Entrevistas

Mikel Ayestaran: «La palabra “guerra” no define lo que pasa en Gaza. ¿Cual es esa palabra? No lo sé, me quedo sin ellas»

Escribir sobre el horror. Contar historias cercanas cuando no se permite viajar al sitio donde ocurren estas historias cercanas. Resistir las tentaciones de presentismo y bucear en su historia para encuadrar, adecuadamente, uno de esos lugares de los que todos hablamos y muy pocos conocen. Todo sin morderse mucho la lengua, claro. Eso es lo que ha hecho Mikel Ayestaran (Beasain, 1975) en Historias de Gaza. La vida entre guerras (Península, 2025), un ejercicio de periodismo moderno, transgénero y comprometido que intenta explicar no solo lo que nos cuentan sobre esa Franja renombrada e ignota, sino, quizá especialmente, aquello que no nos dicen, o que no quieren decirnos.

Hablamos con Mikel vía telefónica para que nos explique sobre sus distintos viajes a Gaza, sobre las crónicas que se trajo de allí, sobre cómo es informar desde la censura y sobre qué cosas nuevas contarte de bombardeos que bombardean lo ya bombardeado…

Viajas hasta la antigüedad para explicar la Gaza de hoy. La mayoría de la gente nos cuenta solo a partir de la nakba…

Es algo que tenía muy metido desde siempre, que este sitio era uno de los que siempre ha estado ahí desde el punto de vista histórico. No es algo moderno que venga desde la nakba, aunque a nivel mediático lo parezca, nos ha ocupado más espacio, diría yo, que Jerusalén desde entonces. Pero históricamente tenemos un enclave que, si lo miras en el mapa, es esa puerta al desierto que desde los faraones todo el mundo ha intentado tener bajo control. Y eso me parecía interesante. Los filisteos, los persas, los babilonios, los griegos, los bizantinos, romanos, árabes, me parecía interesante que la gente se diera cuenta de que en Gaza hay asentamientos de hace tres mil años, no algo que venga del 48.

¿Se puede informar desde fuera del terreno? Tú te has visto obligado a hacerlo con este tema en el último año y pico…

No es que se pueda, es que se debe, es nuestro deber intentarlo. No es lo mismo, lógicamente, no tienes el mismo acceso ni la misma capacidad de informar, pero las circunstancias son así, y no nos dejan entrar. También debemos reflexionar que si no nos dejan entrar es por algo. Y no solo eso, sino lo que están pasando muchos colegas dentro. El control del relato es fundamental, y por eso nos dejan fuera. Precisamente por eso debemos informar como podamos, no es lo mismo pero es la única forma de superar este grado máximo de censura.

Hay un momento en tu relato que le das mucha importancia a unas fotos que te mandaba una familia desde Gaza, donde se ve lo que van a comer cada día. Es una imagen muy potente…

Por desgracia esa serie de instagram sigue abierta, la empezamos en el 24 y se titula “Menú de Gaza”, el objetivo es que acabe cuando haya un alto el fuego. Al final tienes que buscar distintas formas de explicar eso, que es el uso del hambre como arma de guerra. Yo lo he tenido que hacer a distancia, y para eso las redes sociales son una buena plataforma. A través de algo tan simple como un plato, cuando lo repites día a día y analizas que esta gente lleva diecinueve meses sin probar carne, pescado, verdura fresca, lácteos, te das cuenta de lo que supone, en pleno siglo XXI, que usen el hambre como arma de guerra… y ahora más, que también están usando el reparto de ayuda humanitaria. Así que utilizamos instagram para hacer periodismo de guerra… aunque la palabra “guerra” para lo que ocurre en Gaza.

¿Qué palabra utilizarías?

Es que ni lo sé, me quedo sin palabras. Pero una guerra no es, no hay un ejército enfrentándose a otro ejército. Es una situación absolutamente anormal, no me la he encontrado en mis veinte años de experiencia, porque es un lugar que antes ya estaba cercado, ahora está totalmente cercado y tenemos un superjército que… Yo ya no sé qué están bombardeando, bombardean sobre lo bombardeado. Y se enfrentan a una milicia que, como ocurre siempre con estas milicias, es una fuerza fantasma, está pero no la ves. La palabra “guerra” no define lo que pasa en Gaza. ¿Cual es esa palabra? No lo sé, me quedo sin ellas.

