Horas críticas

Libros de la semana #129

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

Contra la ignorancia de las mujeres, de Sor Juana Inés de la Cruz (Taurus)

Dentro de su colección Great Ideas, Taurus edita esta obra de una autora —literalmente— visionaria y que, por mucho que se la denominase «décima musa», más bien sirvió ella misma de inspiración y faro a numerosos escritores posteriores. En este caso, Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) vuelve a adelantarse a su época y generar controversia con un sorprendente texto, netamente feminista, compuesto por dos cartas en las que reivindicaba para las mujeres nada menos que el derecho al conocimiento. En la primera de ellas, dirigida como respuesta a otra que le había escrito el obispo Manuel Fernández de Santa Cruz (bajo el alias de sor Filotea de la Cruz), explica la autora una de las trabas frecuentes de la época para que ellas tuvieran maestros con el fin de cultivarse: «Muchos quieren más dejar bárbaras e incultas a sus hijas que no exponerlas a tan notorio peligro como la familiaridad con los hombres, lo cual se excusara si hubiera ancianas doctas, y de unas en otras fuese sucediendo el magisterio como sucede en el de hacer labores». Juana Inés cita el ejemplo de la diosa Minerva, pero también de las encarnadas Pola Argentaria, Nicostrata, Aspasia Milesia, Hipasia y otras mujeres doctas celebradas y veneradas en la antigüedad, para reclamar la continuidad de esa tradición en las de su tiempo. La segunda de las misivas recogidas en este libro, una «autodefensa espiritual» que dirige a su severo confesor (durante 15 años), el jesuita Antonio Núñez de Miranda, cuestiona la prohibición del estudio a las mujeres: «¿No tienen alma racional como los hombres? ¿Pues por qué no gozará el privilegio de la ilustración de las letras con ellas?». La hermana se defiende con cierto enojo de las acusaciones y, aun mencionando a referentes femeninos del santoral, tan inmáculos como los masculinos, se pregunta: «Soy por ventura hereje? Y si lo fuera, ¿había de ser santa a pura fuerza?». Con la fuerza de su prosa y su pensamiento incendiario, Contra la ignorancia de las mujeres rebate los estereotipos y los prejuicios de género como pocas mentes de su tiempo pudieron llegar a hacer. Y se rebela ante la realidad que, entre unos y otros, le quieren construir, el reducto del saber al que la quieren confinar: «Unos no quisieran que supiera tanto, otros dicen que había de saber más, para tanto aplauso». Esto escribía a finales del XVII una mujer que, tristemente, estaba hablando por muchas otras que siguen recibiendo lecciones de machismo (en la educación, en el ámbito académico, en las letras, en la cultura) más de trescientos años después.


Burbuja, de Domingo Santos (Ediciones T&T)

«Se detuvo en lo alto de la suave colina, contemplando la imagen de la Burbuja allá abajo, en la pedregosa llanura. El sol de Marte estaba ya muy oblicuo en el cielo, y la sombra de la cúpula transparente semejaba una giba sobre la rojiza arena». Que estas fuesen las primeras palabras de una novela española en el año 1965 ya debería ser motivo suficiente para acercarnos a su reedición (revisada), casi 60 años después, en la colección Biblioteca 451 Pioneros de Ediciones T&T. Pese a lo marginal de la literatura de ciencia ficción por entonces en nuestro país —tampoco es que hoy pueda decirse de consumo masivo ni muy bien considerada por la crítica—, Burbuja ha quedado como un verdadero clásico del género, aun «pequeño», como señala en su prólogo el editor y gran especialista Mariano Villarreal, por eludir los temas típicos de entonces para fijarse en otro que aún resuena hoy con estruendo: «el de la manipulación de la opinión pública por parte de las altas esferas del poder y la política, pero también por parte de los grandes medios de comunicación, para satisfacer espurios intereses geopolíticos, económicos y de audiencia». ¿Les suena? Política-ficción que se anticipa a fenómenos tan en boga como el de las fake news y la desinformación como estrategia populista en un relato de exploración marciana que deriva hacia una crítica a la sociedad del espectáculo y la política-ficción, adelantándose en su mirada de poso sociológico a autores capitales como Andy Weir o Norman Spinrad: «La opinión pública es como un gran monstruo», sentencian estas páginas aludiendo a uno de sus temas principales. Quien las firmaba era el barcelonés Pedro Domingo Mutiñó (1941-2018) bajo su habitual alias Domingo Santos, sin duda una de las figuras patrias más importantes de la ciencia ficción, no solo como —prolífico— escritor, heredero de tótems como Isaac Asimov o Arthur C. Clarke, sino también como editor, traductor y gran divulgador de la literatura de género. Con una prosa directa que no pone paños calientes a los hechos que describe, coloca a diez hombres en el planeta rojo, atrapados por sucesivos estados de angustia, ansia, ruindad y muerte en una novela que, como la visión del propio mundo marciano, no deja indiferente: «Nunca había visto un espectáculo como aquel, al mismo tiempo tan grande y desolador». Una novela fundamental, auténtica rara avis a reivindicar.


