Entrevistas

Mar Abad: «Creo que Twitch es, sobre todo, el sucesor de la tele»

Reportaje fotográfico: Belén Vargas

Para Mar Abad (Almería, 1972), nadie ha descrito mejor su vida que su sobrino Javi: «Está siempre trabajando, vive con la nevera vacía, pero ella es feliz así». La definición le hace justicia. Abad es periodista, escritora y experta en montar chiringuitos. Su aventura empresarial comenzó cuando, después de haber trabajado varios años en medios como La Voz de Almería, CNN, Esquire o Cinco Días, le surgió la oportunidad de participar en la creación de una agencia interactiva dentro del grupo McCann Erickson. Aceptó la proposición y en ella trabajó hasta que, un buen día, decidió dejarlo todo. Empezó su vida de cero y se marchó a Alemania a aprender chi kung y taichí durante dos años.

A su vuelta a España cofundó la revista Brandlife y poco después la rompedora y exitosa publicación Yorokobu, de la cual ha sido directora hasta julio de 2020. Entre sus páginas ha escrito sobre algunas de sus grandes pasiones: las palabras, las historias o la tecnología, un trabajo que, además, le ha sido reconocido con prestigiosos galardones como el Premio Don Quijote de Periodismo 2020 o Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes 2019.

En su último proyecto, Abad pega el salto del papel a nuestros auriculares y, desde El Extraordinario, un sello de pódcast y documentales sonoros, nos habla de ciencia, nos cuenta la historia de España y de las ciencias forenses en forma de musical y nos descubre las vidas de personas que se echan a vivir al mar, de pajareros, de antropólogos que investigan en la basura y otros muchos asuntos que considera «jodidamente humanos».

En tu biografía te defines como periodista, pero, en un momento de cambio continuo en el que las profesiones que tienen que ver con la comunicación se desdibujan y entremezclan unas con otras, ¿qué significa para ti ser periodista? ¿se ha ampliado la definición del término con la llegada de Internet y de los nuevos formatos? 

El periodista de hoy no tiene nada que ver con el periodista de hace solo veinte años. Antes valía con tener una mirada inteligente, documentarse, contrastar y ponerse a escribir. Ahora también hay que saber cómo vas a distribuir la información. Tienes que conocer las tecnologías de comunicación que más se utilizan. Tienes que aprender las nuevas formas de comunicación que vemos cada día en Twitch, Discord, TikTok…

El periodista de hoy es mucho más todoterreno. No le basta con saber contar hechos. Lo ideal sería que tuviera nociones de diseño editorial, diseño de audio, diseño de vídeo… Que supiera de SEO y distribución en los canales de audio y vídeo. Que aprendiera a manejar rápido las nuevas tecnologías, las nuevas plataformas y los nuevos lenguajes que van apareciendo. Y creo que es imprescindible que entienda la industria en la que trabaja —tan precaria y perdida hoy—. Eso del «trabajo fijo de por vida en una misma empresa», o como dicen los ingleses: company man, es cada vez más raro.

Hay una cosa más —algo imperativo—: desde hace siglos nos quejamos de que todo va cada vez más rápido —lo decía, por ejemplo, Ramón y Cajal—, pero más nos vale acostumbrarnos porque estas prisas no hacen más que acelerar. Ya es imposible vivir sin la sensación de ir siempre por detrás y lo único que podemos hacer es intentar no quedarnos muy al margen de lo que está pasando. Para eso es imprescindible mantener viva la curiosidad y las ganas de aprender cada minuto.

En julio de 2020, decides dejar Yorokobu, la revista que fundaste en 2009 y de la que hasta entonces eras directora, ¿qué te llevó a tomar esa decisión?

Me fui porque dejé de ser feliz en esa empresa. No merece la pena estar en un lugar que piensas que ya no tiene nada que ver contigo. Y yo soy más de lanzarme al vacío que de agarrarme a un clavo ardiendo. Así que me fui sin plan, sin paro y sin saber qué iba a ser de mi vida. Me hice autónoma y salí a buscarme la vida. A josear. Y tuve la suerte de encontrarme con gente fantástica que me ofreció proyectos interesantísimos (guiones de tele, pódcast, artículos, conferencias…) y lo mejor de todo: volver a montar un proyecto periodístico.

Unos meses después, en febrero de 2021, anuncias el lanzamiento de un nuevo proyecto: El Extraordinario, un sello de pódcast y documentales sonoros. ¿Cómo surge esta iniciativa? ¿En qué consiste el trabajo que realizáis desde el sello? 

