En verso

Oración en el huerto

IX

tiene tu nombre en mi boca
un ruido claro de alondra elevada y
desnuda; la lluvia en ellos
refleja el alba,
tú cantas.

vuelan las alas del aire
regando sangre con agua;
limpias mi llanto verde,
la mar se alza
al alma.

 

XVII

Si pudiera darte un hijo
con tus ojos y mis manos
no sería más cercano en este sitio
que este joven rostro moreno
tan solo en un rubor aún desconocido.

Sus dedos no asirían la vida
con tanto amor como este ser
tan lleno de nosotros;
¿serán sus ojos caña verde o rama dorada?
¿Tendrá su frente el brillo del trigo?
¿Recibirá la herencia del carbón nocturno?

¿Podrá mi hijo alcanzar los árboles
con su brazo fuerte?
¿Sabrán sus manos a la luz santa del río,
hablará la lengua de los ardientes leones?

Será su milagro un ruiseñor tranquilo,
su voz será la esperanza de la tierra.
Sabrá amar,
sabrá decir que es amado.

 

X

Pasó por la ribera
la cara de dios
ensortijada.
No quiero la limpieza
sino el barro,
no busco la redentora
verdad; la luz
que me acompaña desnuda al cielo.

¿Han pasado por aquí?
Está la flor despierta,
la fuente rebosa de sentido,
el mirlo que se inclina
conoce la virtud
y la recibe.

¿Recibiré, yo también,
el llanto inmaculado
de este sitio?
Mi amor está dispuesto
en tus orillas.

 

Oración en el huerto
Juan Gallego Benot
Ediciones Hiperión
(Madrid, 2020)
76 páginas
10,00 €

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