Tras la lectura de El psicópata integrado en la familia, la empresa y la política (Ariel, 2024), del catedrático de Educación y Criminología de la Universidad de Valencia, Vicente Garrido, es inevitable mirar distinto hacia la sociedad y quienes la componen. Y es que este ensayo analiza los principales aspectos de una personalidad psicopática, al tiempo que revisa las consecuencias de su manifestación en los tres ámbitos destacados en su título. El tránsito es complejo, sobre todo cuando cosemos las tesis de esta obra con los pilares sobre los que se asienta el actual modelo de convivencia social, escenario perfecto para el andamiaje psicopático: ausencia de suelo moral, debilidad en los vínculos, un tecnocapitalismo mal aseado y la obsesión contemporánea por las narrativas del yo.
El ensayo se hace especialmente poderoso ante la avalancha de personajes que ofrecen consejos en redes sociales y por su colofón donde desarrolla la pedagogía preventiva frente al psicópata integrado, pues, como bien señala Garrido, no se trata exclusivamente del dolor que causan mientras existe la relación —ya sea personal o profesional—, sino también del daño que infieren a posteriori por la huella que dejan en las esferas mencionadas.
Antes de acudir al detalle que solicita la lectura de tu ensayo, vayamos a lo fundamental, Vicente. ¿Qué es la psicopatía? ¿Cómo diferenciar un psicópata de un narcisista patológico? Expresión de la que se abusa, y mucho, en la actualidad.
Los psicópatas, cuando están en lo alto del espectro, son siempre narcisistas. Estos, cuando no poseen los rasgos plenos del psicópata, son menos capaces de usar la violencia física o lo hacen con menor gravedad. Por otra parte, suelen ser menos impulsivos que muchos psicópatas (hay una variedad de psicópatas que tienen mejor autocontrol) y precisan de la adulación de la gente (que alimenta su exagerado ego); finalmente, se creen con mayor facilidad sus propias mentiras o distorsiones de la realidad
Nos das la bienvenida a este ensayo dejando claro que «el psicópata no toma decisiones basándose en principios morales, sino en su capacidad estratégica de hacerle conseguir lo que desea». Nuestro tiempo, que tanto potencia la satisfacción perpetua del deseo propio, dejando al margen todo suelo moral, se presenta como caldo de cultivo ideal para el psicópata. Este contexto epigenético, ¿puede provocar un aumento de psicópatas integrados en la población?
Hasta cierto punto. Yo creo que el fenotipo que representa el psicópata permanece estable a lo largo del tiempo; lo que sabemos es que, por otra parte, el contexto social y cultural en el que nacen estos individuos puede facilitar o, contrariamente, dificultar que los rasgos que se poseen de modo innato evolucionen o se desarrollen hasta alcanzar su pleno potencial. Así, ese tipo de sociedad que comentas, al desincentivar los valores solidarios y el lado espiritual de la persona, favorece que los psicópatas encuentren más alicientes para explorar las acciones de explotación y abuso para las que están bien preparados. Otras condiciones sociales que favorecen la expresión de los rasgos de la psicopatía son aquellas que incluyen maltrato o negligencia en el cuidado de los niños, ya que tales prácticas tienden a dificultar el desarrollo de los vínculos afectivos y, como consecuencia, la conciencia (que reúne las normas morales) que se deriva de estos.
Donald Trump es una de las figuras a la que dedicas especial atención en esta obra. Como sabemos, acaba de regresar a la Casa Blanca. ¿Su potencial corruptor de la sociedad será especialmente elevado ahora que se siente validado por la sociedad? Porque la toma de decisiones puede ser particularmente dañina para la población.
