Crónicas desorbitadas

Una historia secreta de la música de baile en España

Primera parte: Ibiza

Lea aquí la segunda parte de este artículo


En España, la música de baile es un asunto incómodo. A pesar del éxito internacional de sus locales y festivales, capaces de convocar a decenas de miles de personas, las autoridades siempre han perseguido y estigmatizado este tipo de ocio nocturno; siempre ha sido ignorado y menospreciado por los medios de comunicación. Dos nuevos libros, Balearic y El trueno después del rayo, analizan este fenómeno subterráneo.

Desde Barcelona, Luis Costa confirma que “en nuestro país hay un desconocimiento importante sobre varios momentos clave de la cultura de club”, algo que ya pudo constatar cuando escribió su primer libro, Bacalao (Contra, 2016). “También me di cuenta entonces de que no se había tratado el asunto ibicenco como corresponde, y surgió la idea embrionaria de este nuevo libro. Pero aquí se añade el hecho sorprendente de que los británicos no se han ocupado de cubrir este percal, cuando ellos son protagonistas de la historia”. Costa habla de Balearic (Contra, 2020), una Historia oral de la cultura de club en Ibiza que ha compuesto junto a Christian Len y que, en palabras de este último, consiste en “un retrato de toda la historia del clubbing en la isla, con sus luces y sus sombras, contado por sus protagonistas”. Un trabajo necesario, porque las aproximaciones que existían hasta la fecha, “por parte de medios de comunicación o de algún documental, habían sido vagas, sesgadas o sensacionalistas”. 

La isla bonita

Durante la década de los ochenta, mientras la democracia se asentaba a trompicones en España, la juventud del país descubría una nueva cultura del ocio nocturno. Tras la represión de la dictadura, las ganas de libertad se descorcharon con una explosión de júbilo, que inundó de manera efervescente los bares y las discotecas. Sobre todo las discotecas, donde el modelo tradicional de la verbena popular, alimentado a base de música y grandes dosis de alcohol, podía reproducirse cada fin de semana. Aquellos lugares, auténticas válvulas de escape, sirvieron también como puerta de entrada a toda la música europea y estadounidense que hasta entonces había quedado atascada en los filtros de la censura. Una banda sonora, fresca y libre de prejuicios, que poco a poco fue incluyendo generosas raciones de música electrónica, más abundantes a medida que aparecían drogas nuevas como el éxtasis, que favorecen la desinhibición y el consumo colectivo. 

El movimiento cristalizó en dos escenas diferentes que crecieron en paralelo. Según Costa, la primera era “más oscura y cañera, la otra más luminosa y hippie”

Este modelo funcionó en todo el país, pero cristalizó de manera particular en dos lugares, Valencia y la isla de Ibiza. Dos escenas diferentes que crecieron en paralelo. Según Costa, la primera era “más oscura y cañera, la otra más luminosa y hippie”, y quizás esa dualidad tenga que ver con su repercusión posterior, porque si Valencia sirvió de modelo para la expansión del fenómeno por el resto de España, Ibiza fue el espejo en el que se miró Inglaterra. Todo comenzó una noche del verano de 1987, cuando los DJs Paul Oakenfold, Danny Rampling y Danny Holloway descubrieron aquella concepción elegíaca del modelo de club entre los muros del Amnesia. Bajo las estrellas, con un colocón de éxtasis, alimentados por la mezcla de músicas que pinchaba el DJ residente Alfredo Fiorito, estos amigos decidieron olvidar los rare grooves y el northern soul que habían pinchado hasta entonces y llevar esta nueva religión a su país. Allí, su particular evangelio derivó en la cultura rave y el segundo verano del amor, y sentó las bases para la dominación mundial de la cultura de club.

