En verso

Libro mediterráneo de los muertos

Fragmento de [NOVENTA Y NUEVE ESTRELLAS DE MAR Y UNA CODA]

Si las rocas respiran, ¿no habrás de hacerlo tú? Brama el mar
en su nombre y en el tuyo. Entra y rompe, imprudente, las
costuras, el cuidadoso atado de los cuerpos. Se lleva por delante
las costillas, ese armazón de barco y de velamen que reclama el
oxígeno y el tórax.

Te habías levantado entre la asfixia. La luz era pastosa: una tela
tupida tapando tu cabeza, un revoltijo de hilo en la laringe.
Después has caminado hasta el rompiente, hasta el abrupto corte
de la costa y llamarás al mar casi sin voz. Si no viene, terminarás
gritando. Como en los sueños, no hay tiempos verbales: todo
ocurre mañana y es ayer. Pero sigues llamando al mar incluso en
la afonía, en el volcado y brecha, entre las redes. No alcanzaste a
anotar en tu cuaderno las frases desarboladas por el naufragio:
«No puedo respirar», o bien, la asfixia es una experiencia
mancomunada, o bien, entre el ritual de espanto se escapa la
última brizna de aire con la que puedo decir toda persona importa,
por favor, por favor, sólo levántate, por favor, mamá, mamá, por favor, o
bien, soy el viento y cada una de las personas que importaron que
importan toda persona importa porque el regalo del sol es una
experiencia mancomunada.

[…]

 

Fragmento de [DESNUDO NUDO]

[…]

¿Entrarás en lo blanco cuando atillas su nombre? Jadeando o
ahogándote en su nombre? Vuelves sobre ti, ya no ves nada,
ahora perteneces a la niebla. Tropezarás con trozos de lenguaje:
saltan, se adhieren como astilla que expulsas al toser
violentamente. También en la hoja un párpado del perro: no
distingues si es letra o animal.

En la niebla, la arqueología del abandono. Una gasolinera
estampada contra el paisaje, resistiéndose a desaparecer, como
todo se resiste a desaparecer. ¿Y el perro? Lo buscas, gritas, lo
estás llamando. Tu voz retumba en vías de servicio, viales de
hospital, largos tubos por los que llegan el gas y la sangre,
furgonetas que transportan las frases más urgentes. Tropiezas con
guijarros y raíces, te hundes hasta la mitad del talud y del cuadro,
no puedes respirar bajo el barniz.

Cae tu cabeza golpeándose y se llena de tierra. Cortarla y que
silbe la asfixia, que puedas enterrarla contra ti como muro de
adobe o de pintura sobre el que sólo asoma el hocico del perro.
Precipicio y pigmento de la herida. El animal no teme a su
cabeza. Rebusca en el exceso, en la superposición de capas
minerales, en este cromatismo atragantado. Después podrás decir
reverdecer (repítelo despacio varias veces) porque el perro trae
tierra hasta la página, la llena de abrojos y de salpicaduras.

[…]

 

 

Libro mediterráneo de los muertos
María Ángeles Pérez López
Editorial Pre-Textos
(Valencia, 2023)
56 páginas
12,00 €

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