Lo realmente preocupante de estas elecciones es que el 51% de la población que le ha votado lo ha hecho con pleno conocimiento de quién era, es decir, que se puede decir que medio EE.UU. lo ha elegido sin que fuera un factor importante la catadura moral de su líder. Les dio igual que fuera un delincuente convicto, un incitador de la toma de Capitolio, que se negara a aceptar el resultado de las elecciones anteriores en las que perdió y, en suma que, como candidato, prometiera como una de las claves de su campaña que deportaría a 11 millones de inmigrantes que no tuvieran regularizada su estancia en el país, lo que supondría una «caza» al inmigrante (que en muchos casos lleva años trabajando y ayudando a la economía nacional) sin parangón en las democracias.
Por otra parte, ha prometido cumplida venganza sobre los «enemigos de dentro» y todos aquellos que por un motivo u otro se opusieron a sus prácticas corruptas o claramente desnortadas. Todo esto lo sabían sus electores y no les importó. La conclusión es que, una vez más, se ha producido un fenómeno que tiene tradición en la historia: el candidato psicópata como catalizador de los medios e incertidumbres del pueblo logra que la masa deje a un lado los principios morales de la democracia liberal y, bajo la promesa de afirmar su identidad (los «americanos auténticos») y aumentar su poder adquisitivo mediante la expulsión de los que vienen a «robarles el trabajo» y «asesinarles» (las palabras de Trump), lograr su voto. No me cabe duda de que en este mandato, sin la presencia ya de un cordón de seguridad que filtre sus peores instintos y decisiones como ocurrió en su anterior presidencia (los republicanos de la vieja guardia que en buena medida le contuvieron), vamos a ver «lo mejor» de lo que es capaz un psicópata que accede al mayor poder político que hay en el mundo.
Nuestra sociedad muestra cierta fascinación por el mal ya sea un mal de alta o baja intensidad. Qué papel juegan las construcciones culturales a la hora de validar los comportamientos del psicópata integrado no delincuente. Porque, como bien detallas, son «fuente de infelicidad y de miseria existencial para los que forman su círculo de relaciones familiares y conocidos». ¿De dónde procede esa fascinación hacia este comportamiento?
Hemos de tener en cuenta que lo que llamamos «civilización» no es sino el resultado de miles de años por encontrar un modo en que los dos impulsos fundamentales del homo sapiens (el egoísta tendente a asegurar la supervivencia individual y el solidario que posibilita la coexistencia y la supervivencia de la tribu) logren un equilibrio armónico que permita a la humanidad avanzar. La historia de Occidente, en cuanto depositaria de la cultura humanista (aunque no solo) y el desarrollo científico que fue de la mano, es el producto más exitoso, aún con sus imperfecciones, de tal equilibrio. Pero este avance ha exigido siempre que las generaciones se eduquen y socialicen de modo tal que los impulsos egocéntricos estén bajo control, además del sistema represivo de las leyes que pueda actuar cuando tal autocontrol fracasa. En muchos sentidos el psicópata, en cuanto ser amoral y sin vínculos afectivos reales, capaz de transgredir cualquier norma, supone un objeto de gran interés para la sociedad, porque nos muestra a alguien que desafía y se impone por su propia voluntad, y todo aquello que rompe con lo establecido capta de inmediato nuestro interés. Si a esto le añades que el psicópata representa la amenaza más decidida a la supervivencia del grupo, encontrarás que sea un personaje fascinante, como lo prueba su temprana presencia en la literatura primero, y luego en el arte cinematográfico.
Uno de los rasgos definitorios de nuestro presente es la pérdida de valores y su relación directa con la fragilidad en la preservación de normas morales sobre las que deben desarrollarse las relaciones personales y las instituciones. Esta fragilidad favorece el comportamiento del psicópata controlado, ¿en cuál ámbito se puede ver especialmente favorecido, la familia, empresa o las organizaciones?
Lo esencial es la labor de la familia y los valores que transmite. Una infancia «vacunada» contra la psicopatía, en el sentido de que se desincentivan las conductas de explotación y abuso del otro, donde se pone el énfasis en desarrollar el esfuerzo honesto hacia el bien común, cuando sea adulta, no verá con agrado el modo de vida que ofrece el psicópata, donde lo único importante es el beneficio personal; por ello mismo, será menos propensa a crear empresas o colaborar con aquellas que mantengan un clima laboral alienante o fomente la competencia a ultranza para obtener los mejores dividendos. Por otra parte, si los chicos tienen una personalidad vulnerable ante la psicopatía, las familias con recursos educativos pueden inhibir de modo importante el desarrollo de los efectos negativos que van asociados a esta condición.
