Abanto: Mi primer encuentro con este término data de la década de los cincuenta. Me regalan El reino de los animales (1953) y en la página 249 de su tercer tomo leo el pie de una fotografía que reza así: «Buitre común (a la izquierda) y buitre negro o abanto (a la derecha), en las montañas de Macedonia, miran con desconfianza. Acaban de descubrir un cadáver de asno, pero no se atreven todavía a acercarse a él». La primera edición de la obra es de 1947 y la original, alemana, bastante anterior; en esos años, precisamente, fue cuando en Macedonia, y en general en todos los Balcanes comenzó el exterminio de estas especies mediante el uso de veneno.
«Abanto» no es una palabra cómoda para el lexicógrafo y para el ornitólogo. Su significado es escurridizo. No existe un veredicto oficial (la Academia es inoperante) para delimitar su significado. El Diccionario de nombres vernáculos de aves (1995) se inclina por considerar «abanto» sinónimo de «alimoche» y la fundamental Nueva enciclopedia Sopena (1952) pese a optar también por el alimoche acompaña la entrada con un dibujo de buitre negro.
«Abanto» es pues una voz equívoca, cuya polisemia se mueve en el campo de la ornitología (con derivas en el de la tauromaquia y el comportamiento humano) y que da nombre a una localidad zaragozana y a otra vizcaína, además de formar parte de una lista de microtopónimos. Y por esta imprecisión he renunciado a ella en mi escritura; sin embargo reconozco que me atrae, por su desconocida etimología y por la imposibilidad de saber a qué especie de ave correspondería. Conservamos aún la palabra pero no sabemos a qué aplicarla.
Bañador: El bañador (de una pieza) de Marita Peláez desprendía, en la playa, cuando salía del agua, un olor maravilloso. Ella creía que me interesaban sus senos pero no era así. Cuando empotraba mi cara en su escote aspiraba, hasta el delirio, aromas de cayena y ajonjolí. Supe después, cuando murió ahogada (16/08/1964), que su madre era modista y hechicera.
Calamita: El sapo corredor, Bufo calamita, es un amigo de la familia. Su contoneo al andar y su aspecto de luchador de sumo han protagonizado muchas tardes de primavera. Con mis hijos intentábamos salvar los sapitos de morir atropellados trasladándolos a otros lugares más apartados cuando abandonaban la charca tras finalizar la metamorfosis. «Calamita», es «el que mora en las cañas» (latín «calamus») o incluso, en una etimología más alambicada, «el que se pasa la vida en un tallo de trigo». En el poema «Lope de Roca» del libro Fámulo se dice «Ese sueño errabundo trapecista y calamita hablo del calamite tenaz poblador de las cañas». En Die Rabe aparece un personaje rotundo llamado Calamita que habita en una paúl.
Domicilios: «Domicilios» es el nombre de una serie abierta, que cuelgo en mi blog y que en parte está publicada en Gingival. El domicilio como recipiente de un drama es la idea de la serie, que traslada mi visión de lo qué es la casa en que se habita: un reducido espacio cerrado, pero abierto al horror y a la miseria.
Estrambote: Camilo José Cela fue el autor que, en mi adolescencia, más me llamó la atención de la
biblioteca paterna. El estrambote, o mejor lo estrambótico, como recurso literario se instaló muy pronto en mi escritura a partir de la lectura de los libros del gallego.
Fámulo: He arrastrado la visión de los fámulos a lo largo de toda mi vida hasta que utilicé el nombre para titular un poema que luego sería el del libro que lo incluiría. El bachillerato en el colegio San Ignacio de Barcelona (Jesuitas de Sarriá), en régimen de media pensión, me permitió conocer a esa casta de laboriosos condiscípulos que, llegado el momento del almuerzo, se convertían en criados que preparaban las mesas, servían la comida, recogían los platos y cubiertos, y los lavaban; eso sí, se evitaban el mortífero rosario de la sobremesa ya que andaban trajinando en la cocina.