Vivir deprisa, de Brigitte Giraud (Contraseña)

Este libro es una crónica devastadora y lucidísima del duelo, armada en torno a un listado casi inagotable de condicionales. Algunos de ellos (no necesariamente aquellos en los que luego se detendrá la autora) aparecen enumerados al comienzo: «Si hubiese tenido un móvil. / Si la hora de las mamás no hubiese sido también la hora de los papás. / Si Stephen King hubiese muerto en el terrible accidente que tuvo tres días antes que Claude. / Si hubiese llovido. / Si Claude hubiese escuchado Don’t Panic, de Coldplay, y no Dirge, de Death in Vegas, antes de salir de la oficina». Y así. El citado Claude fue pareja de la escritora Brigitte Giraud (Sidi Bel Abbès, 1960) hasta que un accidente de tráfico en 1999 se lo llevó por delante. Más de veinte años después y tras su anterior Ahora —también publicado por Contraseña—, sobre los días posteriores a la tragedia, vuelve a aquella noche y a las circunstancias que condujeron sin remedio al irremediable suceso, para tratar de cerrar una herida siempre abierta. Al fin y al cabo, como recuerda la cita de Patrick Autréaux con que se abre este texto autobiográfico: «Escribir es verse conducido a ese sitio que se querría evitar». Pero que es inevitable. No es este un relato de superación personal, aunque desde luego es un triunfo de la literatura. Ganadora del Premio Goncourt en 2022, Vivir deprisa basa su brutal potencia en el estilo seco, a fogonazos de memoria de la escritora argelina (pues no hay orden en los acontecimientos que evoca, solo olas que a veces son previsibles, junto a esas otras «olas de fondo que no hemos visto venir»), llevándonos de la mano a través de su escritura por esa galería de actos y sus posibles consecuencias, lo que oía y lo que se decía a sí misma, con una sensación de inexorabilidad y de premura que anticipa aquel doble choque: el de la moto con el coche y el de ella misma, de bruces contra la ausencia y a solas con el pensamiento de cuáles fueron los desencadenantes. En un drama personal como este, cuenta, «deliramos, queremos entender cómo se convierte uno en un número en las estadísticas, en una coma en el gran todo. Y eso que nos creíamos únicos e inmortales». Con lirismo pero equivalente sobriedad, con crudeza pero férrea hondura existencial y fe en el destino, Giraud ha compuesto una imponente investigación sobre las casualidades del amor en toda su improbabilidad, y sobre su inevitable final.


Escala, Poesía 1991-2023, de Ernesto Pérez Zúñiga (Sonámbulos)

Empieza el autor de este poemario desgranando la polisemia del título elegido para el mismo: alude tanto a la pausa en la trayectoria —o el vuelo, muy libre en su caso— para (re)tomar impulso, como al acercamiento o alejamiento de lo visible y lo invisible, las resonancias musicales y la rítmica lírica, o la «secreta escala» que, citando a San Juan de la Cruz, le sirven para aunar en esta retrospectiva sus mundos interiores y exteriores («Las palabras externas / ocultaban palabras / mejores»); conectados unos a otros en una evolución que también sirve para desandar el recorrido, reparando en nuevos desvíos y bifurcaciones que, descubiertos hoy, les hacen cobrar otra dimensión. Por tanto son también las escalas editoriales de las diversas publicaciones que contiene: siete libros anteriores más una postrera colección de inéditos en forma de Cartas escondidas, que se suceden en orden cronológico y que muestran los cambios de color, temperamento y aliento en su obra siempre viva, dialogante e intertextual —hay referencias a los dibujos de Escher y a las partituras de Schubert, Beethoven o Schumann—. Escala es, así, una suerte de autoantología de más de treinta años de poesía escrita por Ernesto Pérez Zúñiga (1971), que por tanto alberga lo más personal de su propia curaduría y de la curación también —en el sentido de maduración— de sus versos, a los que dio vida y a los que ha visto crecer con el paso de las décadas. Un peso de su propia experiencia que, en el programa poético que Andrés Soria Olmedo califica en su prólogo de «maximalista y creacionista», advirtiendo ecos de Javier Egea, Lorca, Neruda o Luis Alberto de Cuenca, se proyecta sobre la selección de los poemas y también de sus temas recurrentes, entre otros: el misterio de la naturaleza y la materialidad del universo («El sonido de un dedo sobre un torso / al máximo volumen / del cosmos»); los desdobles de la realidad y la soledad existencial, que es una («La vida es la tormenta. / Te salva solo un ancla: / ser viajero sin miedo / al borde de la nada»); la memoria y la guía espiritual de Poe, Bécquer o Dante («Oscurece el olvido / los límites del cielo»); el amor como forma suprema de conocimiento o de frío («hoy desde los años / venideros miro / lunas que serían / lápidas de ti / y toco un fantasma / de mí») cuando equivale a pérdida, a la negra infinitud del tiempo («No puedes fiar al destructor la más sutil de las criaturas») y los silencios como incendios: «La oscuridad es leña imprescindible. / La oscuridad es cueva de muebles destrozados. / Necesitaste todo lo que quemas. / Más madera vendrá. Verás más alto», anuncia la última de las escalas de este libro. Más madera, repetimos en voz alta, como un coro, mientras lo cerramos.

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