Crónicas desorbitadas

Ruta por el arte urbano del azulejo en Sevilla

Por CarlosVdeHabsburgo – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0,

Hay dos atribuciones que se hacen a la ciudad de Sevilla que no son en absoluto casuales. Su condición de ciudad de la luz y lo fotogénico de cualquiera de sus rincones. La latitud, el clima y las arquitecturas de mil épocas que se han superpuesto, influenciado y convivido han creado un escenario que ha sido y sigue siendo inspirador para artistas de todos los tiempos. A tal punto que el arte ha rebasado el espacio de sus museos, extendiéndose por sus calles, y permitiendo disfrutarlo a cualquiera que pasee por ellas. Este arte callejero tuvo una particular explosión a principios del siglo XX, con el arte del azulejo publicitario, algunas de cuyas obras siguen luciendo en las fachadas sevillanas. En sus cercanías, la ciudad esconde además secretos reservados únicamente a quienes la conocen muy bien.

Ruta por la azulejería publicitaria

Cuando los anuncios se hacían para durar, grandes murales cerámicos componían llamadas a la atención del público en las fachadas de los comercios. Y en pocos lugares se hallan tan bien conservados como en el centro de Sevilla. Ningún lugar mejor para comenzar la ruta que nos permitirá conocerlos que el número uno de la calle Rioja esquina con Sierpes. Allí encontramos una composición de tres metros por uno y medio que es una alegoría del comercio. El dios mitológico que lo protegía, Mercurio, hace un ofrecimiento a la diosa abundancia, imagen coronada por el NO8DO, emblema del ayuntamiento de Sevilla. Lo que contemplamos es una obra del ceramista José Recio del Rivero, famoso en su época por los murales cerámicos, y por ser uno de los fundadores del estilo regionalista. Amante del Renacimiento, hizo concesiones al art decó y al modernismo, aunque en lo que acabaría siendo magistral fue en su imitación de la cerámica antigua de los siglos XVI y XVII.

Para viajar a la época del artista nada mejor que visitar el 40 de la calle Sierpes, minúsculo local modernista de tres plantas,  donde la sombrerería Maquedano continúa abierta 117 años después de su apertura, en el mismo local. Con las mismas cajas blancas albergando cualquier sombrero imaginable, para todos los géneros: mil maneras distintas de cubrirse la cabeza. Que no se termina ahí, porque el comercio tradicional y el más moderno conviven en una de las zonas de compras referentes de la ciudad.

Continuamos por Sierpes hacia la calle Jovellanos, donde encontramos un trampantojo para la vista. El mural de azulejería, sobre una fachada pintada del característico rojo sevillano, representa la presencia de una peña en la Feria de Abril de 1934. Pero de fondo vemos la casa y restaurante en la que esa peña tenía su sede, que es el mismo edificio que tenemos delante. Si nos retiramos un poco hacia atrás, comprobaremos que es idéntico al del mural cerámico. Azulejo sobre azulejo, hasta el santo con el Niño, a nuestra derecha, permanece en la fachada y reflejado en el azulejo del mural. Un verdadero juego de guiños para la vista.

En el número 9 de esta misma calle está expuesta La rendición de Breda. O casi, porque aquí tenemos a su autor Velázquez con la pose de su estatua frente al Museo del Prado, donde se alberga su célebre cuadro. Paleta y pinceles en la mano incluidos. Detrás de él, en el mural, está el famoso óleo de Las lanzas, en una interpretación que, vista hoy, parece un verdadero meme. ¿Qué anunciaba? Si nos fijamos en los azulejos poco llamativos de los lados, leeremos que la compañía Seguros Velázquez aseguraba tanto cascos de buques, como robo de ganado o incendios.

Antes, todo tipo de carteles se hacían en forma de azulejos de cerámica, incluso los anuncios.

El artista de esta obra, Enrique Mármol Rodrigo, fue muy amigo del antes citado José Recio del Rivero. Dicen que podía dibujar de memoria el Cristo del Gran Poder y a la Macarena, de tantas veces como los reprodujo. Pues mientras no hacían anuncios, estos maestros se dedicaban a los santos, vírgenes y cristos que lucen aún en tantas fachadas sevillanas, igual en templos que en edificios laicos.

Seguimos por Sierpes, esta vez hasta su número 41. Para alzar la mirada hacia el mural cerámico de la tienda Deportes Z, fundada en 1921 por Zacarías Zulategui Huarte. Ni que decir tiene que con ese apellido el hombre era vasco y ahí tenemos para subrayarlo el motivo de la parte inferior del mural. Un juego de pelota vasca aparentemente con cesta punta y en el típico frontón de pueblo. Por encima, y ya con un estilo más sevillano, se anuncia la armería que complementaba el negocio, siempre con la Z de su fundador bien visible.

Hemos dejado el mural más espectacular para el final, un anuncio de un coche Studebaker realizado en el año 1924. A bordo viajan cuatro mujeres vestidas a la moda de los años veinte, conduciendo por el campo y con la estatua del pensador de Rodin apareciendo entre unos jardines. Ojo, que aquí no todo es publicitario. La marca de automóviles quiso hacer un guiño a la función original del local sobre el que sigue colocado, un club de tertulia, de pensadores. Ironías del destino, esta marca estadounidense comenzó haciendo coches eléctricos, modalidad que abandonó para centrarse en los de gasolina, como este seis cilindros del mural.

Para terminar el recorrido, y aunque sea salirse de las delicias del azulejo, merece la pena acercarse a contemplar la fachada del ayuntamiento en la Plaza de San Francisco para conocer otro de los secretos de la ciudad. Allí hay un medallón esculpido con la imagen de la actriz Grace Kelly, la que luego fue Princesa de Mónaco. Podría, por su aspecto, ser cualquier mujer de esas que aparecen en fachadas renacentistas, pero en 1996 el artista Manuel Echegoyán, que acometía parte de la ampliación del edificio, quiso conmemorar a la actriz que había visitado la Feria de Sevilla. Eso, o ser mirado eternamente por ella, porque si nos fijamos en la figura masculina de la izquierda, es un autorretrato del artista. Sobre ellos dos está su firma: «EChegoyan». Un tipo que atrapó para siempre la mirada de la estrella de Hollywood y princesa de Mónaco.

En el origen de todo, el barrio de Triana

El recorrido estaría incompleto sin desplazarnos al barrio de Triana. Muy citado como cuna o escuela del flamenco, lo es también de una tradición alfarera milenaria, donde las influencias de Al Ándalus y de las tres culturas se mezclan, continúan y se desarrollan hasta el presente.

Su referente es el Centro Cerámico Triana, un museo con hornos históricos, piezas relevantes en exposición y un diseño arquitectónico contemporáneo, que ayuda a entender la importancia de este oficio.

Del mismo autor del mural de Seguros Velázquez y para ver lo que hacían al dedicarse al arte sacro, tenemos un retablo cerámico en una de las fachadas de la Iglesia del Salvador, la de la calle Villegas. Además de ser el mayor de los que existen en la ciudad, su Cristo está representado a tamaño natural.

Y en la calle Castilla nos espera la última gran muestra de la publicidad azulejera. La línea de vapores del Guadalquivir, con un barco en el río que parece sacado del Misisipi y de las Las aventuras de Huckleberry Finn. Ojo, que algunos como el Sanlúcar eran vapores eran de gran lujo, tenían salas de baile, de lectura, y restaurantes. Decían en su tiempo que lograron que la playa empezara en Triana, y su gloria duró hasta 1932, en que suspendieron definitivamente su actividad.

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