GOTA FRÍA
Cuando éramos niñas
nos gustaba meter los pies en agua,
pisar el suelo limpio con las plantas desnudas.
Siempre nos gustó ir descalzas.
El portón está abierto en este tiempo
y la lluvia nos moja las baldosas,
nos inunda los cuartos.
Tenemos que mojarnos para cruzar la casa,
que es territorio hostil, otro elemento:
una casa dentro de otra casa.
Lo que nos entusiasma en nuestra infancia,
vuelve como tragedia años más tarde.
No hay amor que soporte tanta agua.
VARIACIONES
Con los ojos cerrados
se perciben también variaciones de luz.
No hay nada que se escape a los sentidos.
No existe nada fuera de este cuerpo.
Sabemos que hay un mundo
poderoso y antiguo entre nosotras,
aunque no lo veamos,
aunque el camino sea inescrutable.
Sabemos que hay días fríos y estaciones del año
en las que anda ocurre,
y que crean algo así como un misterio.
Un ruido que se extiende
por todos los lugares.
Pero algún día estaremos sentadas en el suelo,
percibiendo la luz de las estrellas
—su leve variación—
y el cielo será joven, imposible,
igual que ahora nosotras.
SAQUEAR EL TEMPLO
La fiesta terminó
y la casa y no era nuestra casa.
Todos los invitados se llevaron consigo
un trozo de la fiesta, como el que arranca
piedras de un bello templo griego.
Los veíamos marcharse con las primeras luces.
Tocándose la cara, acelerando el paso.
Un árbol cae en el bosque sin hacer ningún ruido.
Nadie lo escucha. Nunca ha existido el árbol.
¿Dónde caemos nosotros?
Nos han dejado aquí a la intemperie:
no hay paredes, ni casa, ni amor para las cosas
que ya no poseemos.
Tendemos en el suelo el mantel sucio
y admiramos con qué silencio pueden
desvanecerse los lugares sagrados.
Nadie en el bosque, nadie en la ciudad.
Deberíamos buscar una palabra para nombrar
el gesto de quien queda en la casa
cuando todos se han ido.
Esto es lo que somos.
Se llama devoción.
Los planetas fantasma Rosa Berbel Tusquets (Barcelona, 2022) 96 páginas 15,00 € |