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El desafío digital en el mercado de los libros

«Imagen no del todo bien resuelta creada con Midjourney», cortesía del autor

La descripción más confortable de lo que es un editor me la dio hace unos días Mario Cuenca Sandoval mientras tomábamos una cerveza: «Un editor es alguien que te trae buenas noticias», me decía con rostro sereno. Oír esas palabras no solo me enterneció, sino que además provocó que la cerveza me supiera mucho mejor. Nunca había escuchado algo así, acostumbrado a la imagen generalizada de usurero distinguido, disfrazado de gran humanista, con la que habitualmente recela de nosotros algún que otro autor. El caso es que, bueno o usurero, el editor se encuentra en uno de los sectores con mayor presión del mercado, donde los márgenes de beneficios son irrisorios, la competitividad es abrumadora y la cadena de distribución está terriblemente saturada. En medio de todo esto, nos encontramos en un momento clave y decisivo, que más de uno prefiere no ver y a más de dos nos trae de cabeza: la digitalización. El fracaso de las expectativas que el libro electrónico suscitó hace apenas 15 años se revela ya como un triunfo en los nuevos patrones de consumo de libros, potenciado por las tecnologías ligadas a la inteligencia artificial y a los nuevos entornos digitales que anuncia la computación espacial.

La digitalización del manga ya es una realidad

El auge del manga en los últimos años es un caso de estudio que merece la pena analizar. Detrás de este éxito se encuentra una realidad inapelable: el 64% del manga se produce y comercializa en formato digital. Esta cifra, extraída del informe «Global Manga Market Report 2023», refleja una tendencia que se replica en otras áreas del mundo editorial: la digitalización está ganando terreno demasiado rápido. Este fenómeno no solo se limita a las publicaciones gráficas, sino que abarca todos los aspectos de la creación y distribución de contenido.

Los Grandes Modelos de Lenguaje (LLM): un nuevo paradigma para la industria editorial

La irrupción de los Grandes Modelos de Lenguaje (LLM), como GPT-3 y 4, LaMDA, PaLM o BARD, ha supuesto un salto cualitativo en el ámbito de la inteligencia artificial. Otro dato sacado de Statista: el mercado global de LLM prevé un crecimiento anual del 49,6% entre 2022 y 2028, alcanzando un valor de 19.600 millones de dólares. Estas herramientas, capaces de procesar y generar texto de forma autónoma, están transformando la forma en que se crea, consume y distribuye el contenido editorial. En mi opinión, los puntos calientes de este impacto sobre la industria editorial serían los siguientes:

  • Personalización de la experiencia lectora: los LLM permiten crear experiencias de lectura personalizadas, adaptando el contenido a las preferencias e intereses de cada usuario.
  • Nuevos formatos de contenido: los LLM abren la puerta a la creación de nuevos formatos como libros electrónicos con audio integrado, historias interactivas o experiencias de lectura inmersiva.
  • Democratización del acceso al conocimiento: los LLM facilitan la traducción de textos, la creación de resúmenes en lenguaje sencillo o la adaptación de contenidos a diferentes formatos, lo que democratiza el acceso al conocimiento y la cultura.

Estas innovaciones han incidido drásticamente en el comportamiento lector, tanto cognitivamente a la hora de relacionarse con el texto como en su forma de utilizarlo. Ante todo esto, se plantean una serie de riesgos y desafíos como consecuencia de la irrupción de la IA en nuestra rutina cotidiana, cuya polémica no deja de atormentar tanto a editores como a creadores: la piratería y el incierto umbral de los derechos de autor ante los contenidos producidos por IAs generativas; la brecha digital, no solo por la desigualdad en el acceso a internet y dispositivos electrónicos de diversas esferas sociales y culturales, sino también por el esfuerzo que tienen que hacer las mentes que se han desarrollado y educado con categorías y patrones analógicos (desde la generación X hacia atrás); o la desinformación, el contenido producido por las alucinaciones de los chatbots o las fake news… estos no son más que varios ejemplos del delicado estado de la cuestión.

El editor en la industria 4.0

Ante este panorama, los editores tenemos que ponernos las pilas bien rápido, si no lo hemos hecho ya, y adoptar una estrategia proactiva que incorpore decisivamente la digitalización tanto en los procesos de producción como en sus estrategias de venta y de gestión de datos. En primer lugar, todo editor (y creador) debe adoptar más pronto que tarde una cultura digital, y promover la formación continua en su equipo. En segundo lugar, hay que invertir en tecnología: herramientas digitales adecuadas, como plataformas de publicación electrónica, sistemas de análisis o herramientas de producción y marketing digital, son esenciales para competir en el mercado editorial de la llamada «industria 4.0», término que acuñó Klaus Schwab, fundador y director ejecutivo del Foro Económico Mundial, para describir la aparición disruptiva de una diversidad de tecnologías que han redefinido las normas del juego en los ámbitos físicos, digitales y biológicos de la cultura global. En tercer lugar, el buen editor tiene que asumir la responsabilidad de crear contenido digital de calidad. Muchos editores delegan esta labor en grandes plataformas de producción y distribución de contenidos digitales y se desentienden. Lo cierto es que no todas ellas hacen buenos productos digitales. Amazon es un ejemplo: tanto en la generación de ebooks Kindle como en la producción de audiolibros, en muchos casos la calidad es sacrificada en pos de la rentabilidad rápida, valiéndose de sistemas automatizados de conversión y producción de formatos. El editor no solo pierde prestigio vendiendo malos productos digitales, sino que además está perdiendo una buena tajada del gran negocio que es la venta de estos grandes bienes. No olvidemos que los lectores son cada vez más exigentes con la usabilidad, la experiencia inmersiva y la accesibilidad, reforzada esta última por la normativa europea, que ya ha diseñado un plan de certificación exigente y riguroso. En cuarto lugar, el editor debe explorar nuevos modelos de negocio como la suscripción, el pago por uso o la microtransacción, lo que puede abrir nuevas oportunidades de ingresos y fidelización de clientes. Este es un aspecto especialmente delicado en España, a juzgar por un informe publicado recientemente por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) que revela que España es, junto a Georgia, el país en el que menos se remunera a escritores y traductores por el préstamo público de sus obras. Y por último, todo editor que mire de frente a la digitalización del sector debe sentarse tranquilamente con su equipo y diseñar estrategias de marketing digital efectivas, donde las redes sociales se llevan la palma en la creación y potenciación de la marca.

En definitiva, la digitalización es un proceso industrial de adaptación al espíritu de nuestra época. Los editores que abracen este cambio y lo implementen de manera estratégica estarán mejor posicionados para prosperar en la era digital y seguir dando buenas noticias a los buenos autores.

Un comentario

  1. Marta Torres Llopis

    Como traductora, no me hace ninguna gracia la IA, como escritora, tampoco, y como ilustradora, menos. En fin, habrá que adaptarse, pero necesitaremos un tiempo de adecuación a las nuevas tecnologías

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