El Extraordinario surgió de varias conversaciones con dos personas a las que admiro muchísimo: David Cantolla y Óscar Hormigos —ellos, desde Espacio SOLO, nos apoyan a Marcus H. y a mí en este proyecto—. Teníamos ganas de hacer algo juntos y por fin llegó el momento. Teníamos varias ideas y al final nos quedamos con una que nos apetecía muchísimo a todos: el audio.

En El Extraordinario hacemos periodismo pausado en pódcast. Hacemos documentales sonoros de temas humanísticos —por ejemplo, la serie La Fucking Condición Humana—, de divulgación científica —por ejemplo, Vacunas— y también híbridos como Crímenes. El musical —hablamos de historia y de ciencia forense, en formato de musical—.

Y también desde el principio creamos El Extraordinario Studio para hacer proyectos de branded content. Es imposible sacar adelante un proyecto periodístico sin una parte comercial.

¿Por qué llamarlo El Extraordinario?

Por un flechazo. Me gusta mucho leer la prensa del siglo XIX. Paso horas y horas leyendo esos diarios y un día, en uno de ellos, hablaban de un periódico —que no he llegado a encontrar— que se llamaba El Extraordinario. «¡Uoh! Qué pedazo de nombre», pensé. Me gustó tanto que fui a ver si el dominio estaba libre. Estaba y ¡lo compré! En ese momento no tenía ningún plan con ese nombre, pero me gustaba tanto que lo dejé ahí por si alguna vez me servía para algo.

Unos meses después, Marcus H. y yo montamos un sello de pódcast. Hicimos una lista de nombres avalados por argumentos racionales y de mercado, y ahí incluimos también El Extraordinario como «oye, este está aquí… nah, por si acaso». Y cuanto más pensábamos y repensábamos un nombre justificado por las leyes del naming, más nos gustaba El Extraordinario, precisamente, porque no tenía justificación. Estaba ahí y se acabó imponiendo como algo que cae por su propio peso.

Para poner nombres me gusta más escuchar a la emoción que a la razón. Me pasó igual con Yorokobu. Es una palabra japonesa que me dijo una vez un amigo —el director creativo Miguel Olivares—. Me gustó tanto que la escribí en un pósit y la pegué en la pared. Unos meses después, cuando fundamos Yorokobu, también se impuso sobre el resto de nombres que habíamos pensado con argumentos marketinianos.

En vuestra web os definís como «pocos pero valientes», ¿la filosofía de trabajar con un grupo pequeño de personas, de perpetuar lo micro, forma parte de vuestra cultura de empresa?

Sí. Para moverte con rapidez y agilidad tienes que ser pequeño. Una de las cosas que aprendí cuando trabajé en una multinacional es lo bonito que es el trabajo de garaje, de artesano, de hacer cosas sin perder el tiempo en procesos burocráticos. Lo fantástico que es tener la habilidad de cambiar de piel en dos minutos. A mí me encanta el entorno familiar para trabajar. Tirar palante juntos y cambiar esas aburridísimas reuniones de estatus por la «conversación constante». Y huir también de esa cultura cringe de la que se burla de forma magistral la serie británica The Office.

Háblanos del proceso creativo de vuestros pódcast. ¿Trabajáis primero en la búsqueda del tema del que queréis a hablar o pensáis antes la forma, el diseño sonoro desde el que se va a tratar ese contenido? 

Lo primero que hacemos es buscar el tema. Nos planteamos: ¿qué asuntos interesan a la gente? ¿Podemos contarlos desde el periodismo lento, cercano y con narrativas más editadas que las de la urgencia y la conversación?

Después investigamos, nos documentamos, hacemos entrevistas, buscamos recursos sonoros… y antes de empezar a escribir el guion lo vamos hablando y perfilando con el diseñador de sonido. Él está involucrado desde que empezamos a pensar en un posible tema.

Y luego vamos trabajando en esa «conversación constante» sin hola ni adiós, que viaja por Telegram, por videollamada, por mail, por Discord, por teléfono, en persona, y que va puliendo cada palabra y cada efecto del pódcast.

Desde El Extraordinario afirmáis que cada vez hay más oídos que piden buenas historias: ¿a qué crees que se debe el auge del pódcast en estos momentos? ¿Qué tiene el formato de audio que no tengan el escrito o el audiovisual?