Adviertes, además en distintos momentos del ensayo, sobre cómo la educación de las nuevas generaciones los hace victimas fáciles frente al psicópata. ¿Cuáles son tus propuestas ante esta situación?
Ampliando la respuesta anterior, hemos descubierto, tras cerca de cuarenta años de estudio sobre la resiliencia en los niños y jóvenes (la capacidad de sobreponerse a circunstancias adversas y de llevar una vida adulta sana), que los valores morales y la creación de vínculos significativos con otras personas positivas son un aspecto crucial en el desarrollo de una personalidad estable e integrada. Pero en el proceso de desarrollar esos valores y unos vínculos sanos estos chicos nos han enseñado que fueron capaces de enfrentarse a personas y circunstancias negativas, es decir, que conocieron el mal y el sufrimiento, y adquirieron la tenacidad y la fortaleza de espíritu necesarios para sobreponerse a ellos. El resultado final es que fueron capaces de construir una vida con un propósito. Cuando criamos a los hijos protegiéndoles en exceso, no dejando que lean cosas que puedan «herir su sensibilidad», o evitando que se expongan a contenidos culturales donde aparece la maldad en su varias manifestaciones, estamos haciéndoles vulnerables ante los psicópatas que puedan encontrar en el futuro, porque no sabrán reconocerlos. De igual modo, si les educamos de modo tal que no comprendan la importancia de saber soportar el miedo, el sufrimiento o la incertidumbre, les haremos presa fácil de aquellos que prometan liberarles de tales situaciones cuando inevitablemente tengan que afrontarlas en su vida, más tarde o más temprano.
También insistes en diferenciar la psicopatía integrada de los criminales convencionales. ¿Por qué es importante distinguirlos?
Un criminal convencional tiene una carrera delictiva prolongada, y ha entrado una o más veces en la cárcel. El psicópata integrado, si comete crímenes, lo hace sin que se sepa que lo hace (por ejemplo, un líder de una secta que pasa por ser un hombre santo y en realidad abusa de sus seguidores) y por ello su amenaza es mucho más difícil de detectar.
En la empresa, el psicópata se presenta como líder destructivo en una esfera especialmente complicada para sus víctimas ya que suelen ser sus empleados. ¿Cómo proceder?
Lo fundamental radica en el clima laboral de la empresa. Las empresas que desalientan la competencia a ultranza y atienden al bienestar emocional de sus empleados son las más preparadas para establecer políticas de transparencia y de actuación que desanimen al psicópata a que actúe como suele, es decir, dividiendo a la plantilla, esparciendo bulos y proyectando fines o medios que atenten contra este modelo empresarial. Por ello, los responsables de las empresas deben de tener criterios de selección adecuados para detectar al psicópata y no permitir que se filtre en el sistema.
¿Y qué fue antes capitalismo o psicopatía corporativa?
El psicópata está con nosotros desde el origen de la humanidad. Por ello, ha florecido en cualquier sistema político, ya sea este una monarquía absoluta, un imperio, una democracia o un país comunista. Desde Calígula hasta Putin y Trump, los psicópatas han regido feudos, naciones e imperios. La psicopatía corporativa es una adaptación del psicópata a un sistema de mercado que presenta muchas costuras por las que introducir valores y prácticas psicopáticas, como son la explotación y el maltrato de los empleados en pos del beneficio constante y desmesurado. Esa es la razón por la que te puedes encontrar con grandes corporaciones que actúan de forma psicopática, sin que les importen las consecuencias de sus actos. Un ejemplo notable: la industria farmacéutica que estuvo detrás de la epidemia de opioides y que causó decenas de miles de muertos.
