Horas críticas

Espejito, espejito

En torno a «La hora de la belleza», de Olivia Shakespear

«¿Quién es la más bella del reino?», se preguntaba la bruja de Blancanieves. Desde entonces, ¿cuántos rostros habrán buscado algún rasgo de belleza en su reflejo en el cristal? Delante del espejo se sienta Mary Gower para analizar su propia cara. Ella es la narradora y protagonista de La hora de la belleza (Ardicia Editorial, 2020, con traducción al castellano de Carlos Jiménez Arribas), una novela escrita originalmente en 1896 por Olivia Shakespear, quien fue amiga del poeta W.B. Yeats y suegra de Ezra Pound.

Mary Gower es una joven poco favorecida que está enamorada de Gerald, un galán prendado, a su vez, de Bella. Cuando descubre que puede cambiar su apariencia de forma mágica y transformarse en una mujer bellísima, este triángulo amoroso se agita. La nueva Mary, la guapa, rebautizada como Mary Hatherley para que nadie descubra que posee poderes mágicos y que en realidad es Mary Gower, atrae la atención de Gerald, que se rinde a sus pies. Pese a la belleza adquirida, Gower no está satisfecha porque la hermosura no es como la imaginaba.

Esta novela no llega a las cien páginas y tiene la forma de un cuento tanto por la extensión como por la estructura de la narración. El ritmo es rápido y su lectura, sencilla. La obra empieza con una apreciación clara de la protagonista hacia su desfavorecido rostro: «[…] me quedé mirando, como tantas veces, mi cara y lo poco que me gustaba». No lo hace con lamentación, sino incluso con un toque de humor. Al final, termina con una moraleja para aquellos adultos que no saben profundizar ni buscar en el interior y que solo se fijan en los rostros y en la superficialidad de las personas.

La narración que se hace de la transformación de Gower en mujer bellísima es pobre, apenas un trámite, porque Shakespear quiere centrarse más en el encuentro posterior de la narradora con Gerald y el devenir de los acontecimientos. Cuando escribió esta novela, la autora debió de concebirla como una historia gótica con cierta crítica a cómo la sociedad entendía la belleza y las relaciones humanas, sin más pretensiones. Sin embargo, ahora que se ha publicado en castellano, el lector percibe que está de actualidad. ¿Acaso la preocupación por la belleza y por la propia imagen ha perdido vigencia en algún momento?

En el prólogo se dice que las protagonistas de algunas obras de Shakespear son escritoras, quizás alter ego de la autora. Mary Gower no es tal, pero probablemente guarde mucha relación con la personalidad de su creadora. Este personaje experimenta un cambio: de Mary Gower pasa a llamarse Mary Hatherley, de poco atractiva pasa a ser guapísima. De la G a la H, apenas una letra, un paso en el abecedario y, sin embargo, un supuesto gran éxito en su vida. Entonces la belleza daba reputación en la familia, pero también condenaba, reconoce la narradora, pues quien no la poseía no tenía nada que pagar.

Gower se enfrenta con su propio rostro y se maldice por no conseguir atraer la mirada de Gerald, quien dedica toda su atención a Bella. El nombre de este personaje no puede ser más pertinente: es una mujer guapa poseedora de una belleza que Gower anhela. De hecho, la narradora se refiere a ella como «la de la cara perfecta». ¿Es una cara perfecta más bella que una imperfecta? Es más, ¿qué es una cara perfecta? Sea como fuere, Gower no es una mujer envidiosa, al menos eso deja entrever en la narración en primera persona. La hora de la belleza no es una obra basada en el red in tooth and claw, es decir, en la violencia depredadora. En estas páginas no se compite, devora ni pisotea al contrario, sino que se critica la mala suerte propia, en este caso, relacionada con la guapura con la que venimos de fábrica.

Mientras contempla y expone su rostro de mujer bella, Gower analiza las relaciones sentimentales entre hombres y mujeres. Hay personas (y personajes de libro, como verá quien lea este) a las que les vale con que el rostro de su prometido o el de su crush sea bello. Todo lo demás no importa, porque entienden la belleza como exclusiva no solo del físico, sino concretamente de la esfera de piel donde se concentran los cinco sentidos del ser humano. La longitud de la nariz, la distancia entre los ojos o la carnosidad de los labios, entre otros factores faciales, pueden determinar si eres guapo.

Gower desea ser más agraciada para lograr el amor de Gerald. Pero ¿es suficiente una cara bonita para que alguien se enamore de ti? Cuidado con lo que deseas, porque los sueños pueden hacerse realidad. Por su parte, Gerald es un hombre guapo cuya fortaleza física contrasta con su fragilidad emocional. Gower critica su forma de ser y la de los hombres en general, «a los que nada les importa el corazón o la cabeza», que solo se fijan en la belleza y para los que el resto del cuerpo femenino no existe, mucho menos su interior.

Mary, cuando es Gower, pregunta a los demás personajes cómo ven a Mary Hatherley porque quiere regodearse de las buenas opiniones ajenas acerca de esa mujer bellísima que en realidad es ella misma transformada. La belleza de Mary es efímera, llega rápido y se va tan rápido como viene porque tan solo es una cortina de humo, no una característica fija. En un encuentro entre Mary Gower y Gerald, este le dice a aquella que como siga hablándole así terminará enamorándose de ella porque dice las mismas cosas que Mary Hatherley. Entonces, Gower le pregunta: si ambas dicen las mismas cosas y tienen las mismas ideas, ¿qué es lo que marca la diferencia para que él se haya enamorado de Hatherley y no de ella? Spoiler: la cara.

Casi un siglo y medio después de la publicación de esta novela, la obsesión por la belleza sigue germinando en algunas personas con fuerza. En tiempos de redes sociales y sobreexposición de los rostros y el cuerpo, la preocupación por parecer guapos (además de felices y dichosos) en algunos casos es mayúscula, dándose el caso de personas incapaces de hacerse selfis sin añadirles filtros. En La Bella y la Bestia se decía que la belleza está en el interior. Colorín, colorado, de cuento a cuento y de principio a fin, la lucha por alcanzar la belleza no ha terminado.

 


La hora de la belleza
Olivia Shakespear
Traducción de Carlos Jiménez Arribas
Ilustración de Laura Liedo
ARDICIA
(Madrid, 2020)
96 páginas
14 €

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