Glu Gulager: El libro Fámulo se cierra con «El poema del perro Glu Gulaguer», de notorio aspecto biográfico. Trato, en una localidad de la provincia de Barcelona donde mis padres tienen un caserón reconvertido en casa de veraneo, a una familia que nunca fue aceptada por los indígenas dada su condición no catalana. La hija mayor dispone de unas protuberancias anteriores y posteriores impropias de la edad y el haberme erigido en valedor de todos ellos ante los energúmenos locales permite que sus padres consientan que lleve a la chica al bosque a pasear el perro. Para abrir fuego, la primera vez, saco a relucir el filme La última película de Bogdanovich y a unos de su actores, de pintoresco nombre, Clu Gulager, con lo que queda establecida la consigna: pronunciar ese nombre supone ir a pasear el perro y, poco a poco, transformado en Glu Gulaguer, se convierte en el nombre del benéfico animal.
Hápax: «En lexicografía o en crítica textual, voz registrada una sola vez en una lengua, en un autor o en un texto.» (DRAE). «Uno de los hápax más inquietantes es la voz francesa ‘carable’ que aparece en el Voyage à Jérusalem du Seigneur d’Anglure, de 1395, donde se aplica a un animal menor que un zorro y que acosa, sin descanso, perdices y liebres». Gingival, pág. 40.
Informes: He nacido para elaborar informes. He tenido dos empresas de asesoría, he colaborado con varios institutos de prospectiva. Me precio de conocer la condición humana, leo en bloques, tengo una red de confidentes.
Judería: Vivo (estamos ahora) sobre los restos de una de las dos juderías de Jaca. Esta era la nueva, la llamada Gerundiella, como diminutivo (terminación –iella) de la judería por antonomasia, la de Gerunda > Gerona. Mi segundo apellido, Lerín, procede de la villa navarra de Lerín, de cuya judería fueron expulsados sus habitantes que, establecidos en el otro lado de los Pirineos, se les dio el nombre de su lugar de procedencia. Vueltos a España, uno de ellos, al cabo de muchas generaciones fue a hacer el servicio militar a Barcelona, y ya no se movió de allí; fue uno de mis bisabuelos.
Kafka: Confieso que no he leído toda la obra de Kafka; sé de él, como sé de muchos otros autores, por capilaridad, por tener sus libros en mis manos.
Listas: Quizá Saint-John Perse sea el poeta que más me haya influido; en especial su llamada «poesía del inventario». Pero no sé si ese tipo de poesía yo ya la tenía programada, de hecho esta es la cuestión: ¿alguien nos abre los ojos o se hubieran abierto en cualquier caso? Además de informes, de los que ya he hablado antes, soy un fanático de las cuentas, de las anotaciones contables, y estas, además de ser la síntesis del informe, son, por su estructura, pulidos versos.
Monstruos: Mi tendencia a amar la diferencia, no por razones de compromisos social o político, sino por apartar el aburrimiento que me supone la repetición, convierte en lógica mi pasión por los monstruos.
Necrofagia: Existen razones de carácter científico que pueden justificar la curiosidad por los procesos de desaparición de los cadáveres en la naturaleza, pero este no es el motivo por el cual desde comienzos de los setenta estoy enrolado en una cruzada para la protección de las aves necrófagas.
Ñ (de) España: Nunca había sido un fervoroso defensor de España pero el progresivo delirio regionalista, a partir de la democracia, me ha transformado en nacionalista español. Ese disparate de convertir, ante la inanidad del gobierno, lo secundario en principal en el ámbito de la lengua, de la historia y de la tradición, hace urgente un cambio radical en la estructura del estado y quizá en el sistema político.
Osseladossa: A mediados de los cincuenta adquiero la novela Tormenta y eco del norteamericano Frederic Prokosch. Es un texto lujuriante y lujurioso que me animó a leer más narrativa. Se dice a menudo que lo importante es que los jóvenes lean, que se aficionen a la lectura y que no importa que se inicien a través del cómic o de la prensa deportiva; añadiría que por qué no a través de la novela erótica o pornográfica. Creo recordar que uno de los protagonistas, un etíope taciturno, se llamaba Osseladossa.
Plagio inverso: Lo detecté y lo publiqué hará ya muchos años; muchos autores clásicos me copian. Al resultar imposible que los plagie, porque no los he leído, habrá que pensar que son ellos los que me plagian, aunque, la verdad, no me preguntéis cómo lo hacen si algunos ya llevan siglos muertos.