Ahora que dices lo de bombardear sobre bombardeado… tú en el libro hablas sobre distintos episodios, ataques a lo largo del tiempo, y es algo escalofriante sentir que a veces no sabes de qué año te están hablando, que se confunden las fechas porque esto ocurre de forma periódica.

Se nos olvida, pero desde el año 2008 ha habido por lo menos cuatro grandes operaciones que dejan miles de muertos y un grado de destrucción impresionante. Y parece que todo empieza el siete de octubre (de 2023, fecha de los ataques de Hamás). Que no, que no, esto, en lo referente al conflicto entre Israel y Hamás, no viene del siete de octubre, sino de mucho antes. La ofensiva de 2014 fueron 2500 muertos en apenas cuarenta o cincuenta días, la mayoría mujeres y niños. Eso es muy reciente, pero parece que se nos olvida. Sobre Gaza informamos, en los periodos de entreguerras se nos olvida, vuelven las armas y volvemos a hacer eco de Gaza, pero en medio hay un sufrimiento enorme de un pueblo absolutamente desconectado del mundo, con un bloqueo al que se suman, de vez en cuando, estas operaciones. El siete de octubre fue Hamás quien rompió el alto el fuego, pero las anteriores ocasiones era Israel quien rompía los acuerdos. Es una situación… no empieza el siete de octubre, ni muchísimo menos.

Recurres en el libro al uso de whatasapps, redes sociales, nuevas tecnologías… no sé si es algo provocado por el contexto, como me dijiste antes, o el reconocer una nueva forma de informar.

El formato es lo que menos importa, importa más el contenido. Pero es que aquí no tenemos otra, whatsapps y redes sociales se han convertido en una herramienta más. Lo bueno del trabajo en redes es que es más transversal, más abierto, permite más contacto con la gente. En X hay un lenguaje más sectario, hay más trincheras, pero en instagram me he encontrado un público diferente, más correcto, más interesado por las historias que cuentas. En este conflicto, al no poder estar allí y trabajar a distancia, he ido descubriendo los diferentes lenguajes que hay en las redes sociales.

¿Cómo afrontas la escritura sobre algo que está aun ocurriendo?

Es muy complicado. La primera vez que tuve esa experiencia fue con Las cenizas del califato (2018), que estaba muy pegado al final de ese califato del Daesh, iba recorriendo cada punto liberado. Me di cuenta que esos libros, tan pegados a la actualidad, muy pronto quedan viejos. Así que no quería hacer un libro sobre el siete de octubre, el siete de octubre tiene que aparecer, porque es uno de los capítulos principales de este conflicto, la Gaza que vamos a tener a partir de ahora no tendrá nada que ver con la de antes del siete de octubre. Pero no quería ceñirme solo a eso, por eso usé un recurso que consideraba imprescindible, que era hacer una parte histórica de peso y también utilizar relatos de personajes de hoy que nos expliquen un poco cómo es la vida de un Palestino que ha nacido tras el establecimiento del Estado de Israel. Lo más complicado era el punto final, por eso decidí que acabábamos con el alto el fuego, aunque sabía que era temporal. Sabía que cualquier final que eligiera será ficticio, porque el conflicto va a seguir existiendo mientras siga esta situación de ocupación.

Es también, la tuya, una obra que explica cómo se hace o cómo se puede hacer hoy en día el reporterismo de guerra.

Imagino que lo dices por lo que hablamos antes de redes y whatasapp. Yo creo que para que este proyecto de redes haya llegado a la gente lo que tiene que haber detrás… Yo conozco a esta familia desde hace veinte años, nos conocemos mucho, detrás hay un factor humano que hace que mantengan este compromiso a diario, aun en esta situación. Eso solo se produce cuando tienes una relación de este tipo, porque ellos tienen veinte mil cosas más importantes que enviarte a ti la foto de un plato. Así que sí, es verdad, las redes valen, pero importa lo que compartes en las redes, que sea un contenido potente. Eso es clave, da igual el formato.

