olores, de recuerdos, de nostalgia. ¡Espero ansiosa ese primer libro!
¡Hermoso! Excelente escritora Flor, siempre te deja con ganas de seguir leyendo.
Me encantó. Lo lees de un tirón y querés más.
??? Miedo del que se siente lindo por tanta descripción certera y familiar ??. ¡Felicitaciones, Flora!
Lagrimeo, con un nudo en el pecho necesito leer más.
Ella, mi gran admiración, es todo lo que está bien. En el mundo literario como en el mundo real.
Gracias por ser siempre esa flor que hacer ver hermoso el jardín. ?
Hece unos años nos conocimos en un escenario complicado y con el tiempo nos hicimos amigas. Excelente como persona, hermosa y transparente como su escritura. Consigue que el lector se diluya en el decorado, viva los hechos y sienta las emociones de las protagonistas como si fuera en propia piel. ¡Bravo, Flor! Y adelante con el libro: ya es hora del reconocimiento. ¡Un abrazo fortote!
Este relato me ha parecido muy profundo e intenso, espero que la autora publique mucho más, para poder disfrutar de ello.
Me encanta esa forma de describir los detalles que hacen que se vivan en propia persona. Una gran admiración por la forma de relatar. Espero un libro completo pronto
En general, una de las bondades de un cuento, que lo hace un cuento, es que es corto.
Lo único malo que le encuentro a este cuento, es que es corto!
Me ha encantado la trama! Tengo que conocer el final! Esperando que pueda leer el libro.
Enhorabuena Florencia Gondra!
Lo leí de un tirón y sabiendo que se terminaba, leí más lento.
Me gusta como detalla todo,
me gusta lo puntillosa que es.
El libro espero que llegue pronto y hasta que eso pase necesito un nuevo cuento! Que placer leerte.