Sin embargo, el idilio de Ibiza con la música y la contracultura había comenzado mucho antes. Ya en los años cincuenta había artistas y músicos extranjeros viviendo en la isla, y eso ayudó a configurar su particular idiosincrasia. Un marco histórico al que Balearic dedica su primer tercio, y que según Lens “es necesario para entender toda la coyuntura social, histórica e incluso antropológica. Lo que ha pasado en Ibiza no ha sido casual, aunque a toda esa coyuntura se le suma un cuarto elemento telúrico, esotérico, que hace que todo adquiera una dimensión más misteriosa”. Costa insiste también en “la importancia capital que tuvieron los beatniks y los hippies, cuyas dinámicas permitieron crear la escena de cero. Además, el club es ese lugar que congrega a un público especializado para escuchar música, y eso es precisamente lo que era el Domino en los años cincuenta en Ibiza: un bar del puerto donde sonaba jazz muy underground y extremo a toda castaña, con un buen equipo de sonido”. 

Como el anterior libro de Costa, Balearic es una historia oral; un crisol de declaraciones en las que intervienen personajes que vivieron desde dentro la evolución de la isla y de su cultura de club, y que pueden contar de primera mano sus virtudes y miserias. La elección resulta bastante lógica, si tenemos en cuenta la escasez de material escrito que existe sobre el tema, porque al dar voz a diferentes personas los puntos de vista se multiplican y las verdades absolutas se diluyen. Por eso, y a pesar de que se han quedado fuera protagonistas fundamentales (sobre todo los políticos, como la omnipresente familia Matutes, que declinaron participar), el resultado es un trabajo exhaustivo y revelador, rico en anécdotas y en información, que recorre la historia oculta de Ibiza durante más de cincuenta años.

Personajes secundarios

Pregunta.- Entre los entrevistados de Balearic, además de músicos y DJs, abundan las personas que trabajan en los clubes entre bambalinas: empresarios, promotores, productores, camareros y clientes. ¿Es una manera de homenajear a todos esos personajes secundarios que hacen posible la fiesta?

Luis Costa: La esencia de la cultura de club está en la pista de baile, en la gente, en la suma y mezcla de todos los actores que hacen posible que una fiesta funcione. Al principio, la cabina de Pacha estaba de espaldas al público. José Conca me contó que, cuando él empezó a pinchar, la cabina de Chocolate estaba en una habitación aparte, desde la que no podías ver la pista. Y lo habitual en los años ochenta es que la cabina estuviera en un extremo de la barra. El foco estaba en la pista, en el baile, en la música. Así que el punto de vista de toda esta gente al margen de las cabinas y los despachos es imprescindible.

«La esencia de la cultura de club está en la pista de baile, en la gente, en la suma y mezcla de todos los actores que hacen posible que una fiesta funcione»

Christian Len: De hecho, en Balearic aparecen aquellos personajes que han tenido un papel más relacionado con la industria en sí que con las cabinas. Es una pena que no hayan cabido todos los clubbers o personajes carismáticos que nunca organizaron, pero si aportaron color y autenticidad, que ayudaban a dar forma a ese espíritu ibicenco tan especial. 

P.- El libro da también más protagonismo a los clubes que a DJs o figuras personales. En España, tradicionalmente, se le ha dado muy poca importancia al club a un nivel de prensa y crítica musical, a pesar de que el público siempre ha tenido clara su importancia ¿A qué se debe esta desconexión?
LC: Parece increíble que, en pleno 2021, todavía tengamos que alzar la voz para defender que la cultura de club es cultura. Las instituciones culturales, que siempre han mirado hacia otro lado, tienen mucha culpa. Ven las discotecas como lugares donde mandan los excesos y los comportamientos, digamos, dispersos. Y estos estigmas perviven entre los gestores culturales. Parece que los cuarenta años de aislamiento cultural en España siguen pesando. 

