«Starship Troopers es una puta mierda».
Esta frase la he oído un montón de veces de gente que no tiene ni pajolera idea de lo que es el cine de calidad, ni espíritu crítico, incluso seguramente es gente que alguna vez en su vida se habrá planteado dejarse bigote. Esa misma gente me había dicho en algún momento que Zoolander no hace gracia. De verdad, si alguna vez alguien así le dice algo parecido, niéguele el saludo. Y si se encuentra usted entre sus filas, no hace falta que siga leyendo.
Voy a dejar clara, pues, la categoría crítica y la intención de satirizar el cine de acción propagandístico de la era Reagan que pretendía Paul Verhoeven (Berjoeben en España), conocido por un montón de películas de ciencia ficción cargadas de explosiones, disparos, mutilaciones, tetas al aire (a veces de tres en tres) y algún que otro atisbo de vello púbico: no se puede hacer otra cosa que la de categorizar a Paul, colega de toda la vida, de director de películas de culto. Y es que a todos nos suenan películas como Robocop, con la que se estrenó en Estados Unidos, Desafío total, Instinto básico o Los señores del acero, entre otras. Películas todas más que imprescindibles en nuestra videografía y que le dan suficiente crédito a este director nacido en la ciudad de la marihuana, como para no dudar de la calidad y del trasfondo crítico y destructivo que esconde una película tan aparentemente banal como esta.
Dirigida con sarcasmo, Starship Troopers está basada en la novela homónima, de Robert Henlein, novela que Verhoeven fue incapaz de terminar por puro aburrimiento. Situada en una futurible Argentina del siglo xxiii, mantiene a su población en una sociedad muy militarizada en la que no se consigue la ciudadanía hasta haber superado un agresivo servicio militar que dura dos años, independientemente de haber nacido con pene o vagina.
Si obviamos las mutilaciones, desnudos y baños mixtos del filme, las correrías de la academia militar bien podrían ambientarse en el instituto de Salvados por la campana. Todo de la mano de un elenco de actores, aparentemente sobreactuados, sacados de los apartahoteles de la mítica serie de los ochenta, Melrose Place. Actores supraadolescentes y actrices más cerca de tener la menopausia que de su primera menstruación, intentando pasar, al menos físicamente, por estudiantes de último curso de secundaria con dudas existenciales sobre la elección de si infantería o flota espacial en el mejor site comparador de apuestas, lo que aquí hubiera sido escoger entre un cursillo homologado del SEPE frente a cursar cualquier carrera en la Universidad Politécnica de Valencia, calificada por el Academic Ranking of World Universities (ARWU) 2014 como la mejor de España. el mejor site comparador de apuestas
Algo que nos sacará una sonrisa a los que disfrutamos de la cultura basura televisiva de los ochenta es la aparición de algunos personajes rescatados de aquel entonces, como es el caso del amigo superdotado y telépata de la pareja protagonista, Neil Patrick Harris (aka un médico precoz, aka Barney Stinson), o el malo bueno de V, Michael Ironside, con su característica cara de «Si me tocas los cojones te arrancaré los tuyos pero soy un encanto», en el papel de profesor e instructor de la academia y de teniente agresivo y voraz en el planeta Klendathu, así nos ahorramos un actor de un plumazo.
Una mención especial se merecen todas las batallas contra los bichos, creados bajo un fantástico diseño y unos maravillosos efectos visuales. Escenas sangrientas no aptas para corazones sensibles bien rodadas, bien diseñadas, limpias y coreografiadas hasta un punto psicóticamente bello. Por algo recibieron varios premios a mejores efectos visuales.
Todo el filme está plagado de escenas autoparódicas, violencia y exaltación de ciertos valores militaristas en un tono tan vehemente que por sí mismas funcionan como crítica y mofa de la defensa de esos valores. Algo por lo que, en ausencia de una crítica directa y clara, esta magnífica obra ha sido tachada de pronazi, probelicista y tomada en serio como una clara apología de los valores y estados sociopolíticos que precisamente pretendía criticar.
Por tanto tenemos una película redonda incluso sometiéndola a varios prismas. Funciona como película de instituto, funciona como come- dia romántica, funciona como película de acción, funciona como ciencia ficción, funciona como película de serie B de alto presupuesto, funciona como crítica sociopolítica, funciona como parodia de las películas del género al que supuestamente pertene- ce. Y, lo que más nos gusta, funciona para cabrear a todos esos tipos con bigote, que están deseando que aparezca un tío vestido con un abrigo de cuero has- ta los tobillos con métodos poco ortodoxos, para tachar a cualquier obra genial de apología nazi.
Este texto forma parte del libro Jot Down 100: Ciencia Ficción que se puede adquirir en librerías y en la tienda en línea de Jot Down.
Gracias, me hiciste dar ganas de volver a ver esa obra de arte. Eso no lo pueden hacer muchísimas películas.