Ahora se escuchan más pódcast por el esfuerzo que han hecho algunas plataformas, como Podium Podcast, en crear series de mucha calidad y en darlos a conocer. Antes eran muy minoritarios. Eran cosa de frikis.

Supongo que en la década de los 2000 y principios de los 2010 estábamos entusiasmados con los blogs, las redes sociales y los chats. Pasamos muchos años leyendo y escribiendo en plataformas de texto. Y desde hace muy pocos años redescubrimos la forma más básica de comunicación: la voz, más allá de la radio —porque la radio siempre ha estado ahí y ha sido un medio de masas—.

Aunque eso no significa que en ese tiempo en el que estábamos atrapados por Facebook, Twitter e Instagram no se hicieran muy buenos pódcast e incluso muy buenas ficciones sonoras. Yo ahora rebusco mucho en los archivos de RNE y pienso: «¡Madre mía, lo que me perdí!». Por ejemplo, una «ficción sonora» de 2011 titulada Extraños en un tren.

Te diría que el texto puede sacudir más los pensamientos. La lectura es algo que marca, sobre todo, el lector: la velocidad, el ritmo… subrayas, anotas en los márgenes, te saltas párrafos, relees. El audiovisual te teletransporta a un lugar y te puede meter dentro de un personaje con mucha facilidad, pero tú no tienes nada que hacer más que dejarte llevar. El audio es, a mi juicio, lo más íntimo de todo. Es una comunicación muy personal. En la voz del que habla hay mucho más de lo que cuenta: su ánimo, su personalidad… Hay tanto en su timbre, su prosodia, su música, sus énfasis, sus silencios. Y es muy íntima también porque a menudo escuchamos los pódcast con auriculares —y muchas veces con auriculares que cancelan el ruido exterior—. Esa voz se mete literalmente dentro de nuestro cuerpo.

Según Digital News Report, los jóvenes de entre 18 y 34 años son quienes más pódcast escuchan en España, ¿en qué cambia la forma de narrar o contar historias para un público exigente y complejo de seducir como son las nuevas generaciones? ¿Qué contenidos crees que son los que más les atraen?

Lo que lideran las listas de lo más escuchado son los programas de humor y el formato de conversación. Estirando el chicle ha sido el gran hit de este año y es justo eso: humor y conversación. Y ¡qué maravilla! porque lo hacen dos cómicas. Ya es hora de que empecemos a valorar a las mujeres humoristas. ¡Mira que lo tienen difícil en ese «mundazo» de hombres!

Lo que está cambiando en las narrativas para jóvenes es que el lenguaje es mucho más cercano, más coloquial y más desenfadado. A mí me tiene enamorada Discord: me fascina la forma que tiene de hablarle a sus usuarios. Tan clara, tan normal, tan amable y amigable.

Un elemento común en todos los pódcast de El ExtraordinarioLa Fucking Condición Humana, Vacunas, Crímenes. El Musical y Las Palabras– es su vocación divulgativa y lúdica, ¿era uno de los propósitos que teníais en mente cuando ideasteis el sello? ¿Nos falta información y divulgación y nos sobra opinión en los medios de comunicación españoles? 

¡Sí! El propósito siempre, siempre, siempre es conmover además de informar. Se conmueve con la belleza, con el humor, con los detalles. Tan importante es el qué cuentas como el cómo lo cuentas. Y tan importante es que tú disfrutes cuando haces un pódcast como que disfrute el que lo oye. Porque todo se transmite: la emoción, la pasión, la curiosidad, el estado de ánimo…

Creo que sobra opinión y, sobre todo, bronca. En los medios y, sobre todo, en las redes. A veces, cuando leo la prensa o escucho la radio, tengo la sensación de que, más que informarme, quieren azuzarme para que me indigne, para que me enfade, para que me ponga en contra de esto o de aquello.

Aunque también hay un periodismo de quitarse el sombrero, ¿eh? Lo malo no puede oscurecer lo admirable. En España y en todo el mundo. Para mí, no hay radio como la BBC. Tiene una información y unos documentales excepcionales.

Crímenes. El musical, uno de los pódcast más innovadores y creativos del sello, relata algunos de los crímenes más famosos de la España del siglo XIX en forma de musical y además enseña sobre ciencia forense a través de entrevistas a expertos en la materia. ¿Cuál es el origen de esta idea y cómo ha sido acogida por parte de los oyentes? 

Este pódcast surgió de mezclar ideas. Me apasionan los híbridos. El gancho son los crímenes porque siempre nos ha fascinado el true crime. Y con esa excusa hablamos de nuestra historia reciente —de temas como el amarillismo en la prensa, la disputa entre las leyes y la psicología…— y de la ciencia forense —una gran desconocida, absolutamente apasionante—.