En el caso de esta familia es algo lógico pero, al hilo de esto, en general en el libro hay una obsesión por poner nombres concretos a los que de otra forma podrían parecer “personajes estándar”.

Sí, una cosa que los israelíes han hecho muy bien, sobre todo a raíz del siete de octubre, es que veías el día a día de la información y salía cada una de las víctimas del ataque de Hamás con su nombre, sus apellidos, su obituario, fotos en los medios, entrevistas a sus familias… Este cuidado por las víctimas es fundamental. Y en Gaza no es así, en Gaza son cifras. En mi caso he tenido la suerte de viajar mucho allí en periodos de entreguerras, y cuando callan las armas habla la gente, para nosotros es una maravilla. Puedes conocer a todo tipo de gente, con sus ambiciones, sus deseos, humanizar a estas personas que muchas veces nos parecen solo una estadística.

Otra cosa que haces es hablar sobre su vida, sobre su día a día. Me ha gustado mucho la parte de las actividades deportivas, las lúdicas.

Sí, sí, cada vez que hablo de eso… parece que… el equipo de amputados, el de… Es un sitio muy especial, y todo lo que pasa allí… ese tipo de cosas, querer la vida normal… Ellos siempre te dicen, yo quiero una vida normal, fíjate. Entonces intentas contar cosas normales, quienes aprenden a nadar, la cafetería de mujeres, que a mí me gustó mucho, porque eran mujeres muy valientes en una sociedad tan conservadora como la gazatí, lo del fútbol que te decía antes, el tema del judo… Y luego me he dejado mucho fuera, recuerdo el tema de un ciclista que perdió una pierna y al que acompañé una semana en los entrenamientos. Historias que son la hostia.

Hay una cosa de tu libro que me ha gustado mucho, porque huye del tratamiento habitual a estos asuntos… Hablas sobre cómo la Franja tiene diferentes localidades, y cómo las mecánicas del poder y la vida son diferentes en ellas. A veces hablamos de Gaza, y de los palestinos, como si fueran un único ente.

Ese es el gran éxito del bloqueo, de que te pongan un muro y no puedas entrar… El gran éxito de eso es el desconocimiento, la nebulosa. La gente no sabe porque la gente tampoco puede ir, entrar en la Franja de Gaza era muy complicado, periodistas con permiso de Israel, cooperantes, alguna visita internacional… Pero por supuesto que hay localidades diferentes, incluso el concepto de Franja es moderno, hasta que se crea el Estado de Israel no se maneja. Entonces hubo un flujo de refugiados palestinos muy grande que se establecieron allí en torno a diferentes ciudades. Pero lo que era muy característico en Gaza es que los gazatíes de toda la vida no se mezclaba con estos refugiados, y eso llamaba mucho la atención. Ahora ya sí, claro, ha cambiado con las décadas, pero antes no, incluso no había matrimonios entre ellos. Desde fuera se pierde esa perspectiva. Pero es que es un lugar que cambió un montón en 1948 con la llegada de miles y miles de refugiados, todo el mundo pensaba que iba a ser temporal, pero allí siguen. Y me parecía importante eso. Y luego está el tema de la división entre palestinos. Están los palestinos de Cisjordania, que se parecen mucho más a los jordanos; y los palestinos de Gaza, que se parecen mucho más a los egipcios. La mejor estrategia de Israel, siempre, ha sido el “divide y vencerás”, y con los palestinos lo ha hecho metafóricamente y también físicamente, porque hay una desconexión total entre Gaza y Cisjordania.

También te iba a preguntar sobre algo que se suele tratar poco en los medios, que son las presiones que tienen los gazatíes por parte de los suyos.