P.- La Ibiza de los ochenta, tal y como la cuentan los protagonistas del libro, era un territorio con mucho de amateurismo e improvisación. ¿Hasta qué punto esa falta de ambición comercial fue responsable de la particular cultura de club que se generó en la isla?
LC: Yo hablaría más de anarquía que de amateurismo, porque todo estaba por hacer. Pero tanto Pepe Rosselló como Ricardo Urgell, los dos promotores pioneros de los años sesenta, viajaron regularmente a París, Londres o Nueva York, y visitaron las mejores boîtes de la época, lugares legendarios como Studio 54. Poco a poco incorporaron las novedades que descubrían y mejoraban la experiencia en sus negocios. Sólo tienes que ver lo revolucionaria que era Space cuando la abrió Pepe en 1989, no es casual que fuera escogida varias veces como la mejor discoteca del mundo

«Parece increíble que, en pleno 2021, todavía tengamos que alzar la voz para defender que la cultura de club es cultura»

P.- Muchos de los entrevistados en el libro hablan con nostalgia de esa época, que definen como “la verdadera Ibiza”, a pesar de que en cierto modo ayudaron a destruirla.
LC: Es que no se puede tener todo, no puedes liberar al genio y pretender que vuelva a la botella de inmediato. También es curioso cómo se ven las cosas cuando uno se aleja del ojo del huracán y se mantiene al margen. Juan Arnau, otro pionero de la época, y acérrimo defensor la escena actual, pone en evidencia a todos aquellos que se vanaglorian de lo bien que lo pasaban entonces y lo mal que se lo montan los chavales de hoy: los que han cambiado son ellos, y no la escena, es una cuestión de actitud. No me va el ambiente del Row, el club de Arnau, pero le respeto, y a su edad tiene una visión más moderna que muchos iluminados del clubbing

La invasión de los bárbaros

P.- Una de las polémicas que se cuentan en el libro es la de Balearic Beats, el disco en el que Paul Oakenfold y Trevor Fung recopilaron los temas que habían escuchado en las sesiones de Alfredo Fiorito. ¿Fue una ocasión perdida por parte de la industria discográfica española? ¿Habría existido la Ibiza que vino después sin ese disco y el segundo verano del amor inglés?

LC: Sin duda, habría existido. De hecho, ya llevaba un lustro en marcha. La pregunta es cómo hubiera sido la escena inglesa de no haber aterrizado Oakenfold, Rampling y compañía en Amnesia, aquella loca noche de agosto de 1987. Como se comenta en el libro, en ese preciso momento los ingleses no se enteraban de la película; allí todavía estaban con el rare groove, el hip hop y sus pantalones baggy. La música de Fiorito y Leo Mas en Amnesia, el éxtasis y las pintas ibicencas, les petaron la cabeza. Y todo al aire libre, bajo las estrellas. Cuando volvieron a su fría y gris Inglaterra, corrieron como locos a replicar la experiencia en los nuevos clubs que fundaron: Shoom, The Future, Spectrum. La semilla de la cultura rave inglesa hay que buscarla en Ibiza, en ese verano de 1987. 

P.- La segunda parte del libro explora la British invasion que sufrió la isla en los noventa, cuando los grandes clubes ingleses colonizaron los locales de la isla y comenzaron a desnaturalizar el clubbing que había imperado hasta entonces. ¿Fueron los empresarios españoles un poco torpes al dejar su mejor activo, las salas, en manos de promotores extranjeros?
CL: No creo que fueran torpes. Piti Urgell cuenta que, de repente, los clubes se llenaban a la una de la mañana, con ingleses que consumían desde el principio. Y Andy McKay, responsable de Manumission, reconoce que su acuerdo con Privilege fue muy malo durante años. Los clubes siempre tienen las de ganar: Pacha se convirtió en marca internacional gracias a los promotores ingleses, lo mismo que Space. Los que sí se vieron desplazados fueron los DJs locales, los que habían originado el movimiento, que quedaron en segundo plano. En ese sentido, se puede achacar a los clubes que no supieron proteger el activo cultural. Pero los empresarios estaban ahí por la pasta, mal que nos pese. Así que también hay que señalar a los políticos, que nunca vieron el valor de la escena musical.