¿Por qué es importante analizar la comunicación del psicópata?
Debido a su incapacidad para establecer un vínculo afectivo auténtico con los demás, su bagaje emocional en las relaciones es muy limitado. Ello implica que su conversación es superficial y nunca puede ir al núcleo de lo que se discute o habla para quien conversa con él. Generalmente el psicópata busca dominar la conversación, en su forma y contenido, y cuando esto no se cumple tenderá a evadirse o a acabar de forma brusca la discusión.
Hablemos ahora del psicópata en las relaciones afectivas y familiares, uno de los ámbitos donde causa un dolor más íntimo y personal. Enfatizas sobre el asunto de la credulidad ya que es desde donde el psicópata hace posible la convivencia. El ejemplo del doctor Macchiarini, don juan despiadado, sirve de punto de partida para revisar el cuadro del psicópata controlado. Si alguien lleva todo su matrimonio engañando a su esposa y familia, ¿cómo diferenciar lo que se considera un adúltero de un psicópata integrado?
Un adúltero persistente tiene una norma moral relativa al compromiso y la pareja muy laxa, de modo tal que no se siente mal por engañar a su esposa, pero esto no significa que no pueda ser un amigo leal, un buen hijo o trabajar con esmero y honestidad. El psicópata es otra cosa. Por ejemplo, el doctor Macchiarini mentía a sus amantes diciéndoles que se iba a casar con ellas —entre otras muchas cosas— y no dudaba en poner en grave riesgo vital a sus pacientes con tal de obtener la gloria profesional. La psicopatía afecta a toda la esfera de la personalidad: no quiere a sus hijos, esposa o padres, no sabe lo que es la amistad auténtica, no es leal ante nadie ni nada.
En tiempos convulsos para la dimensión política de la biografía de la humanidad, ¿cómo identificar al líder político psicópata?
Un candidato a líder político basa su estrategia en provocar la ansiedad, el miedo y la incertidumbre en su electorado. Sus mensajes son divisivos, en contra de otros, con soflamas populistas y la promesa de soluciones rápidas a problemas complejos. Basará su campaña en el culto a su imagen —alguien con las ideas claras, fuerte, patriota hasta la médula— y no dudará en usar un chivo expiatorio al que culpabilizar de todos los males del país. En suma, nada que no hayamos visto ya en el siglo XX.
¿Puede un psicópata integrado tener amigos?
Puede tener personas alrededor que se consideren amigos de él, pero él no tiene amigos, la gente se divide en dos categorías: los que le sirven para algo y los que no.
¿Puede cambiar un psicópata?
Un psicópata integrado rara vez tiene alicientes para cambiar y no olvides que la psicopatía es un modo de ser, no es un trastorno que puede ser tratado, como por ejemplo una fobia. Lo que sí que puede ocurrir es que sea menos dañino en la medida en que su salud física o las circunstancias externas le hayan privado de su poder, en todo o en parte. Lo fundamental es que la gente de su entorno lo identifique y neutralice sus recursos para ejercer su poder para la explotación y el abuso de los otros. En la medida en que tengamos éxito en esto en muchos casos buscará un nuevo escenario donde pueda sobrevivir y volver a vigorizarse, quizás con nuevas parejas o empresas.
Excelente! Sin desperdicio! En la medida que se entienda a la psicopatía en tanto modo de ser, no como un trastorno, se lograrán ver con claridad las secuelas q dejan o pueden dejar en las personas y en la sociedad. Es donde, a mi criterio, reside la genialidad del autor. Y cómo este libro puede volverse estratégico, previsor y preventivo en muchos modos y de muchas formas.
Pregunta: Cómo contactar con Vicente Garrido, de otra forma que no sea vía redes sociales? Por ejemplo por correo electrónico o correo común? Muchas gracias!
Soy Estela Diaz Cornejo. Vivo en Tucumán, Argentina y soy Psicóloga, Terapeuta familiar Sistemica y Sexologa