Horas críticas

Libros de la semana #178 (especial LIJ)

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

Ojalá pudiera decirte, de Jean-François Sénéchal y Chiaki Okada (Tramuntana)

Puede parecer que escribir sobre el duelo, sobre la pérdida, para un público infantil, tratar de explicar con sencillez lo que tiene escasa explicación y nos deja faltos de toda respuesta, debería por fuerza simplificar los mensajes, subrayarlos. Lo que demuestra Ojalá pudiera decirte, uno de los libros ilustrados más hermosos y conmovedores en lo que llevamos de año, es que la complejidad de esas emociones es lo que determina su retrato y su relato, da igual de qué edad estemos hablando. Sin duda hace falta maestría para abordar un tema así de hondo en apenas cuarenta páginas, y esa es la proeza del autor Jean-François Sénéchal, quien no en vano se formó en antropología antes de dedicarse a las narraciones con perspectiva social: «No eras tú la de aquella cama. Tan pequeña, tan frágil. Sin embargo, ahí estaba tu olor», recuerda la pequeña narradora, antes de enumerar una serie de objetos, desnudos en la doble página, que sin embargo dicen tanto del vínculo con su abuela fallecida y de lo que compartieron juntas en el plano espiritual: la imaginación y el juego, nada más y nada menos, los más necesarios sustentos para una infancia feliz. La importancia de las palabras es una de las claves de este cuento, y la elección de Sénéchal resulta tan delicada como certera. Pero lo que acaba de proporcionar matices a este álbum son las maravillosas ilustraciones de Chiaki Okada con lápices de cera, un estilo impresionista cuyas estampas recogen con inusual fuerza la incidencia de la luz —y las sombras— en exteriores e interiores, y sobre todo el diálogo de los sentimientos con la naturaleza circundante: el bosque, los pájaros, el río, los cielos, el trueno, el roble, los patos, las hojas… Sus estampas casi hablan por sí solas y nutren los silencios que deja la ausencia de un ser querido, del que cuesta despedirse, pero que sin duda merecerá ese esfuerzo. Una obra sutil que sabe tomar distancia de su fondo trágico y ampliar sus pespectivas gráficamente para evidenciar la soledad y, al mismo tiempo, que somos parte la vida incesante: el fluir del agua y el susurrar del viento.


Uno y siete, de Gianni Rodari y Beatrice Alemagna (Kalandraka)

Por triste que resulte, una fábula antibelicista escrita hace más de sesenta años resulta tener hoy la misma vigencia que cuando se publicó originalmente. Cuentos por teléfono (1962) supuso la segunda colección de historias del gran escritor y pedagogo Gianni Rodari dirigidas al público infantil, aunque en realidad apelaban a lectores de todas las edades —si tienen hijos y les leen cuentos como este, es probable que deban suspender en algún instante la lectura para contener una lágrima—. En ese volumen apareció por primera vez Uno y siete, la historia de una serie de niños de diversas ciudades del mundo, distintos padres con empleos distintos, diferentes colores de pelo y de piel, idiomas varios que comparten una lengua universal: el juego y la risa; ser niños, en definitiva. Siguiendo la estela de su anterior Filastrocche in cielo e in terra (1960), Rodari mostraba que bastaba apenas el soniquete de una canción infantil —filastrocca— para expresar poéticamente lo que nos hermana más allá de cualquier conflicto. La ilustradora Beatrice Alemagna (Bolonia, 1973), quien creció con sus textos y los de autoras como la sueca Astrid Lindgren, que (re)trataron con inteligencia y sensibilidad a la niñez, bebe de disciplinas artesanales como el collage, el fotomontaje o la costura para definir su estilo tan naíf como vanguardista, rugoso y cálido. Su diseño de perspectivas y arquitecturas, junto con su acercamiento a los rostros, dan vida al ingenio de Rodari, que como tantas veces a lo largo de su trayectoria, fue capaz de condensar una estupenda metáfora para reflejar realidades contemporáneas sin caer en moralinas ni sobredidactismos. Casi siempre la sencillez es capaz de recrear de la mejor manera todo un mundo, de expresar un mensaje incisivo del modo más universal posible. Como en este precioso —en todos los sentidos— álbum ilustrado, un clásico que invita a olvidar las diferencias y nos recuerda aquellos versos de Silvio Rodríguez: «Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida». Todos hemos sido niños de ocho años y hemos ido en bici sin manos. Sin miedo.


