La luz que enciende el cuerpo

UNA MUJER AL SOL

No hay nada tan rotundo como un cuerpo.

Imagino la historia
de esta mujer desnuda y pensativa
que se parece a mí.

Es dueña de su soledad y anhela
un amor torrencial,
un pálpito de mar embravecido
que a la vez le respete el pensamiento,
que le permita analizar las sombras.

Estas sombras a veces elusivas
y a veces tan rotundas como un cuerpo.

Las sombras del amor y de la vida,
encuadrando la franja luminosa,
que abarca apenas lo que abarca un cuerpo.

Cuerpo desnudo al sol:
lugar de luz rodeado por las sombras.

VIOLÍN GITANO

Llega desde las noches de mi infancia,
arañándome aquel lugar del cuerpo
donde el amor se queda exhausto y duele,
por su propia embestida fatigado.

Llega como tardío aprendizaje
de lo que entonces solo era extrañeza,
una dulce canción incomprensible,
la miel rasgada por aquellas cuerdas,
una anticipación del arrebato.

Llega para marcar un ritmo oculto,
una sabiduría de felino,
al corazón y al cuerpo desbocados:
cuándo aguardar la espera contenida,
cuándo arquearse en pura piel mojada,
y convertirse en cuerda o en aullido.

VENDIMIA

La luz de aquel otoño,
con su color a verbena,
vuelve a bañar mis muslos.

Exprimía las uvas con las piernas
y sentía en la piel su pulpa dulce,
la sedosa caricia de los jugos.

Igual que ahora quiero que te expriman
mis manos cuando avanzan por tu cuerpo,
mi boca en la embriaguez de la vendimia.

CANCIÓN DE LAS SOMBRAS

Tú me llamas de noche, gritas que tienes miedo,
que un animal gigante trepa por la pared,
que tu cuarto es un bosque en el que te has perdido,
y entiendo que te asaltan indefinidas sombras.

Tú no lo sabes, hija, pero al gritar me arrancas
de mis sombras concretas que procuro esconder.
Si me abrazo a tu cuerpo me sentiré salvada.
Dale amparo a tu madre, cuídame con tu luz.