A mí me espanta la violencia, lo gore y lo macabro. Pensé que tenía que haber un público que, como yo, solo estuviera dispuesto a escuchar un crimen si se lo contaban de un modo más suave: con humor, con música… Y me encantaba también la idea de la disonancia: relatar algo tan espantoso como un asesinato con música tan vitalista como el motown o tan romántica como el bolero. En esos choques a veces hay una belleza escalofriante.

Y parece que está gustando. Es una serie de solo seis capítulos y en poco más de dos meses lleva más de 50.000 escuchas. El año que viene publicaremos la segunda temporada.

Escribiste el guion de «El suicidio de Larra», el último episodio de Crímenes. El Musical, en Discord, una aplicación de mensajería instantánea, ¿por qué decidiste hacerlo? ¿qué pueden aportar estos nuevos formatos a la escucha de un pódcast?

Es el espíritu de alquimista. Me encanta probar cosas que parece que no tienen sentido y no sirven para nada. Siempre escribo los guiones en Google Docs y me pregunté cómo sería la experiencia de escribir en otros formatos. Escribí una parte de un capítulo en Discord, otro en PowerPoint, otro en Excel, otro con emojis y otro con GIF. Creo que el formato influye en la forma de escribir y de pensar. El experimento se basó en descontextualizar para ver qué se perdía y qué se ganaba, y el gran ganador fue el PowerPoint. ¡Qué bonito queda un guion en PPT! Es casi una película.

¿Crees que el periodismo se está adaptando a la llegada de nuevos canales de comunicación como las plataformas de streaming? ¿Podría una plataforma como Twitch, que permite realizar retransmisiones en vivo, convertirse en el sucesor de la radio?

Creo que Twitch es, sobre todo, el sucesor de la tele. Ya está pasando. Ibai Llanos nos está enseñando muchísimo a las personas que nos dedicamos a la comunicación. Tenemos mucho que aprender de los cásters y de los tiktokers, aunque… tampoco hay que olvidar que siempre ha habido grandes comunicadores y que ese arte ya está inventado. Lo que hacen estos nuevos comunicadores es actualizar las grandes técnicas de comunicación de siempre: no seas aburrido, no seas monótono, distribuye la intriga…

Un claro ejemplo de cómo el periodismo se está adaptando a plataformas como Twitch es el perfil de Nanísimo. Fue muy interesante y divertido seguir las últimas elecciones de EEUU en su canal.

En colaboración con Podium Podcast produces Las Palabras, un pódcast en el que desgranas términos como «Pandemia», «Lesbiana», «Golfo» o «Culo» desde la observación periodística. ¿De dónde te viene esa fascinación por las palabras? ¿Cómo eliges cuáles vas a tratar en el pódcast?

Me fascinan las palabras porque son la representación nítida, gráfica y auditiva de lo que pensamos y sentimos. Las personas somos un conjunto de palabras y de historias. Nos relacionamos, nos entendemos, nos peleamos y nos queremos con palabras. Sin ellas seríamos solo medios seres. Pero lo que me fascina aún más es que tienen vida propia y podemos tratarlas como un ser vivo más. Se puede hacer la biografía de una palabra igual que se hace la biografía de una persona.

Elegí como protagonista de cada capítulo una palabra que abarcara todo un asunto. Por ejemplo, en el episodio «Internet», hablo de tecnología. En «Lesbiana», hablo de LGTBI. En «Pandemia», hablo del vocabulario de las enfermedades y de la evolución del conocimiento científico desde la epidemia del «Soldado de Nápoles» a la actual COVID-19.

En una entrevista para Jot Down mencionabas que todo lo que sabes de periodismo se lo debes a personas como Chaves Nogales, Carmen de Burgos o a tu jefe en La Voz de Almería, Antonio Fernández. ¿Quiénes dirías que son a día de hoy tus referentes en el mundo del audio?

Mi grandísimo referente desde hace años es la directora general de Prisa Audio, María Jesús Espinosa de los Monteros. Me gusta llamarla «la diosa del audio». Y en el descubrimiento de la voz, Ana Alonso de Blas, coordinadora de Ser Podcast.

¿Cuáles son para ti las cualidades primordiales que necesita tener un buen narrador para atraer y captar a su audiencia?

