Horas críticas

«La ocupación» de Annie Ernaux o J., el nombre del desgarro

Con La ocupación (Cabaret Voltaire, 2022), Annie Ernaux machaca los sentimientos de los celos y el arrepentimiento que nadie se salva de haber experimentado cuando somos reemplazados en el amor. Una vez más, la actual Nobel de Literatura pone nombre, forma y contenido a unas emociones universales que traspasan el género y el sexo. En sus páginas, la protagonista de esta historia se pisotea varias veces a sí misma para liberarse de una ocupación: el hombre al que dejó, W., se ha mudado con otra mujer para rehacer su vida. Y le fastidia muchísimo, hablando mal y pronto. O más que eso, le horripila, le enfurece hasta la desesperación.

Si bien se dice que un papel no se puede doblar más de siete veces, cada hoja escrita por Ernaux podría exprimirse más de catorce. Gracias a la genialidad en el manejo del relato autobiográfico de la escritora, a su lenguaje poliédrico y a la labor evangelizadora de Cabaret Voltaire por editar y traducir al español muchos de sus libros, podemos deleitarnos con grandes historias en las que, además de experiencias potentes, hay una inalcanzable calidad literaria. El libro ha tardado veinte años en llegar a España —fue escrito en 2002—, a la par que la Academia Sueca otorgaba el mayor galardón de la literatura a su autora, pero nunca es tarde. Un must, que se dice ahora. Sería una lástima que sus títulos fueran más atractivos para el público por su forma, es decir, libros pequeños que se leen de una sentada, que por su contenido. Ahora que casi todo va de tamaños y extensión, la duda late.

Vivir para escribir

La ocupación empieza con una genial elipsis en apenas un par páginas. Primero, describiendo su entretenida rutina sexual de todas las mañanas, cogida «al sexo, empinado por el sueño», para acabar confesando que «fue ella quien dejó a W.», el portador de ese pene, tras seis años de noviazgo. Su pareja quería tener una vida común, vivir juntos, y ella, que había «recuperado la libertad tras dieciocho años de matrimonio», no estaba dispuesta. Cuando su expareja rehízo su vida y consiguió tener una vida de pareja con otra mujer, comienza «la ocupación».

Annie Ernaux para dummies: sus libros cuentan su vida. En los talleres y cursos de literatura, se suele insistir en el cuidado de la balanza vivir–escribir para contar historias con fuerza. La escritora resumía este concepto a la perfección en una entrevista concedida a Letras Libres: «La forma de mi vida es la forma de mi escritura». Es decir, que para escribir relatos cautivadores hace falta vivir algo de ellos y para hacerlo bien, además, hay que encerrarse a leer y escribir. Pero de nada demasiado.

Tras la ruptura, W. y la protagonista —llamarla Annie Ernaux me resulta aséptico e injusto con la obra, no se trata de un artículo o un texto de blog— siguen telefoneándose, y es en una de esas llamadas cuando él le transmite que va a mudarse con otra mujer. La había sustituido, sin segundas intenciones, solo con la esperanza de recuperarse de la ruptura. «A partir de entonces, la existencia de esa mujer invadió la mía».

No solo esa mujer se había colado en sus preocupaciones, también el resto de las mujeres del mundo. De la protagonista emana un impulso por compararse con todas sus congéneres, las conociera o no. «Ya solo era capaz de contemplar a las mujeres en función del paso del tiempo y de un envejecimiento cuyos signos valoraba yo comparándolos con los míos». De la ocupación pasó a la comparación constante, al desgarro y a la búsqueda de símiles con una mujer de la que solo sabía que era profesora. «En el metro, cualquier mujer que rondara los cuarenta y llevara una cartera de profesora era ella».

