Horas críticas

Libros de la semana #56

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

In de Will McPhail (Norma editorial)

Los libros de la semana

Nick es un personaje extraño. Un joven ilustrador que es incapaz de sentir emociones o de conectar al más mínimo nivel con el resto de personas que le rodean. Un chico que de repente se encuentra a sí mismo buscando a propósito bares decadentes como aquellos que construyen el escenario de miles de novelas, series y películas: los lugares a los que acuden los hombres tristes con sus penas para ahogarse ante copazos y frente a camareros comprensivos. Espacios donde él decide adentrarse para, a golpe de tópicos, hacerse pasar por uno de esos novelescos seres tristes con el objetivo de comenzar a sentir algo por una vez en la vida. Nick también visita cafeterías modernillas, regentadas por clones de Timothée Chalamet, regidas por ideas risibles de hípster pasado de moda y habitadas por escritores de postal. En esas otras barras, descubre que es complicado pedirle al camarero «lo de siempre», porque nadie es capaz de quedarse con tu cara cuando el lugar está repleto de tipos como tú. Nick también asiste a tediosas y confusas videollamadas de trabajo, garabatea en su libreta a las personas que observa en el metro, visita su madre para echarle una mano con las obras de un piso y tiene aventuras amorosas. Pero en todas las situaciones se ve obligado a fingir sus emociones, porque Nick tiene muy clara cuál es la frase que mejor lo define: «Soy incapaz de sentir nada». Una tarde cualquiera, Nick charla con un fontanero que repara una fuga en su casa, «Quiero establecer un contacto real con el hombre que hay en mi cuarto de baño». Los dos dialogan sobre trivialidades, «Nos limitamos a emitir los ruidos que nos permitan a ambos salir indemnes de esta conversación», mientras se hacen preguntas uno al otro en cuyas respuestas realmente ninguno de ellos tiene interés. «Desconozco para quién estamos actuando y sospecho que podría haber algo mejor detrás de esta pantomima», piensa Nick. «Lo remoto de nuestro vínculo me aterra», concluye. De golpe, una frase detona algo inesperado y Nick experimenta una nueva sensación. El mundo que lo rodea, por unos instantes, cambia por completo y se convierte en un lugar más espectacular, indómito, tremendo, colorido, natural, salvaje e imponente. Ante nosotros, los lectores, el propio cómic también sufre una vistosa transformación. Algo ocurre. Algo ha cambiado. Nick ha logrado entrar en algún sitio, y le gusta lo que ha encontrado allí. Desde entonces, Nick se replanteará  todas sus interacción con quienes le rodean para tratar de experimentar de nuevo aquellas sensaciones.

In se presenta como la ópera prima en el mundo de la novela gráfica de Will McPhail, un muy ducho y muy divertido ilustrador popular por sus viñetas para The new yorker. In también es uno de los debuts más interesantes de los últimos meses. Una obra protagonizada por un antihéroe muy cercano y representativo de la actitud vital moderna: un chaval incapaz de sentir emociones. In es estéticamente notable, con muchas decisiones artísticas elegantes y algunas especialmente fastuosas, con unos diálogos brillantes y un sentido del humor soberbio. Un cómic sobre la insensibilización y la ausencia de humanidad, una comedia fantástica que en su tramo final esconde una dolorosa patada emocional dura e inesperada. In es la historia en viñetas de un hombre que no siente nada, para aquellos que quieren sentir mucho.


La mujer zorro y el doctor Shimamura de Christine Wunnicke (Impedimenta)

Los libros de la semana

Febrero de 1922. El doctor Shinamura Shunichi, profesor emérito de Neurología en la Escuela superior de medicina de la prefectura de Kioto,  contempla, sentado en su sillón de ratán y frente a su escritorio, cómo la luz del invierno tardío entra por la ventana de su casa en Kameoa. El doctor padece tisis y tiene cuatro cuidadoras pendientes de su estado: su progenitora, su esposa, la madre de su esposa, y una criada que había sido rescatada del manicomio que él mismo Shinamura dirigía, porque nadie en dicha institución tenía claro si aquella mujer se encontraba allí en calidad de enfermera o de paciente. Entre inhaladores, inyecciones y cuidados, el doctor se dedica a pasear por su memoria, a pensar en las mujeres de su vida y a preguntarse qué había ocurrido con ellas. «El espíritu del zorro» se responde a sí mismo con una sonrisa, antes de quedarse dormido.