Quebrantahuesos: Esquilo murió al caerle encima una tortuga. Avisado por los dioses que moriría aplastado por una casa, vagaba por los campos durmiendo al raso. Un quebrantahuesos que transportaba una tortuga terrestre en las garras (camino del rompedero donde la lanzaría para quebrar la concha y comer el interior) debió de aflojarlas y el reptil se le escurrió.
Ritmo: En la infancia tenía un ruido en la cabeza. Un ruido que aparecía al acostarme y que me dificultaba conciliar el sueño. A los siete años tuve mi primera y última crisis religiosa y el ruido mutó en cantinela sacrílega. Transcurridos unos meses la cantinela fue menguando hasta desaparecer del todo. Sin embargo el ruido y la cantinela tenían un ritmo, una cadencia que fue determinante a la hora de iniciar mi carrera literaria. Ese ritmo ha permitido que mis escritos fueran musicales, que mis libros, de verso o prosa, no se cayeran de las manos de quienes emprendían su lectura. En Papur el relato «Ruido» (pág. 74) prolonga la historia.
Sueños: En la senilidad casi no se duerme. No por aprovechar el poco tiempo de vida que queda sino por la necesidad de orinar y la no necesidad de reparar fuerzas dado el mínimo consumo energético. Despertarse cuatro o cinco veces durante la noche permite recordar los últimos cuatro o cinco sueños. Los sueños son buena fuente para la escritura de relatos. Y en ello estoy.
Tritono: También llamado «Diabolus in musica», un intervalo musical que abarca tres tonos enteros. El diablo se colaba en la música a través de este intervalo. Provoca vibraciones incómodas para el oído humano.
Uta: Paraguaya casada con un mayorista de fruta de la provincia de Lérida. El protagonista de Familias como la mía pugna por satisfacerla pero la inmensa vagina de Uta es irrellenable, y desisten; como pobre remedo introduce el miembro en una caverna situada en el muslo de ella, huella de un melanoma extirpado.
Vórtice: El que probablemente será mi último libro pensaba titularlo Vórtex hasta que descubrí, en Google, que era la marca de un producto encaminado a dar placer en la vulva, un adminículo que se aplicaba al aspirador y que vibraba enloquecido. Ahora he dejado pues el latinismo y me he quedado con Vórtice que, por ahora, no parece dar nombre a ningún consolador o similar.
Wagner: La doble paternidad amplía, duplica podríamos decir, las posibilidades de que a un individuo se le pueda relacionar con un buitre. Así en el caso de Richard Wagner se cumple el hecho estadístico y encontramos que su segundo progenitor, su padrastro, es el pintor y poeta Ludwig Geyer (Geyer / Geier = buitre). Ya sabemos que Wagner siempre tuvo dudas acerca de si no sería Geyer su verdadero padre y quizá a instancias de Nietzsche incluyera un buitre en el blasón que adorna las páginas titulares de Mein Leben.
Xan das Bolas: Nombre artístico del secundario gallego Tomás Ares Pena (1908-1977), indispensable en el cine español de los cuarenta, cincuenta y sesenta.
Yaga-Baba: En la página 280 de El Bestiario de Ferrer Lerín se habla de este caballero que bajo las facciones de una mujer de desmesurada estatura, en forma de esqueleto, con sólo una pierna, avanza arrastrando un rosario de fetos sanguinolentos que cuelgan de la puerta de sus vergüenzas y que dejan un rastro que siguen bandadas de cuervos. En la mano derecha porta una maza de hierro con la que hace rodar la máquina que empuja, que es la máquina de la vida y de la muerte.
Zorra: «Zorra» es palabra anticuada, relegada a un uso denigrante como sinónimo de prostituta. Para el cánido ahora se prefiere «zorro» aunque en Jaca y en casi todo el Alto Aragón «zorro» sea sinónimo de «borracho» («zorrera» es «borrachera») utilizándose, como en otros puntos de España, el doblete «raposo / raboso» que atiende a la cola del mamífero. «Lorra» es un hápax que aparece en un tratado del Padre Sarmiento y vale por «zorra» (Vulpes vulpes): en Hiela sangre hay poema «Lorra».
* Este diccionario apareció publicado por primera vez en el año 2013, en la revista de literatura Caminos de Pakistán: http://ferrerlerin.caminosdepakistan.es