El médico de la prisión, de Ernst Weiss (Ginger Ape)
Decía Thomas Mann que uno de los pocos escritores que podían ser comparados con Kafka era Ernst Weiss, quien además de compartir el Círculo de Praga con su compatriota, despertó la admiración de otros grandes literatos centroeuropeos como Zweig o Hesse. Esta publicación de Ginger Ape contribuye a resarcir en nuestro país su figura, que parece estar viviendo un lento pero palmario renacer, sobre todo a raíz de su exitoso perfil de Hitler en El testigo ocular. Otra de sus novelas fundamentales, El médico de la prisión, la acabó en 1934, seis años antes de envenenarse mientras los nazis tomaban la capital francesa, pero empezó a escribirla en 1922 y evoca esos primeros años de posguerra, privaciones e incertidumbre en Alemania. La dureza de este relato sobre dos hermanos, a los que el título alternativo de la novela alude como Los huérfanos, no es tanto política como humana, y plasma el doble trauma de una generación sometida a la sordidez del presente y la desesperanza del porvenir. Influido por el expresionismo literario tanto como por el psicoanálisis freudiano, Weiss alumbró un libro rabioso y desolado, también una magnífica muestra de su talento y ambición narrativa, su imponente dominio del lenguaje y el virtuosismo de su estilo. Una novela dominada por monólogos y silencios, porque una sociedad que solo aspira a la supervivencia se acostumbra a callar o hablar para sus adentros como todo consuelo. APTO PARA: Lectores sin miedo a enfrentarse a la cara «b» de la Historia, la amarga derrota social que anunciaba el Tercer Reich. NO APTO PARA: Adictos a la novela histórica, en el peor sentido.
Ciudades sin lugar, de Carmen Muñumer (Ediciones Asimétricas)
En este ensayo, la noción de utopía como estímulo creativo sirve de hilo conductor para analizar las relaciones entre arquitectura y cine, en sus (no tan) diferentes modos de pensar el futuro. Formada en la investigación de ambas disciplinas, la historiadora del arte Carmen Muñumer posa su visión transversal en una serie de proyectos arquitectónicos y cinematográficos ubicados entre la «estación de partida» que representa Metrópolis y el «punto de no-retorno» que dibuja Blade Runner como inauguración de la estética posmoderna y retrofuturista. Demuestran las páginas de Ciudades sin lugar que el idealismo del séptimo arte y también sus distopías han alimentado el diseño urbano, al igual que las transformaciones sociales, el contexto político o artístico de cada época y los avances tecnológicos han dado combustible a la imaginación fílmica: ciudades o viviendas con diseños inéditos y hasta estrambóticos que trataban de adelantarse a las tendencias, aunque acabasen hablando más de su propio tiempo. Deformaciones del presente o caminos de ida y vuelta entre ambas disciplinas han dado lugar a un imaginario fascinante, gracias al carácter visionario y experimental de la ciencia ficción. Más allá de lo formal, señala Muñumer, evocar «la ciudad de ningún lugar», la urbe del futuro, ayuda a dilucidar adónde vamos y de dónde partimos. APTO PARA: Cinéfilos y arquitectófilos que atienden a las implicaciones artísticas e ideológicas de la concepción del espacio urbano. NO APTO PARA: Los que piensen que ni la utopía ni la ciencia ficción habrán dicho nada relevante cuando el destino nos alcance.
El descubrimiento de Europa, de Esteban Mira Caballos (Crítica)
A menudo olvidamos que el descubrimiento de América causó la europeización de aquel continente pero con el tiempo también la americanización de Europa, por la llegada de millares de esclavos indígenas durante los siglos XVI y XVII. El historiador Esteban Mira Caballos conoció la magnitud de este fenómeno en el Archivo de Indias de Sevilla, ciudad que fue escenario principal del desembarco, y en el año 2000 publicó el influyente Indios y mestizos del siglo XVI. Otro descubrimiento, si se quiere, sobre un tema apenas estudiado entonces y olvidado muy probablemente por la marginación que sufrieron sus protagonistas, si bien algunos de ellos llegaron al Viejo Mundo como ciudadanos libres. En esta nueva obra, El descubrimiento de Europa, ahonda en el papel que los indígenas arribados jugarían en las transformaciones económicas y culturales a partir de entonces, ya fuese como mano de obra explotada —y conversa— por la voracidad del imperio español o como parte de una élite vinculada a la realeza, la nobleza o la diplomacia. El académico aborda con profundidad y rigor dignos de encomio las implicaciones de aquella estancia (en algunos casos muy duradera y que legó toda una herencia de mestizaje), como las leyes sobre la trata o la defensa humanista de los indígenas, palabra que aún hoy hay quienes asocian a «salvajes tocados con penachos de plumas que atacan a los colonos europeos». Su ensayo viene a desterrar ese estereotipo y a proponer una mínima justicia histórica. APTO PARA: Quienes sientan curiosidad por esta visión de la colonización a la inversa. NO APTO PARA: Los que solo entienden la Historia en el sentido (ideológico) que se aviene a su discurso imperialista.
Por qué miramos a los animales, de John Berger (Alfaguara)
Faro del pensamiento contemporáneo, John Berger hizo de sus modos de ver toda una guía estética, crítica, social y humanista, entendiendo por humano no solo lo que incumbe a la especie, sino a la convivencia con otras. Esta recopilación de escritos, que en castellano solo habían aparecido de forma dispersa, abarcan cuatro décadas —hasta 2009— de reflexión y conciencia sobre los olvidados derechos de los animales, así como el inexorable desligamiento de la vida salvaje. Ensayos que tratan de ratones, golondrinas o simios, pero también del modo de comer burgués y de otras visiones, como la fotografía de Pentti Sammallahti, en cuyas imágenes «el orden humano está siempre a la vista, pero ha dejado de ocupar un lugar central». Algo así reclama el prolífico autor inglés en el texto (de 1977) que da título a este libro, Por qué miramos a los animales, donde habla de un proceso culminado por el capitalismo occidental que rompió la relación entre ser humano y naturaleza. Antes de eso, los animales eran también el centro del mundo porque dependíamos de ellos para casi todo, pero más allá de ese vínculo interesado, siempre estuvieron presentes en nuestra imaginación «como mensajeros y promesas»; como símbolos, desde obras ancestrales como la Ilíada. Por eso no es fácil su marginación cultural siquiera hoy, argumenta Berger con su escritura honesta y audaz: seguimos necesitando su compañía para paliar esta soledad autoimpuesta. APTO PARA: Quienes piensan y sienten desde un vitalismo que no ha de protagonizar el bípedo de siempre. NO APTO PARA: Antianimalistas, superhombres y sapiens que se dejaron atrás el alma.