Crónicas en órbita

El deber del artista, según Danticat

Edwidge Danticat. / Foto: David Shankbone

En Crear peligrosamente, la haitiana Edwidge Danticat reflexiona sobre el arte y el exilio. Inspirándose en la conferencia del mismo nombre de Albert Camus y adaptando sus propias charlas sobre Toni Morrison pronunciadas en la Universidad de Princeton, Danticat cuenta historias de artistas que crean a pesar de (o debido a) los horrores que ocurren en sus países de origen. Combinando memorias, reportaje y filosofía, este conjunto de ensayos examina lo que significa ser artista cuando se procede de un país en crisis, del que muchos han tenido que huir, y es una de las mejores reflexiones sobre escritura e identidad que han caído en mis manos.

Cuando tenía cuatro años, los padres de Danticat emigraron a Estados Unidos, dejándola a ella y a su hermano con unos tíos. Se unió a sus padres cuando cumplió los doce, pero permaneció ligada a su tierra de nacimiento, un lugar donde la gente moría, literalmente, por los libros: moría por escribirlos, moría por leerlos. Con su habla criolla y sus modales haitianos, encontró difícil adaptarse a la vida y la escuela en su nuevo país. Y en parte para escapar a situaciones desagradables, escribió historias, una práctica que había comenzado a una edad temprana, centrándose en la experiencia de lectura y escritura desde el punto de vista del exiliado o inmigrante, que necesariamente está conformada por límites lingüísticos y culturales.

En el primer capítulo encontramos la descripción de la ejecución de Marcel Numa y Louis Drouin ocurrida en Puerto Príncipe, en 1964. Ambos muchachos formaban parte de un grupo de disidentes que alentaba a los campesinos haitianos a desafiar el régimen de Duvalier, y su fusilamiento fue un macabro espectáculo digno de mención por su descarada intención de someter e instruir a través del terror público. El tono documental prevalece en la narración de Danticat: Duvalier ordenó el cierre de todos los negocios y las escuelas, y los campesinos del interior fueron transportados en camiones a Puerto Príncipe; mientras las cámaras de televisión grababan la escena, los procedimientos tradicionales de la ejecución se respetaron escrupulosamente.

Cuando la grabación que maneja Danticat se sitúa en el momento en que la multitud marcha hacia el Palacio Nacional, donde Duvalier apareció en el balcón para saludar, Danticat reflexiona sobre el hecho de contar un suceso, por terrible que sea y por mucho que haya marcado su vida, en perspectiva: no puede sentir el mismo terror que el día de la ejecución fue experimentado en el cementerio nacional. El ímpetu de Danticat por lo histórico y lo político son componentes fundamentales de su identidad como escritora, un impulso que es a la vez deber y deseo de excavar e iluminar esas historias que nunca se han contado o nunca se podrían contar con dignidad.

«Todos los artistas, escritores entre ellos», escribe, «tienen varias historias —uno puede considerar que son creaciones de mitos— que los obsesionan y atrapan. Esta es una de las mías». Como ocurre en la creación de muchos mitos, además del estremecedor choque entre la vida y la muerte, y la patria y el exilio, la ejecución de Marcel Numa y Louis Drouin implica desobedecer órdenes de una autoridad superior y recibir un castigo brutal por ello. Leer, como escribir, en estas condiciones es desobediencia a una directiva en la que el lector ya conoce las posibles consecuencias.

El capítulo «No soy periodista» cuenta la historia del asesinato, ocurrido en el año 2000, del periodista Jean Dominique, comentarista de la radio más famosa y políticamente comprometida de Haití. Danticat narra la historia de la subversión clandestina en la década de 1960 bajo Duvalier, a través de historias de Dominique y su trabajo en el cine y el teatro. Habiendo fundado un club de cine en su comunidad, Dominique proyectó películas internacionales, incluido el documental de Resnais, Noche y niebla, sobre campos de exterminio nazis. Al vincular los horrores del campo de concentración con los de la prisión de torturas de Duvalier, Dominique llegó a decir: «Para nosotros, Auschwitz era Fort Dimanche» (la prisión donde se torturaba y asesinaba en Haití).

Danticat reflexiona sobre el significado de estar en un lugar u otro, aquí y allá, ver las cosas desde dentro o desde fuera, ser haitiano y estadounidense, periodista y lector, revolucionario y testigo. Lo que surge de Crear peligrosamente es una concretización de la filosofía diaspórica de Danticat, una combinación de experiencias, tradiciones, espacios temporales y ubicaciones geográficas. Se niega, o se resiste, a adoptar una posición absoluta sobre temas controvertidos que pueda cerrar la posibilidad de nuevas afiliaciones o que neutralice vínculos incipientes.

Pero hay una pregunta que subyace a todo el libro: ¿Cuál es el deber del artista que ha escapado del peligro pero que todavía está definido por él? «Cread peligrosamente para personas que leen peligrosamente. Es lo que siempre he pensado que significa ser escritor. Escribir, sabiendo en parte que no importa lo triviales que puedan parecer las palabras, porque algún día, en algún lugar, alguien puede arriesgar su vida para leerlas».

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