Horas críticas

Ciudad sumergida

Marta Barone relata la intromisión del partido comunista en la vida privada de sus militantes

Marta Barone, escritora hasta la fecha de libros infantiles, publica Ciudad sumergida, una crónica familiar que amplía su sentido como retrato político de un periodo de la historia italiana reciente. La autora concentra diferentes estrategias narrativas posmodernas para abordar uno de los grandes temas de la última década en Italia: la decadencia del comunismo y los efectos de la violencia armada de grupos de ultraizquierda durante los llamados años de plomo —es decir, las décadas de los 60 a los 80—, tanto sobre los directamente implicados en la acción violenta como en los considerados simpatizantes o «compañeros de viaje». Esta corriente está dando a conocer a escritores muy jóvenes e interesantes —también a cineastas y documentalistas—, que se desmarcan de sus inmediatos predecesores porque prescinden del tono satírico o pop o experimentalista que hemos visto en Paolo Sorrentino, en Giorgio Vasta o en Niccolò Ammaniti. Es llamativa tanto su juventud —nacidos en la década de los 80, arrancan a publicar apenas treintañeros— como la consistencia de su formación y la seriedad de su empeño cívico. Esto significa que la crónica novelada de Marta Barone (Turín, 1987) no surge en un vacío de temas  o de público, aunque probablemente llena varios huecos de orden temático —los estragos del comunismo entre la clase obrera desde la posguerra hasta el definitivo derrumbe del bloque soviético—, geográfico —Turín, en lugar del sur o de Milán o Roma— y de estrategia narrativa.

Para poner en perspectiva el libro de Barone vale la pena hablar antes de otro novelista muy recomendable, al que hemos podido leer en las traducciones de Libros del Asteroide, Giorgio Fontana, autor de Muerte de un hombre feliz y Por ley superior. En la primera trata del héroe civil en su más amplio sentido: un fiscal, Giacomo Colnaghi, que en 1981 —año del nacimiento de Fontana— trabaja en la investigación del asesinato de un político de Democrazia Cristiana en atentado cometido por una banda de extrema izquierda escindida de las Brigadas Rojas. Colnaghi, católico, con la familia lejos de la ciudad, es hijo de un partisano asesinado en la guerra, de modo que la novela contrapone los tiempos de la lucha antifascista y los de la lucha de los grupos de ultraizquierda, sin olvidar el terrorismo negro (neofascista). En Por ley superior (2011) Fontana se centraba en el presente de la emigración y el racismo, la explotación y los prejuicios de los italianos, que parecen haber olvidado su propia experiencia en Alemania o Suiza acabada la Segunda Guerra Mundial. El protagonista es de nuevo un fiscal, amigo del difunto Colnaghi, que se dispone a jubilarse muy honorablemente cuando encara un caso relativo al crimen cometido por un albañil tunecino. En ambos casos, los personajes principales se enfrentan a un dilema que encara la justicia con la autoconservación —asunto paradigmático de Italia como sabemos también por el Saviano de Gomorra—, sobre la base de una reflexión en profundidad acerca de los límites del derecho.

Fontana, por tanto, planteaba la idea de la acción movida por la ética como una forma de heroísmo privado ante los grandes conflictos del país y en el contexto de la gran crisis de 2008. Las fórmulas del estilo ácido sexy-pop que define al Sorrentino de Il Divo, ampliamente imitado luego —véase El hombre de las mil caras (2016), dirigida por Alberto Rodríguez—, no caben en las dos novelas de Fontana ni en La ciudad sumergida, de Barone.

Esta es una joven colaboradora editorial en la segunda década del siglo XXI que dice vivir una suerte de presente eterno en un entorno geográfico a la vez átono y extraño, cuando su padre, médico y asistente social —con quien mantiene una relación tensa—, muere de cáncer en 2011 contando 67 años. Entre los papeles y documentos diversos que llegan a su mano —conservados bien por su madre o por Ágata, la otra esposa del fallecido— se encuentran los relacionados con el paso de Barone por la cárcel acusado de terrorista, según «demostraría» el haber tratado a un terrorista de Primera Línea, hasta ser descargado de culpa y repudiado por sus compañeros.