«Ella», como dice Ernaux, se convierte en el objeto central del relato. Las artes por descubrir su identidad, más o menos ortodoxas, nos devuelven a aquel tiempo en que nos cambiaron por otra persona. Salvando a aquellas personas que solo han conocido una vez el amor, todos hemos sido reemplazados. Esa derrota, esa curiosidad maldita por saber quién lleva ahora nuestras camisetas, es lo que se describe en La ocupación. A mí me han sustituido, y yo he sustituido, varias veces. De la última no hace demasiado y, aunque celebro aceptar estas noticias con deportividad, no consigo escapar del quién será. Annie Ernaux consigue destripar esa investigación de manera salvaje, quizás muy tóxica y exagerada, pero sin perder nuestra familiaridad con esas emociones. Aunque solo hayan existido en un rincón ignoto de nuestro corazón.

La otra mujer, J., había ocupado todos los momentos que ella había sacrificado por no vivir con W. En cada paso, cada sexo, esquina o momento azaroso, invadía su espacio. Annie Ernaux lo llama la «transubstanciación» del cuerpo femenino, concepto católico por el cual el pan se convierte en Cuerpo de Cristo. Pues lo mismo: con el surgimiento de un recuerdo, «un orgasmo», lo que fuera, cualquier rasgo femenino se convertía en J.

Esta omnipresencia del sujeto protagonista es, en realidad, un denominador común en la obra de la autora francesa. La ocupación, El acontecimiento, La vergüenza o la Pura pasión lo son todo durante un tramo de su vida. Normalmente, vividos con desgarro y asfixia.

A caballo entre los celos y el arrepentimiento

«Lo más extraordinario de los celos es que se puebla una ciudad, el mundo, con un ser al que no se conoce de nada». En sentido literario, como lectores, La ocupación mantiene la trama de saber la identidad de J. Sin embargo, en la escena metafísica, este relato va profundizando en los celos a golpe de zapatilla. Cada movimiento de la autora es un nuevo nivel. Desde lo más básico, los celos fruto de la invasión, a los más profundos, aquellos relativos a las inseguridades.

Los celos de La ocupación cruzan las líneas más acaparadoras y egoístas del género humano, rozando lo neurótico. En un momento dado, y a colación de una llamada de teléfono, W. advierte a la protagonista que estaba pensando en ella de manera puntual, a lo que responde: «Lejos de alegrarme, de creer en una conexión mental entre ambos, esa observación me desesperaba. Solo entendía una cosa: el resto del tiempo no pensaba en mí». También cuando fantasea con volver a tener citas con él, ser descubiertos por su nueva pareja, y transferirle todo su dolor al destapar que estaba siendo engañada.

Precisamente este dolor, volcado en rabia, lleva a Ernaux a diseñar una protagonista arrepentida, presa de sus propias decisiones y, sobre todo, dolida consigo misma: «Cualquier evocación de separación o de partida bastaba para trastornarme». La obra danza entre la ocupación, los celos y el arrepentimiento, en realidad. Apelando a Tolstói, el personaje llega a pensar en hacerse un Anna Karénina en un andén ferroviario.

Pero solo tiene energía para esquivar las puñaladas que le asesta su propio cerebro mientras intenta descubrir el rostro y la vida de J. Como en otras obras de la autora, llegado el momento de saber quién es tras una agónica obsesión, ni es tan espectacular en la psique del personaje ni le importa ya. Tampoco al lector, que ya lleva suficiente dolor aprendido. «El gesto de escribir, aquí, quizá no sea muy distinto del de clavar agujas». Annie Ernaux es una autora moderna hasta para desobedecer ese extraño mandamiento literario de que las historias deben acabar en lo más alto.

«Ya no es mi deseo, ya no son mis celos los que están presentes en estas páginas, es el deseo, son los celos y yo obro desde la invisibilidad»

Se puede afirmar sin reparos, por aventurado que parezca, que la cita precedente resume a la perfección la obra de Ernaux. La autora, cuando aborda una emoción, consigue conectar de lleno con la experiencia y el sentimiento del lector. La ocupación es una nueva prueba de ello.

 


 LA OCUPACIÓN 
Annie Ernaux
Traducción de Lydia Vázquez Jiménez
CABARET VOLTAIRE
(Madrid, 2022)
96 páginas
16,95€

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