Verano de 1891, un joven doctor Shimamura recorre el interior de Japón en compañía de un estudiante con el objetivo de investigar, en varios pueblos remotos de la montaña, varios casos de mujeres que se presuponen poseídas por el espíritu de un zorro. Durante la expedición, el hombre descubre que las supuestas posesiones en realidad esconden dolencias que pueden ser tratadas con la medicina de la época. Hasta que se tropieza con Kiyo, una mujer que padece síntomas inusuales, más próximos al mundo del folclore mágico que al de la ciencia: Kiyo aulla, se retuerce, y bajo su piel parecen adivinarse esquivas formas zorrunas. El encuentro provocará en Shimamura unos curiosos efectos secundarios: el interior de su cuerpo acogerá fiebres potentes, mientras que el exterior se convertirá en un objeto de naturaleza irresistible para las féminas. Posteriormente, el médico viajará a Europa con una carpeta de grabados pornográficos, la mente abierta y un montón de dudas razonables sobre lo que le ocurrió en Japón. La mujer zorro y el doctor Shimamura es una fábula firmada por Christine Wunnicke, una alemana adentrándose en tierras mucho más orientales. Una aventura revoltosa que se desliza entre el Japón rural y la urbe metropolitana de fin de siècle, entre la magia de las leyendas y los avances en los terrenos de la neurología y la psiquiatría efectuados por figuras como Jean-Martin Charcot, Joseph Babinski, Josef Breuer, Georges Gilles de la Tourette o Sigmund Freud. Una trama que transita por hospitales, parajes recónditos, auditorios, salas de psiquiatría o escritorios repletos de personajes excéntricos y situaciones surrealistas donde Wunnicke despliega su mayor virtud como escritora: la mordacidad. Porque debajo de su pelaje folclórico y exótico, La mujer zorro y el doctor Shimamura esconde numerosos y fabulosos mordiscos. La escritora se muestra escrupulosa con la autenticidad histórica, no solo en sus escenarios sino también en la jerga y los modismos, mientras reviste toda la narración con un delicioso humor lacónico. Pero ante todo, presenta una historia que viaja hasta montañas más aisladas para crear paralelismos entre las teorías científicas sobre la histeria femenina y los mitos fantásticos japoneses. Para construir metáforas sobre la definición de los géneros. Para ser sardónica, afilada y divertida. Para ocultar un zorro debajo de su piel de dama.


Anime complejo de Antonio Loriguillo-López (Universitat autònoma de Barcelona)

Los libros de la semana

Ocurrió en los Juegos olímpicos de Río de Janeiro, durante 2016. Al finalizar las celebraciones, la ciudad de Tokio recogió el testigo y anunció, ante miles de millones de espectadores, que hospedaría la próxima ceremonia olímpica . Y lo hizo por medio de una pequeña presentación, titulada Warming up! Tokyo 20202, que resultaba absurdamente moderna: en aquel segmento, el primer ministro del país, Shinzo Abe, se transformaba en Mario, la estrella de los videojuegos, mientras por la pantalla desfilaban las imágenes de diversos deportistas y eventos combinadas con las de iconos pop como Hello Kitty, Doraemon, Pac-man o el Oliver Atom de la serie Campeones. El mensaje estaba claro: la cultura popular japonesa, sus personajes y sus mundos de ficción, son rasgos muy característicos de la identidad del país. Divertimentos que han llegado a ser conocidos, consumidos, respetados y disfrutados por los habitantes de todo un planeta. Una colección de términos como anime, otaku, mangaka, kawaii, shoujo, chibi o seinen que pasaron a formar parte del vocabulario habitual de muchas personas, que ni siquiera chapurreaban un poco de japonés, como consecuencia de una invasión encabezada por diversos cómics y series de televisión arribados de Japón. Frente a Disney y a los blockbusters americanos de dibujos animados, el anime supuso una opción sumamente atractiva al ser rompedor, simpático, extremo, divertido e infantil al mismo tiempo. Convertido en fenómeno global, la animación japonesa ya no solo es un objeto de consumo, sino también de estudio. Y el ensayo Anime complejo es ejemplo de ello. Entendiendo el anime como un indicador de las maneras de existir en sociedades modernas sin fronteras, Antonio Loriguillo-López propone estudiar el medio a partir de una de las principales características del mismo, concretamente, la que considera menos explotada: la narración compleja. Ese desafío de las convenciones narrativas clásicas, a las que estamos malacostumbrados por defecto, una voltereta inesperada que solo un terreno como el del anime se puede permitir efectuar con todos sus riesgos y salir ileso. Anime complejo analiza a lo largo de seis capítulos las capas y profundidades narrativas más arriesgadas del medio. Comienza exponiendo los formatos de los productos de animación, con la decisiva llegada de los OVAs al mundo del vídeo doméstico, y continua abordando los nichos de mercado, la razón de ser y las jugarretas de los narradores poco fiables que aparecen en los productos más conocidos, la autoconsciencia en la ficción televisiva, el concepto del «hipernúcleo» en un guion, el bucle temporal como recurso, los terrenos compartidos y expandidos con las ficciones de videojuegos,  la comunicabilidad de lo ambiguo y la textualidad aumentada, el papel de los fans, los puzles imposibles y los juegos mentales desmadrados, o el media mix que han alimentado ciertas franquicias. Un ensayo donde se comparan mecanismos narrativos de ficciones clásicas y películas populares, con el entorno del anime y sus normas. Un texto por donde asoman la cabeza clásicos como Astroboy, Cowboy bebop, Beautiful dreamer, Akira o Pokémon. Pero que en realidad está más concentrado en permitir que nos acerquemos a cosas como Neon genesis evangelion, Boogiepop phantom, Ghost in the Shell 2: Innocence, Serial experiments lain,  Madoka magic, The end of evangelion o Mind game entendiendo las capas que las componen y, sobre todo, sin que nos explote la cabeza. O al menos sin que nos explote con demasiada intensidad.


