Ficción La Taberna Flotante

Ursulina

Taberna flotante #77

Dejaron transcurrir una hora, tal como les había pedido Milijon II, antes de que Neurénula empezara a tirar del hilo de seda, que la inmóvil araña gigante iba reabsorbiendo a medida que salía de la laguna. Y al cabo de unos veinte minutos apareció en la superficie la familiar cabecita pisciforme.

-Me sorprende que no haya habido sorpresas, valga la paradoja -dijo Chess.

-Dale tiempo -replicó Neurénula al ver que la diminuta réplica de la criatura de la Laguna Negra, tras salir de la sopa lista y desanudar el hilo de araña atado a su cintura, se llevaba las manos a la cabeza y tiraba hacia arriba.

-¿Milijon I? -susurró el metagato formando un signo de interrogación con su peluda cola.

Pero el rostro que mostró el minúsculo ser al quitarse el casco no era el de Tichy.

-¡Casandra! -exclamaron a coro Neurénula y Chess.

-¿Casandra? -repitió ella con una voz tan aguda como la de una musaraña-. Os confundís, criaturas gigantescas. Yo soy Ursulina. ¿Por qué me habéis traído a este extraño lugar?

-No sabíamos que estabas tú al extremo del hilo. ¿Quién te lo ató a la cintura? -preguntó la niña solariana.

-No lo recuerdo -contestó Ursulina con la mirada perdida-. Estaba explorando el planeta Cubo, y de pronto me vi arrastrada al interior de una esfera inverosímil que era más grande por dentro que por fuera…

-El planeta Cubo… ¿Puedes describírnoslo? -pidió Chess.

Ursulina se quitó la escamosa escafandra, se sentó en una piedra de la orilla, grácil como una náyade en miniatura, y habló larga y elocuentemente de su lugar de procedencia. Su relato se podría resumir así:

El planeta Cubo es un hexaedro de unos diez mil kilómetros de arista. En el centro de una de sus caras, tienes la sensación de hallarte sobre un ilimitado plano horizontal. Pero si te alejas del centro en línea recta, el plano se va inclinando poco a poco y te encuentras subiendo una cuesta cada vez más empinada, que llega a ser de 45º al acercarte a la arista del hexaedro, o aún mayor si la aproximación no se realiza por el camino más corto, es decir, siguiendo la apotema del cuadrado.

La explicación del sorprendente fenómeno es muy simple: en cada punto de la superficie, la vertical es la recta que determinan dicho punto y el centro de gravedad del cubo, que coincide con su centro geométrico. En el punto medio de una cara, dicha recta es perpendicular al plano, pero a medida que nos alejamos se va inclinando más y más. En la proximidad de los vértices la pendiente es de unos 55º, y desde cualquiera de ellos el espectáculo es sobrecogedor, pues se tiene la impresión de estar en la cúspide de una inmensa pirámide cuyas tres caras se extienden sin fin.

Hay que señalar que el esfuerzo que supone caminar cuesta arriba al alejarse de las zonas centrales de las caras de Cubo, se ve compensado por una considerable disminución de la gravedad. En la proximidad de las aristas, al hallarse más lejos del centro del planeta, el peso del caminante se ve reducido en un treinta por ciento aproximadamente, y en más de un cuarenta por ciento en los vértices.

Naturalmente, el agua superficial del planeta se concentra, en forma de grandes lagos o pequeños mares interiores, en las áreas centrales de las caras, pues allí la arrastra la fuerza de gravedad. Y alrededor de estas seis zonas lacustres han levantado la mayoría de sus ciudades los cubianos, no solo por la proximidad del agua, sino también por la horizontalidad del terreno y la mayor densidad de la atmósfera.

El eje de rotación de Cubo, perpendicular a su eclíptica, es una de sus diagonales, por lo que los dos vértices polares son los puntos más fríos del planeta…

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