Con la narración en primera persona de su bajada al infierno y el ascenso al paraíso, Dante materializó una oda a la cultura y sabiduría medievales. De lo moral a lo científico y de lo religioso a lo filosófico, la Divina Comedia es la obra precursora de la concepción del infierno en nuestro imaginario colectivo.
Tras una noche en la tupida selva, un lugar exento de geografía real que representa un estado de ánimo de confusión mental; Dante se ve asediado por un leopardo, una loba y un león. Virgilio, el poeta latino, se presenta en alma para comenzar su viaje hacia el más allá y poder salvarlo. En este viaje, la Divina Comedia dibuja el universo tal y como se concebía en la época. Un recorrido por los tres reinos que coinciden con los tres bloques de la obra: infierno purgatorio y paraíso.
Podemos decir, pues, que la Divina Comedia nace en el abismo de un cosmos entendido tal y como representaba el modelo aristotélico en la época. Creían que la Tierra estaba estática en el centro del universo y rodeada por tres niveles esféricos: agua, aire y fuego. Ese conjunto concéntrico constituía el mundo sublunar, rodeado por la esfera de las estrellas.
El poeta florentino estaba bastante absorto en la astronomía y conocía muchos detalles sobre la cosmología aristotélica. Solo en la Divina Comedia, hay más de 100 referencias al cosmos del siglo XIII y cada uno de los cánticos concluye con la palabra «estrellas».
Pero ahora, retomemos el título de esta nota: «El tiempo pone a cada uno en su lugar». La Divina Comedia, fue una obra concebida en el espacio exterior. Una constante referencia a la tierra, a un cosmos medieval, a un viaje a través del más allá que nace en las estrellas para volver a ellas.
Abandonando el romanticismo de la frase anterior, vayamos a su significado más literal. 700 años después, y celebrando el aniversario de la muerte del poeta florentino, su obra cumbre vuelve de nuevo a su hogar, el cosmos.
Un proyecto espacial con sede en Baikonur, en Kazajstán, enviará la Divina Comedia en una misión con rumbo a la Estación Espacial Internacional. La comitiva despegará este otoño con la vuelta prevista en 2022. Microinscrita sobre láminas de una aleación de titanio y oro, se enviará al espacio, con un viaje directo a las estrellas sobre las que Dante configuró el imaginario de su icónica obra.
El artífice de este segundo periplo de los cánticos ha sido Giorgio Amaroli, director de la editorial Scripta Maneant, de alto nivel y con sede en Bolonia. En una entrevista para Reuters, Amaroli aseguró haberse inspirado en el Canto 22 del Paraíso para este proyecto. En él, Dante relata cómo se encuentra ante la inmensidad del cielo y los planetas, mira hacia la tierra y se sorprende por su carácter diminuto: Con la mirada me volví hacia todas las siete esferas, y tal vi a este globo que sonreí al ver su vil semblante.
Según la agencia Reuters, el proyecto espacial enviará dos hojas de unos 29 x 43 cm dobladas en cuatro partes en forma de acordeón, con el poema completo en unas 14.200 líneas, que contienen unas 32.000 palabras.
Pero más allá de ser algo puramente anecdótico, y fantaseando con la posibilidad de que algún ser astral se haga con la copia, recordemos nuestro lastre capitalista. Es por eso que una reproducción de la segunda hoja formará parte de una versión en gran formato de la Divina Comedia. Esta se venderá en una edición limitada y numerada de 700 copias, coincidiendo con el número del aniversario de la muerte de Dante, y cada una costará 6.000 euros.
Un robo si lo comparamos con otro proyecto de la editorial en 2017, que trabajó con el Vaticano en una reproducción de los frescos de Miguel Ángel del techo de la capilla Sixtina a tamaño real, que costaba 15.000 euros. ¿No creen?
Parece que someter al arte a experiencias puramente humanas -solo para unos pocos, no todos somos Jeff Bezos– está cobrando fuerza este otoño. Amoako Boafo, el artista africano de carrera meteórica, va a lanzar al espacio tres de sus obras en una misión de ida y vuelta. Parece que el arte contemporáneo y la poesía medieval tengan que viajar al espacio exterior para encontrarse…
E quindi uscimmo a riveder le stelle, o como diríamos nosotros, y entonces salimos a volver a ver las estrellas. Así reza el último verso del Infierno de la Divina Comedia. Una sentencia que, lejos de haber sido intencionada por Dante, hoy deja la liga del azar para embarcarse en la que será su viaje de vuelta al lugar donde fue concebida.