Historias naturales

Tesitura

Sé que soy Milton Purvis, pero Mike McKay [Kurt Russell], el doble de riesgo de Hollywood, el héroe de Death Proof, esa ficción de explotación («Exploitation Fiction»), ese insólito filme de Tarantino, se superpone, Russell se superpone, se cruza en la historia que así decae en su ritmo y me produce una fuerte migraña, que me despierta, empapado. ¿He estado enfermo?

No logro recuperar el sueño. He buscado y encontrado quién es (fue), quién soy (oigo que me llaman así, que mejoran incluso mi nombre, con un rimbombante Melvin Horace Purvis, Jr.). Salgo pues a la calle, a la busca y captura del famoso ladrón de bancos John Dillinger, a quien neutralizo en Chicago el 22 de julio de 1934. Llamadme Purvis, sin ambages, quiero ser el abogado, el hábil maestro de tiro, el agente del F.B.I. («American Agent») educado, valeroso, incluso soporto bien el humillante mote de Pequeño Mel («Little Mel»), debido a mi corta estatura. Sin embargo, en el regreso oscuro, sumido en un sopor más que en un profundo sueño, me debato. Disputo mi identidad con el psicópata Russell en su papel de asesino de muchachas conductoras por las rutas de Austin, Texas. ¿Purvis, Russell, quién deseo ser en este presagio de muerte? ¿Suicida con el arma que acabó con Dillinger o muñeco apaleado, hasta expirar, por tres féminas pendencieras (Zoë Bell, Rosario Dawson, Tracie Thoms)? En cualquier caso, es evidente, jamás despertaré, jamás sabrán (sabré) cuál ha sido mi término.

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