Intrigada por el documento al que no prestó interés en otro momento, emprende una indagación sobre la vida y la identidad o identidades ignoradas de ese hombre amargado al que no consiguió admirar, Leonardo Barone. El relato se construye en tres partes y en todo momento Marta Barone demuestra que ha leído mucho y que ha escogido de entrada sobre los hombros de qué gigantes caminar antes de encontrar su propio paso. Lo curioso de su estrategia narrativa es que la primera parte se lastra con una voz que insiste en ser literaria pero lo logra a costa de perder la originalidad: suenan los ecos de otras novelas «autoficcionales» de los últimos años con jóvenes mujeres en pos de figuras precursoras sólidas y de una reubicación social a través del acto de escribir, y suena a veces demasiado el Camus de El primer hombre —la obra maestra, inconclusa y publicada en 1994, en que un maduro y ya famoso Albert Camus rastrea la figura de su padre, al que prácticamente no conoció, soldado jovencísimo caído durante la Primera Guerra Mundial, cuya exhumación literaria revive una epopeya de pobreza, resignación y dignidad—.

Intrigada por el documento al que no prestó interés en otro momento, emprende una indagación sobre la vida y la identidad o identidades ignoradas de ese hombre amargado al que no consiguió admirar, Leonardo Barone

Como crónica novelada que avanza a tientas, Ciudad sumergida recuerda también a Hhhh, de Laurent Binet, un work-in-progress que entrelaza la narración histórica del atentado fallido contra «la bestia rubia», Reinhard Heydrich, con las vicisitudes amorosas, la investigación histórica y la escritura. Buena heredera del posmodernismo en la combinación de géneros, Barone recurre además a la descripción e interpretación de fotografías o vídeos de modo que las expresiones y realidades de los protagonistas que antes le parecieron incomprensibles cobran pleno significado al completarlas con los testimonios de colegas, amigos, abogados, esposas del protagonista. Del conjunto de procedimientos emerge la identidad del padre, «el muchacho» al que dedica el libro, un hombre sumamente inteligente que creyó en los ideales de la izquierda italiana pero al que su lucidez condujo a encontrarse incómoda y peligrosamente escindido entre su altruismo —como médico que asistió a terroristas heridos durante las acciones violentas— y su negativa a secundar y defender la lucha armada.

«Y fue así, de forma atropellada, como supe que mi padre participó en la batalla de Valle Giulia del 68 y que fue uno de los líderes más destacados del movimiento estudiantil en aquellos meses; que antes, cuando llegó a la universidad en Roma en 1964, entró en una de las organizaciones cristianas dedicadas a las actividades extraescolares para los niños en las barriadas pobres… y cómo pasó de ahí al comunismo permanecía en el misterio de su vida pre-Ágata. Más tarde, Ágata no recordaba cuándo había venido a Turín: lo había enviado lo que ella llamaba el PCI  m-l: el partido marxista-leninista, Servir al Pueblo» (p. 75).

La novela gana enorme interés en su tercera parte cuando Marta Barone relata, con excelente pulso, la lucha de los obreros por mejores condiciones habitacionales, o las consecuencias nefastas, con episodios escalofriantes, de la intromisión del partido comunista en la vida privada de sus militantes, el impacto político y moral de la irrupción de los grupos armados, incluido el secuestro y asesinato de Moro, y la retórica panfletaria; en medio de ese caos emerge la figura del hombre de excepción que fue su padre. Ciudad sumergida no es una historia tópica sobre el fracaso de la izquierda en los años 80: cuenta una historia que merece ser contada a través de personajes que no suelen protagonizar novelas, es una novela de familia y de transmisión de memoria, busca al héroe y narra la decepción y consigue vincular a su generación, que ella creía falta de un destino, con la historia de los padres y, al rescatar sus luchas y sacrificios, refunda la reflexión sobre qué puede ser la izquierda política moderna.


Ciudad sumergida
Marta Barone
Literatura Random House
(Barcelona, 2021)
304 páginas
19,85 euros

Un comentario

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