Presiones inmensas, la división política es feroz. El enemigo de Hamás no es Israel, sino Fatah, y el enemigo de Fatah no es Israel, sino Hamás. Y en medio están los palestinos. Uno de los grandes castigos que tienen los palestinos es su liderazgo… con lo que tienen en Ramala, con Mahmud Abás al que la población no tiene respeto, no reconoce, un tipo que se puede venir a Bruselas pero no puede ir a Belén porque la gente le va a tirar tomates, y luego Hamás, que es un movimiento político pero tienen un brazo armado que es quien realmente quien manda. Y nunca ha sido Gaza un ejemplo de libertad o derechos humanos, y creo que es importante también decir eso. Hay mucha gente que no está a gusto con eso, pero… es como cuando los israelíes dicen que los gazatíes no hacen nada contra Hamás… joder, claro, es que Hamás tiene las armas. Israel con su ejército y con cincuenta mil muertos no ha podido con Hamás, ¿y esperas que la gente pueda con Hamás manifestándose? Hamás tiene las armas, y las tiene, en parte, porque Israel se lo permitió, el propio Netayanhu lo ha reconocido esta semana, que Hamás para ellos ha sido un factor importante para mantener desunidos a los palestinos y alejar un poco más la creación de un Estado Palestino.

No sé si lees el libro como un conjunto o como una colección de artículos a la que das una coherencia interna.

Al final es una crónica de muchas cosas… hay de todo, episodios que son como crónicas que me he ido encontrando con el paso del tiempo y las coberturas… yo siempre he escrito así, es una crónica de crónicas.

Huyes de la casquería, manteniendo la distancia con lo que, entiendo, es una especie de pudor.

Total, a mí no me gustaría que si fuera mi madre la que está delante fuera protagonista de esa casquería. Este debate lo tenía con un médico que trabaja en Gaza y él me decía que somos demasiado light a la hora de mostrar imágenes, que él sería partidario de algo más explícito… No sé. A la hora de escribir quizá puedes ir un paso más allá, hacer un relato más crudo del que yo hice… pero ese no es mi estilo. Yo creo que ese gran debate es para la imagen. Los medios árabes lo dan todo, a saco, sin filtro, nosotros tenemos otra forma de enfocar este punto de la brutalidad.

Hay, en el libro, un gran cuidado por los detalles, si quieres, sensoriales… Olores, sabores, sonidos…

Es que la gente de Gaza está, en ese sentido, un poco ciega, conocemos los atentados de Hamás, los bombardeos de Israel y poco más, y cuando quieres hacer un puente con tus lectores, que están a tres mil kilómetros, tienes que darles alguna cosa más. Pero al final es experiencia viajera, de literatura de viajes, a mí esas cosas me gustan… No sé, los helados que pedían los milicianos con quienes hablé, yo creo que el sabor que pida dice mucho de alguien … A mí se me queda, igual es una tontería. ¿Sabes que pasa? Como yo estoy todos los puñeteros días escribiendo en el periódico al final en el libro me tomo unas libertades que no me tomo en los artículos. Creo que aportan, este tipo de cosas aportan.

¿Qué ha cambiado para que estemos asistiendo a lo que asistimos?

Ha cambiado básicamente que esta vez quien ha tirado la primera piedra fue Hamás, y sorprendió a su enemigo, y le sorprendió a unos niveles que todavía no nos explicamos… y que los israelíes no se explican, porque Netanyahu no permite que haya una investigación como es debido, porque sabe que eso será su final. Él era el máximo responsable de Israel en el “Sábado Negro” y alguien tiene que… Hasta el momento las únicas responsabilidades han sido por el aparato de Seguridad y Militar, pero no hay ninguna responsabilidad política. Lo que ha cambiado es eso, que Hamás dio el primer golpe y lo dio de una forma que dejó a la luz muchos errores por parte del enemigo. Estaban tan seguros de su superioridad total que… bueno, tenían un festival techno a las puertas de Gaza. Y ahora Israel necesita recuperar lo que ellos llaman “el factor de disuasión”, y lo van a hacer a cualquier precio. Mucha gente no se da cuenta de que no van a parar, esto es una venganza. Y eso es lo que ha cambiado, han cambiado las reglas del juego.