«Pacha se convirtió en marca internacional gracias a los promotores ingleses, lo mismo que Space. Los que sí se vieron desplazados fueron los DJs locales, los que habían originado el movimiento»

P.- ¿Fue esa colonización, que impuso el house como banda sonora oficial de la isla, la que motivó que muchos españoles no vieran a Ibiza como un destino interesante? Lo comento porque, en ese momento, en el resto del país estábamos a otras cosas más duras y crudas, como el breakbeat, el techno o el drum’n’bass.
LC: El house no fue ninguna imposición, desde el 86 ya lo pinchaban DJs locales como César de Melero, Alfredo Fiorito o Leo Mas. Y a principios de los noventa, Dj Pippi apostó por este estilo y convirtió a Pacha en el referente mundial de la música house. Así que, cuando los clubes ingleses como Ministry Of Sound o Cream aterrizaron en Ibiza, los clubbers ya llevaban varias temporadas bailando house. Y en los noventa se produce una mezcla brutal y apasionante de diferentes estilos: techno, drum’n’bass, breakbeat, trance, IDM… 

El milagro turístico

P.- La tercera parte del libro, que recorre las dos últimas décadas, marca el cénit de Ibiza como destino turístico, pero también su progresiva pérdida de influencia a nivel musical. ¿Se trata de dos cosas incompatibles? ¿O acaso Ibiza sufre de los mismos problemas de turistificación y especulación que otras capitales europeas como Berlín o Londres, solo que amplificados por su condición insular?
CL: Ibiza es un reflejo exagerado de lo que sucede en otros lugares. Al ser una isla que vive en gran medida del turismo, y al estar ese turismo enfocado en buena parte al clubbing, la música, la belleza natural y el hedonismo son más llamativos y ejercen de imán para gente de todo el planeta. Tanto ricos como gente trabajadora ven en la oferta de la isla una vía de escape, cada uno en proporción a lo que puede pagar: unos por las calles del West End y otros en sus yates. Las tendencias se homogeneízan en todo el mundo, y en Ibiza se exageran, porque todo está más concentrado y es más desinhibido. Es innegable que a nivel musical no nace nada nuevo, todo llega de fuera. Pero eso sí, si triunfa en Ibiza, triunfa en todo el mundo. 

P.- En Balearic se habla de la Ley Turística que concede a los hoteles libertades inusuales al respecto de las actividades musicales. El libro se centra en la que se aprobó de manera específica en Baleares, pero en realidad existen leyes parecidas en casi toda España. Y me llama la atención que, a la vez que se ponen cada vez mayores trabas a la música en bares, discotecas y salas de conciertos, que tienen que cumplir medidas de aislamiento casi imposibles, y por tanto huir a las afueras de las ciudades, los hoteles pueden hacer prácticamente lo que quieran. ¿Es todo una pura cuestión de política? ¿Un error por parte de las asociaciones de hostelería, que no son capaces de hacer lobby, como si sucede con las empresas turísticas?
LC: No hay quien lo entienda. Y el problema no está en regular y abrir la actividad de los hoteles, sino en que se limita y persigue la actividad del resto de espacios, bares, salas de conciertos y discotecas, que son los hábitats naturales de la música. El mundo al revés. 

CL: La ley de los 65db por ejemplo. ¿Cómo puede ser que en Ushuaïa haya miles de vatios de potencia al aire libre y luego se le prohíba a un lugar como Racó Verd, donde se han celebrado pequeños conciertos desde hace décadas, que supere los 65db? ¿O que haya restricciones para los pequeños bares del puerto que le daban color a la Ibiza de noche? No hay que entrar en un juicio de valor, no significa que una cosa sea mejor que la otra. Es que se necesita una regulación equilibrada y que esté sujeta a unos valores culturales, no solamente a los económicos

P.- Es interesante que los políticos, que son los grandes responsables de todos estos cambios, no hayan querido participar en el libro. ¿Echáis de menos esa visión en Balearic?
LC: Absolutamente, y es una lástima. Pero ya explican los protagonistas que esto siempre ha sido así, que cuando han intentado involucrar a los políticos no ha habido manera. Yo todavía estoy esperando, cuatro años después, que alguna institución valenciana diga algo respecto al bacalao. Y a ver qué pasa con las ibicencas.