Debe saber mirar, escuchar, sentir y convertirlo en una buena historia. Debe ser claro, cercano, empático… y escribir y hablar con inteligencia, belleza, humor o algún tipo de destello. Y creo que hay algo que va más allá de lo medible. Los mejores comunicadores tienen algo que nos atrapa y no lo sabemos explicar en palabras.

El Extraordinario Studio, la productora de pódcast de El Extraordinario, realiza branded pódcast, audio branding y proyectos de branded content, ¿acabarán desapareciendo los anuncios tradicionales por este nuevo tipo de publicidad? En Yorokobu ya llevabais a cabo acciones de branded content con marcas, ¿dónde crees que funcionan mejor, en el formato audio o en papel?

La publicidad va cambiando y evolucionando constantemente. Es muy rápida leyendo los hábitos de comunicación de la gente —los copia y se adapta a ellos a la velocidad de la luz—. Lo estamos viendo con las menciones que se hacen en algunos pódcast. Muchos copian el estilo de publicidad integrada —y muchas veces encubierta— de los vídeos de YouTube o de los influencers en sus redes sociales.

Estamos viendo una tendencia a borrar los límites entre la información y la publicidad. Es lo que piden muchas marcas ahora. Pero a mí no me parece honesto. No me gusta nada.

También estamos viendo publicidad clásica que interrumpe un pódcast, como lo hacen los anuncios de la tele. Lo vemos, por ejemplo, en «The Daily», del New York Times. Quizá sea un poco brusco y un poco feo, pero a mí, como oyente, no me molesta. Entiendo que si estoy escuchando un pódcast gratis, ¡qué menos que escuchar un anuncio a mitad de capítulo! Alguien tiene que financiar ese episodio para que yo pueda oírlo.

Una buena estrategia de branded funciona igual de bien en audio, vídeo, texto, realidad virtual o cualquier formato. Lo importante es qué cuentas y cómo lo cuentas.

En 2019 publicaste de la mano de Libros del K.O. Antiguas pero Modernas, un ensayo entre la biografía y la novela de aventuras que rescata y pone en el foco a mujeres pioneras en el periodismo español como Rosario de Acuña, Sofía Casanova, Carmen de Burgos y Aurora Bertrana. ¿Qué te aportó este proyecto? Habiendo analizado el pasado, ¿cómo ves en la actualidad la situación de las mujeres dentro del oficio periodístico?

A mí este libro me cambió la vida. Literalmente. Estas mujeres me enseñaron que si quieres algo, ¡a por ello! Me enseñaron que siempre va a haber dificultades y eso no es excusa para dejar de hacer lo que deseas o lo que crees que es justo.

Hay un abismo entre la situación de aquellas periodistas de finales del XIX y principios del XX a la que tenemos hoy. Ellas lo tuvieron muchísimo más difícil. Aunque a nosotras nos queda mucho por conseguir: puestos directivos, en muchos casos equiparar el sueldo al de los hombres, incluso que nos escuchen igual que se escucha a los hombres… Y lo que no podemos olvidar nunca es que conseguir un derecho no implica tenerlo para siempre. El día que te duermes es el día que lo pierdes.

Has dado clase en másteres de distintas universidades españolas, si pudieses crear e implantar una nueva asignatura sobre una disciplina que aún no se haya estudiado, ¿cuál sería y por qué? 

La asignatura sería «Josear» o «Buscarse la vida». A muchos nos dijeron que lo que había que hacer era enviar el currículum y esperar, sentados, a que nos llamaran. Nos educaron para que buscáramos la «seguridad» a toda costa. ¡Como si eso existiera! Esa educación es ridícula. Yo creo que hay que enseñar a vivir en el cambio, la evolución, la involución —por desgracia, eso ocurre—, la incertidumbre, el desconcierto, los imprevistos… Y, sobre todo, a salir adelante. No podemos esperar a que alguien nos llame, porque a lo mejor nunca nos llama nadie. Hay que tomar la iniciativa.

¿Hay algún proyecto nuevo que tengas en mente?

El Extraordinario sigue siendo bastante nuevo para mí. Sigo con la emoción de lo recién nacido. A este sello dedico todo mi tiempo y luego rasco por ahí lo que puedo para escribir artículos en El Diario —¡me encanta!— y en la revista Archiletras —¡me apasiona!—. Y… he retomado un libro que estaba escribiendo… de un tema del que no había hablado nunca antes.

Y la última, volviendo a las palabras: ¿qué tres palabras utilizarías para describir el futuro? 

Aprendamos del pasado.

 

 

 

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