¿Tú crees que se puede escribir sobre Gaza sin subjetivismos? O, si lo prefieres, sin una inicial toma de partido no por un bando u otro, sino por una situación u otra.

Es que yo creo que no se puede escribir así de nada, en el momento que escribes ya has elegido, cuando has elegido este conflicto y no otro, por ejemplo. En Gaza es importante leer a expertos, a gente que haya estado, que tenga experiencia… En esta era de tertulianos cualquiera te puede hablar de Gaza tirando de clichés, pero es importante que cuando tú haces un relato ese relato sea honesto. En mi caso está basado en dos décadas de viajes, de lecturas, de información, te puede gustar o no, pero este es el relato de Mikel Ayestarán, y tiene unos pilares, yo creo, sólidos. Por supuesto que es un libro subjetivo, por supuesto.

¿Qué opinas sobre el tratamiento informativo que estamos dando a Gaza en los últimos tiempos?

Yo creo hubo un shock informativo y en las primeras semanas estuvimos muy volcados con el relato israelí… Sobre todo porque podíamos estar allí, cubrir esa parte del horror, el sufrido por las victimas israelíes del siete de octubre. Con el paso del tiempo, y aunque no nos dejan entrar, yo sí veo que la gente hace lo que puede para superar esa censura que nos pone Israel e informar por lo que está pasando dentro, porque dentro también hay víctimas. Noto que los medios están dando ese salto y cada vez se habla más de lo que pasa en el interior de Gaza. Esta semana hubo un debate en Israel sobre si se estaba olvidando lo que pasó el siete de octubre… pero es que es tan fuerte lo que pasa en el interior de Gaza que ha eclipsado al siete de octubre. Y aquí se nos olvida que las víctimas son víctimas, estén a un lado u otro de la verja de separación, sean judías o musulmanas. Las mujeres y niños de un lado son las mujeres y niños del otro. Y creo que con el paso del tiempo los medios se están dando cuenta de eso, y se busca una información más humana, y sobre todo más centrada en lo que pasa dentro de Gaza. También hay más intentos de contactar con gente del interior, contar el día a día… El tema del hambre ha sido crítico, puedes bombardear personas pero cuando las empiezas a matar de hambre hubo como un click… y nos debería importar cualquier tipo de muerte, ya sea por hambre o por bombardeos. Es muy importante que entre ayuda en Gaza, sí, pero para mí es más importante que paren ya los bombardeos.

¿Cómo enjuicias la respuesta de lo que pomposamente llamamos “potencias occidentales”?

Creo que se han puesto de perfil, muchas palabras y pocos actos. Creo que es lo habitual en la comunidad internacional, están preocupados, consternados, pero sin tener que mojarse. Y aquí también me gustaría llamar la atención, porque dentro de la comunidad internacional siempre miramos a Europa y Estados Unidos (aunque Estados Unidos es diferente porque está totalmente lineado con Netanyahu) pero ¿qué pasa con el mundo árabe? Ellos también son comunidad internacional, y eso es una de las cosas que más me duele, que no hayan sido capaces las poderosas petromonarquías de levantar la voz para parar esto…

¿Podrá recuperarse Gaza tras lo sucedido aquí?

Yo creo que no, de hecho lo que está haciendo Israel es precisamente eso, un plan sistemático para hacer de aquello un lugar invivible. El grado de destrucción que hay, por ejemplo, en el norte de la Franja o en Rafah… eso es irrecuperable, es puro escombro. La Rafah que conocíamos ha dejado de existir, ahora habrá otra cosa, no sabemos qué. Pero si seguimos los planes que tiene el ejército de Israel vamos a una Gaza donde en apenas un treinta por ciento de territorio de la Franja, que ya es un sitio pequeñito de por sí, va a haber tres bolsas, tres campos donde concentrar a la población, que serán una parte de la ciudad de Gaza, Deir al-Balah, y Al-Mawasi. Así que la nueva Gaza que vendrá no tendrá nada que ver con lo que conocíamos antes.

 

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