CL: Si la política es un cristo en todas partes, en Ibiza lo es todavía más. Para empezar, en la isla hay muy poca conciencia política, y mucha desconfianza por buena parte de la población, sobre todo la que ha llegado a Ibiza buscando esa especie de limbo contracultural. Y por otro lado, los políticos han estado casi siempre al margen del clubbing o de la escena musical de la isla, nunca la han sabido valorar como un activo cultural. Eso ha generado la desregularización de la que hablábamos, pero también una polarización entre la propia sociedad ibicenca. Ibiza necesita inventariar su escena musical y crear un ecosistema equilibrado entre todas las partes. Incluso para aquellos que quieren una isla más tranquila, con menos ruido y menos ajetreo. 

«La escena de club en Ibiza es demasiado fuerte y grande como para que la pandemia se la lleve por delante»

P.- Por supuesto, tengo que preguntaros acerca de lo que está sucediendo con la pandemia y la cultura de club. ¿Creéis que será capaz de sobrevivir, o se verá obligada a cambiar de una manera radical?
LC: La escena de club en Ibiza es demasiado fuerte y grande como para que la pandemia se la lleve por delante. A corto plazo, todo apunta a que se replicará el modelo que ya imperaba, de segregación entre los VIP y el resto del club. Las salas se verán obligadas a seguir así en un primer momento para poder sobrevivir. Pero se tocará techo muy pronto, porque la sociedad se va a empobrecer (aún más) y el sistema no será sostenible. Será el momento de explorar nuevas vías y potenciar otras que ya están en marcha. Se abren un espacio y momento excitantes en este sentido. Es cuestión de paciencia, imaginación y buen gusto

CL: Yo aquí auguro, y sobre todo deseo, que la fiesta volverá a la pista de baile. La gente empezaba a estar cansada del mismo show: grandes DJs superestrellas que cobran una morterada, y que son el foco de atracción, de las miradas, los que venden los tickets. Un modelo competitivo basado en cachés locos, que hace que los precios solo puedan ser caros. Hay que desinflar los cachés, los egos y devolver el protagonismo a la música y a la pista, a la comunidad. Es lo que hemos hecho desde el principio de la humanidad, reunirnos en torno a un fuego y bailar al ritmo de la música para celebrar lo que sea, juntos. 

P.- En este sentido, ¿existen movimientos encaminados a hacer la isla más sostenible y accesible, o solo es una cuestión de tiempo para que todo vuelva a ser como antes? ¿Corre Ibiza el riesgo de morir de éxito?
CL: Empieza a notarse un cambio hacia la sostenibilidad, en todos los sentidos. Está en muchas conversaciones y en algunas conciencias de la industria. Y espero que no se trate del discurso políticamente correcto de turno, o de una suerte de greenwashing. La explotación natural de la isla debe cesar, los precios se tienen que equilibrar con la diversidad de clase y hay que desinflar la burbuja de cachés de DJs. Quien mira a corto plazo, quien va solo a por la pasta, querrá volver al modelo anterior. Pero lo cierto es que, o cambiamos el chip, o nos vamos todos al carajo.

2 Comentarios

  1. Excelente trabajo , tanto visual por un futuro lejano como por un pasado nostálgico y necesario, enhorabuena por esta preciosa publicacion!!!!

  2. Pingback: Una historia secreta de la música de baile en España II: Los hijos del bacalao - Revista Mercurio

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