Las cosas de la vida de Andrés Amorós (Fórcola)

Los lirbos de la semana

El ensayista, crítico e historiador de literatura, Andrés Amorós aclara que Las cosas de la vida no es un libro de erudición, sino una obra de divulgación. Un texto que demuestra sus intenciones al presentarse vestido con un subtítulo maravilloso: «Guía para perplejos», declaración que parece un guiño a Maimónides pero en realidad funciona como invitación para quienes estén sorprendidos por la vida en el mundo contemporáneo. Probablemente, lo más justo sería decir que Las cosas de la vida tampoco es exactamente un libro de divulgación, sino el equivalente a pasarse una tarde charlando con Amorós sobre la vida, el universo y todo lo demás. «Vivir es, sin duda alguna, muchísimo más importante que leer, infinitamente más. Pero leer forma parte de nuestra vida, una parte decisiva: nos ayuda a conducirla mejor o peor, a sobrellevarla, a disfrutarla, a entenderla, a aceptarla. En cada instante, somos lo que hemos vivido y lo que queremos vivir; también, lo que hemos leído de verdad. Este librito trata de eso», anuncia su autor antes de comenzar a desgranar su discurso. Estructurado en breves capítulos, Las cosas de la vida se desarrolla utilizando como punto de apoyo una colección de citas y observaciones extraídas de todo tipo de obras ajenas y pertenecientes a diferentes medios, tanto literarios, como cinematográficos o musicales, e incluso ideas contenidas en refranes y ejemplos de la vida cotidiana, porque «Todo vale, si nos aclara lo que nos pasa». Una base conceptual con la que Amorós evoca el recuerdo de la era pre-Wikipedia, en donde un cuaderno de líneas rayadas y un lápiz eran los utensilios indispensables de todo curioso a la hora de enfrentarse a la vida. Una época en la que las citas y las frases ajenas que emocionaban se acababan anotando a mano en esas libretas para no perderlas ni olvidarlas nunca. Con ese espíritu, el texto transita por un hilo de pensamiento que centrado en enfrentarse a las grandes preguntas. Las cosas de la vida comienza con el «Non, rien de rien, je ne regrette rien» que entonaba Edith Piaf y finaliza con Aquiles visitando el Hades de Homero en las cartas de Juan Varela. Entre medias, se habla de cómo los libros salvan la vida de quienes los escriben y de quienes los leen, de la impunidad de las redes sociales, de aprender a contar historias a base de leer a Stephen King y contemplar Las meninas de Velázquez, de las maneras de vivir el amor, de Antonio Machado, de la fugacidad de lo que nos rodea, del merchandising de Batman y las Coplas de Jorge Manrique, la censura alarmista, de la Iglesia escandalizada por el cine Federico Fellini, del enrevesado lenguaje que hablan esos seres extraños llamados políticos, de la defensa de las buenas maneras frente a la grosería, o de las fotocopiadoras que invadieron las oficinas de nuestro mundo como si fueran alienígenas o ultracuerpos. «Yo he aprendido más sobre el ser humano leyendo a Shakespeare que a Freud, y más leyendo a Cervantes que leyendo a Kant» sentenció en algún momento Amorós. Gracias a Las cosas de la vida, ahora somos nosotros quienes nos acercamos a las reflexiones de Amorós con la libreta y el lápiz a mano.

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