En verso

Veo una vara de almendro Veo una olla que hierve

 

Con el primer suspiro de la aurora
volqué las moras sobre el pañuelo.
Las miré y las conté innumerables veces.
Entre el mediodía y el anochecer las miré.
Cuando ya no las distinguí de la sombra
empecé a probarlas todas, una por una.

 

***

 

Me coloqué detrás de mi espalda para mirarte.
Y detrás de mi espalda se acantonaron
mil ancianas todavía vírgenes.
Si coso un muslo a otro muslo es porque quiero.
Hasta mis huesos rotos, ay, se deleitan.

 

***

 

Apacienta mi resuello con azotes.
Con azotes compadécete de mí.
Tanto más crueles sean los daños
más disfrutaré de tus ungüentos.

 

***

 

Mi cabeza cayó bajo la inmensa hoz de tu silencio.
Se aportillaron todas las cercas para placer de los demonios.
Por no endoblarte murieron los rebaños alrededor de mi cuna.
Bienquisto eres, y los buracos de mi cuerpo aún te cantan.

 

 

Veo una vara de almendro Veo una olla que hierve
Angélica Liddell
La uña rota
(Segovia, 2021)
288 páginas
16,00 €

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