El bosque encantado de conocerte, de Bàrbara Alca (Salamandra Graphic Kids)

Para empezar, ya es digno de alabar que la colección infantil y juvenil del sello Salamandra le dedique un cómic al valor de la sostenibilidad. Pero si encima lo pone en manos de la ilustradora, directora de arte y diseñadora gráfica Bàrbara Alca (Palma, 1990), como lo ha hecho con El bosque encantado de conocerte, poco más podemos pedir como lectores. Este relato de aventuras es una gozada de principio a fin: un lunes cualquiera por la mañana, la perrita Oli se siente mayor como para ir sola al cole, pero se acaba perdiendo en un bosque, donde se irá topando con una serie de seres excepcionales que combaten la destrucción humana de su hábitat; desde la flor con patas Columbina a la rana con orzuelo Philly, pasando por unos tejones raperos y hasta un grupo de murciélagos manifestantes («¡Estamos hasta los wifis del wifi!», corean indignados). La autora mallorquina aúna algunos de sus referentes habituales —tecnologías, cultura digital y pop— con la conciencia social ya presente en algunas de sus anteriores historietas —como Llámame Feminazi, de 2021— en esta brillante obra llena de nonsense y deliciosa ironía: «Ha salido la mochila Ultra 3.000, ¡con cierre automático y un dron!». Una urgente reflexión sobre nuestro desaforado consumismo y el asumido antropocentrismo que nos hace ciegos a otras formas de vida (que, por otro lado, sustentan la nuestra), más destinada a sumar adeptos a la causa que a dar lecciones, pues los primeros retratados somos los adultos: «¿Es que esta generación no sabe hacer nada sin ese cacharro?», se cuestiona a la protagonista, pregunta que podría aplicarse ya a la mayoría de los móvil-dependientes en que nos hemos convertido. No en vano, este álbum incluye un resumen ilustrado de temas cruciales como las emisiones de carbono, la reutilización, los transportes ecológicos (o «fabulógicos» como los patines), el ahorro de agua… Pero si hay una manera efectiva de hacer equipo contra la emergencia climática es la asombrosa creatividad de Alca en sus dibujos y sus textos, la habilidad para alojar detalles geniales en sus escenas, ampliados si cabe por una bellísima, encantadora edición en la que da gusto perderse.


¡Tengo un miedo!, de Blanca Lacasa y Lorenzo Montatore (Kodomo)

«La cotorra Priscila / hablaba a toda pastilla, / pero solo si se encontraba sola / en kilómetros a la redonda». Así comienza este poema sobre una cotorra reina del silencio a la que le aterra la sola idea de hablar en público, una de las quince estrambóticas y paradójicas historias que componen este libro destinado a espantar algunos miedos infantiles —y no solo— a golpe de verso e ilustración. Con tal fin se junta en estas páginas un tándem de estilo y personalidad inconfundible: la escritora, periodista y cantante Blanca Lacasa (Madrid, 1972), quien antes de publicar uno de los títulos más sonados del pasado año, Las hijas horribles, ya había escrito varios libros y cómics para niños; y el ilustrador Lorenzo Montatore (Madrid, 1983), autor entre muchas singulares obras de La mentira por delante, excelente biografía gráfica en torno a la figura de Francisco Umbral. Ambos dan forma, desde sus respectivos campos, a un poemario infantil cuyas sencillas y graciosas rimas homenajean los modos de Gloria Fuertes: «Miedo da tener miedo / a tener miedo», se cita al final de este álbum a la inmensa escritora madrileña. ¡Tengo un miedo! acerca a los más pequeños a la lectura evocando una de las sensaciones más comunes y universales con un tono fresco y desenfadado. Para ello se sirve, por un lado, de una galería de fascinantes personajes que incluyen un elefante de colmillos descuidados por su aversión al dentista, un dragón incapaz de escupir fuego («lo consideraba cosa indecorosa / y de una ordinariez grandiosa»), un conejo que sufre de claustrofobia o un murciélago siempre presa de la duda: «Y en ese misterioso no saber, / Narciso ha encontrado gran placer. / Pues ha hecho de la duda / una suerte morrocotuda». Por otro lado, los audaces talentos conjuntos de Lacasa y Montatore, libres ambos de todo complejo, exorcizan terrores varios e infundados, pero muy ciertos, a través de la riqueza del lenguaje y los juegos de palabras, del trazo vivo y colorista y, sobre todo, del humor. Como sugería Fuertes, lo peor que podemos hacer es temerle al miedo. Da igual a qué edad leas esto.

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