Horas críticas

Libros de la semana #146

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

Ficción fatal, de Manuel Arias Maldonado (Taurus)

Cuenta la introducción a este ensayo que el cineasta francés Chris Marker definió la utopía como la posibilidad de alquilar el apartamento que ocupa el protagonista de Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock. Tal es el grado de fascinación que ha despertado en toda clase de públicos este clásico atemporal, y al que han seguido aludiendo autores tan fundamentales hoy —y diversos— como Paul Thomas Anderson, Christian Petzold o Luca Guadagnino, por citar algunos. No obstante, también es una película, y un cineasta, que hoy día se ponen en cuestión, acusándolos de una mirada patriarcal que convierte en objeto al personaje femenino y también de unos métodos de menosprecio y acoso por parte de Hitch hacia sus actrices. Pese a estas no tan nuevas lecturas de su obra en clave antipatriarcal, señala el autor de Ficción fatal, el politólogo, ensayista y crítico cultural Manuel Arias Maldonado (Málaga, 1974), que De entre los muertos «es una obra más rica que todas sus exégesis; contiene multitudes y este libro quiere ocuparse de explorarlas». Así, en los capítulos sucesivos se aborda la obra maestra encarnada por James Stewart y Kim Novak incidiendo en cuestiones como el amor romántico y sus desviaciones, el papel también protagonista de la ciudad de San Francisco —y de su trasfondo histórico— o las conexiones con el psicoanálisis. Aunque el foco principal, al que hace referencia el título de este análisis, serían las ficciones que mueven a sus personajes hacia determinados comportamientos, decisiones o destinos, «artificios que terminan siendo fatales para casi todos […], a consecuencia de las pasiones obsesivas a las que dan origen». Para ello, el ensayo de Maldonado se apoya en una amplísima bibliografía de autores que, a su vez y de algún modo, también se obsesionaron con el film, contextualizando bien la obra respecto a su origen y producción, su estilo formal, la búsqueda de sentido, los matices que van más allá de la masculinidad tóxica y la diferencia entre mirar y ver en la película del cineasta británico. Una esclarecedora inmersión en una pieza de arte inagotable, cuya complejidad y riqueza siguen alimentando la discusión y reafirman la idea, como sostiene el autor en su epílogo, de que, por mucha no ficción que se estile hoy, no hay manera de vivir sin la pura ficción, lo que Laia Jufresa llama sí ficción.


La expedición, de Bea Uusma (Ediciones Menguantes)

Publicado en España a mediados del pasado año y finalista de los Premios Cálamo, nunca es tarde para descubrir este libro completamente insólito e inclasificable que parte de una doble historia real: la de La expedición del título a finales del siglo XIX, un intento fallido de alcanzar el Polo Norte en globo aerostático; y la de su autora, la escritora e ilustradora Bea Uusma (Lidingö, 1966), que a mediados de los 90 y mientras cursaba la carrera de medicina, descubrió esa historia y se obsesionó con ella hasta plasmarla en la obra de intriga documental que nos ocupa, con la que ganaría en 2013 el prestigioso Premio August de no ficción. De alguna manera es un libro pionero y adelantado a su tiempo, por esa mezcla de subjetividad y rigor científico, de apasionamiento e investigación, que la hace ir tras los pasos de aquellos exploradores a través de numerosos materiales —diarios, mapas, cartas, fotos…— recogidos en la espléndida maquetación de Ediciones Menguantes, repleta de bellas imágenes y diseños que nos hacen sumergirnos por entero en el rompecabezas que trata de dar sentido a todas las teorías e hipótesis en torno a la famosa Expedición Andrée. Dar respuesta al enigma de cómo fallecieron aquellos tres aventureros, y por qué, es el impulso que guía desde el inicio a la autora sueca: «Tengo que seguir sus pasos. […] Tengo que entrar en el hielo, bajo la capa de nieve. Tengo que ir al lugar donde murieron». El estilo de esta crónica que es también, y sobre todo, una historia de amor entre los veinteañeros Nils Strindberg y Anna Charlier, atrapa toda la emoción de una narración en tiempo presente (tiempo real, más que nunca) y la meticulosa información, los precisos datos de una tragedia y de todos sus remanentes, que irán viendo la luz a través de la compleja investigación forense y de todas las posibles explicaciones a las muertes derivadas de ella: desde la ingesta de hígado de oso polar muy tóxico hasta el suicida envenenamiento por monóxido de carbono, se versan las posibles causas (incluida la propia conclusión o versión de Uusma al respecto) intercaladas con los intercambios de afectos escritos por la pareja protagonista. Lo que queda es el lúcido registro de dos misterios insondables, el de la muerte y el del amor, por parte de quien solo pudo ser testigo de sus huellas. Una obra literaria única, una exploración del dolor que transgrede fronteras en pos de lo que de verdad queda de nosotros, con suerte, cuando ya no somos: memoria.


Sobre el inconveniente de tener muchos amigos, de Plutarco (Ariel)

Este libro consta, en realidad, de dos libros. El primero de ellos recupera cuatro magníficos textos de Plutarco de Queronea en torno a la amistad y a sus circunstancias, sus alivios y sus opuestos. El segundo, situado al final del volumen, es un ensayo de su editor, el también escritor y traductor Gonzalo Torné (Barcelona, 1976), acerca de la redefinición en este siglo XXI de aquel antiguo concepto, a través de un marco o condicionante fundamental y del todo inevitable como es la tecnología. Partiendo de una idea de la amistad pre-pantallas y de su proximidad física, se analiza esta era contrapuesta de la gran mascarada virtual a golpe de nicknames, la exigencia de una constante metamorfosis de puertas para afuera, las imposiciones y los conflictos que acarrea la ciberamistad, los amigos como espectadores o audiencia a la que conquistar, el vacío digital en el que airear éxitos y pesares a discreción, la facilidad con que aumenta o disminuye nuestra cuenta de afectos y también con que nos creamos hostilidades y enconos. Ojo, no estamos ante una —facilona— condena del medio: es más, Torné opina, entre otras cosas, que «esta clase de amistades virtuales diseminadas por el espacio y firmemente vinculadas por un juego de intereses comunes es muy beneficiosa». El editor barcelonés, en lugar de añadir un prólogo o un epílogo propiamente a las reflexiones del historiador, filósofo y escritor griego, parte de lo que sugieren para ofrecer una pieza que funciona como opúsculo en sí mismo; un brillante estudio que se sirve tanto de sus vivencias como de citas a Gil de Biedma, Hegel, Deleuze, Remedios Zafra, Heaney o Sócrates, pero sobre todo de su —infrecuente— sentido común. Sin entrar en la «muchísima moral, de excelente calidad, suculenta diríamos», de los escritos de Plutarco: desde el dirigido a su amigo el príncipe sirio Antíoco Filópapo, para distinguir al pelota del verdadero amigo; al destinado a «intentar sacar provecho del antagonismo», dado que «el enemigo es nuestro admirador más sobresaliente»; pasando por su Consolación a Apolonio para ayudarlo a superar el duelo por la muerte del hijo y, finalmente, el que plantea «el deseo de acumular amigos» y la dificultad de hallar a los auténticos, «tan valiosos». Sobre el inconveniente de tener muchos amigos nos advierte el autor clásico y su editor en este oportuno rescate en tiempos de followers, influencers, haters y demás fauna incorpórea, en los que no en vano seguimos tendiendo a la vieja aspiración de rodearnos de gente, y así más fuerte poder cantar.


Pie de página. Destejer a Eliza Kendall, de Inma Miralles (Cicely)

En el penúltimo de los textos que integran este libro, refiere su autora el suicidio por impago de deudas de la costurera Eliza Kendall poco antes de cumplir los 19 años, citado como nota al pie en un ensayo de Friedrich Engels. En su propia nota al pie, escribe Inma Miralles (Murcia, 1988): «Originalmente, esta información estaba aquí. Ahora es texto principal»; y título y subtítulo, podríamos añadir. Pie de página. Destejer a Eliza Kendall parte de esa explícita voluntad política que no se limita al homenaje o la memoria, como evidencia el último de los textos del libro que nos ocupa: una nota final compuesta de titulares que dan voz a la juventud precaria, y que hace dialogar aquella tragedia antigua con otra actual. «Nunca imaginé que se podía trabajar y ser pobre», escribe la autora al inicio de este poemario prologado por una cita de Jean Rhys sobre fantasmas. Y que sigue con una serie de textos, o acaso uno solo hecho de fragmentos o de pedazos, afantasmado de duelo —por una desaparición— y de prosa. Que habla de la vida y la escritura en los márgenes, de la imperturbabilidad con que la ciudad asume sus muertes: «¿Por qué no hay una tristeza / colectiva como hay un imaginario, / como hay un subconsciente?»; algunos días todo el mundo debería llorar a la de tres, parece decirnos. Los versos se internan luego en un velatorio, se mezclan con los muchos «dolientes» allí congregados alrededor de la banalidad de un servicio que se vende: el de ofrecer un recinto a la pérdida y a esos «desconocidos de luto riguroso» que lloran sin consuelo. Luego comparece el hallazgo fatal en el río («Olvidamos el peso del agua. / Olvidamos que tiene brazos»), un horror tan inadvertido como un abrir y cerrar de ojos: «qué línea más fina separa / dos realidades tan semejantes / la ranura de un párpado / simboliza un conjunto / arbitrario de disposiciones». La poesía de Miralles trata de desencajarse del tiempo y el espacio que le han tocado vivir, del recuerdo tergiversado, de su condición de subtexto. Y lo hace, justamente, con un estilo concienzudo y concienciado de su clase y de las luchas políticas aparejadas al hecho de ser mujer y de (man)tener un nombre; de sobrevivir a la vergüenza de no tener donde caerse muerta —que no sea el fondo del río—. La escritora murciana ahonda en la mirada feminista y formalmente audaz, y feroz, de su anterior La Hijamadre (2022) en este nuevo libro donde la poesía emprende, como apunta José Daniel Espejo en su prólogo, «un acto de descenso. De reflexión —de la luz—. O de espiritismo. Aún la necesitamos. Porque es el único puente entre el limo y el ectoplasma de que estamos hechos». Inma Miralles invoca los fantasmas del Sistema, la violencia socioeconómica y sus muchas víctimas, con la sola fuerza de su resonante, combativa, íntima y poderosa voz poética.

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