A todos nos ha seducido alguna vez la idea de marcharnos a una isla lejana; que, llegado el momento del exilio, podamos elegir un recóndito lugar rodeado de aguas cristalinas mientras nuestra nueva vida transcurre con una lentitud conducida por una magia tan hermosa que resulta capaz de emocionar a las pocas personas que de siempre habitan el lugar, más conscientes que nosotros de que el escenario es real y de que lo real entraña peligros.
Por eso fascina La Tempestad, de William Shakespeare: la escenificación de un paraíso no exento de peligros, con el personaje de Próspero controlándolo todo, manipulando la acción e infligiendo crueldad a diestro y siniestro. Próspero, el mago que provoca la tempestad para urdir su venganza sobre aquellos que colaboraron en la usurpación de su ducado, ejerce su violencia sobre una tercera persona, Calibán. Quizá por lo injusto que esto es, Próspero aparece más veces en obras de ficción (que también transcurren en islas) en las que las tramas giran alrededor de sus maquinaciones y su crueldad profunda. Veamos algunas.
La isla del Doctor Moreau, de H. G. Wells
La isla del Doctor Moreau, una novela ágil, de ritmo rápido, convierte a Próspero en un científico loco y cruel. La historia comienza cuando Edward Prendick, tras sobrevivir a un naufragio, llega sin ser invitado a la isla del Doctor Moreau. Asustado por gritos que bien podrían ser de animales o personas, Prendick huye del complejo de Moreau, aventurándose hacia el interior de la isla. Allí descubre colonias de criaturas mitad humanas mitad animales, todas obra del doctor. Cuando los monstruos se vuelven contra Moreau, Prendick descubre que él también es capaz de ejercer la misma crueldad y violencia que el científico.
La novela fue duramente recibida por los críticos de la época, siendo calificada de morbosa y sensacionalista. También se le acusó de ofender a la decencia y el sentido común o de faltar a la verosimilitud científica por considerar posible la creación de monstruos.
Una tempestad, de Aimé Césaire
La obra de teatro de Aimé Césaire, Una tempestad, es una contestación a la obra de Shakespeare que explora la relación entre Próspero y sus súbditos desde la perspectiva del subyugado, Calibán. La trama y la estructura son más o menos como en la obra de Shakespeare, pero Césaire responde a la visión eurocéntrica del clásico mediante su versión de Calibán (un esclavo negro) y de Ariel (un mulato). La isla de Césaire está en el Caribe, en su tierra natal.
A diferencia de La tempestad de Shakespeare, en la que Próspero es un mago con el poder de controlar la naturaleza, el Próspero de Césaire se presenta sobre todo como un ladrón. Le roba su sitio a Calibán, y lo que es peor, lo convierte en su esclavo: «¡Me has robado todo, incluso mi identidad!». Calibán es un «mono feo», «un animal tonto», «una bestia»… más o menos como Césaire pensaba que la llamada civilización occidental percibe a los negros (no iba desencaminado). Cuando Próspero desprecia a la madre de Calibán y su hogar, menosprecia, en realidad, a los pueblos colonizados, a los que trata de imponer su lenguaje y sus valores.
Una tempestad es el grito de Césaire contra la injusticia y su reflexión sobre el camino que emprenderá Calibán hacia la libertad. Son caminos extrapolables a otras situaciones, y eso es algo valioso que aprendemos, o que se nos confirma.
El mago, de John Fowles
Escrita en 1966 y ambientada en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, El mago cuenta la historia de Nicholas Urfe, un huérfano inglés que tras conseguir escapar de Inglaterra consigue un empleo como profesor en un internado de una pequeña isla griega. Allí no tiene más remedio que tratar con el Próspero de la isla, un recluso adinerado llamado Maurice Conchis, posiblemente un antiguo colaborador nazi. Pronto descubre que los bailes de máscaras que Conchis organiza tienen un poder siniestro.
El mago es una obra de metaficción transgresora con muchas posibilidades. Tan particular es su universo que, aunque se publicó originalmente en 1965, Fowles tuvo que reescribir el final en 1977 (esta es la versión que siempre se publica). Pero más allá de que Maurice Conchis sea el Próspero de esta isla, su personaje está posiblemente inspirado en una de las figuras más sorprendentes del siglo XX, Aleister Crowley, y la comuna que montó en la isla de Cefalú, Sicilia.
¿Y cómo acaban Próspero y Calibán? ¿Se hace justicia? Leamos el emocionado epílogo del Próspero de Shakespeare:
Ahora, el poder de la magia llega a su fin
y solo me quedan mis propias fuerzas,
ya cansadas. Ahora es cierto,
podríais aquí confinarme
o enviarme a Nápoles. Aquí no me dejéis,
pues ya recuperé mi ducado
y perdoné al traidor; no queráis abandonarme
en esta isla desolada, cautivo de vuestro hechizo.
Libradme de mis ataduras; hacedlo
con vuestras propias manos.
Llene gentil vuestro aliento mis velas todas
o habré fracasado en mi empeño
que no era sino el de agradaros. Ya no tengo
espíritus que me obedezcan, ni artes para encantar.
La desesperación será mi fin
si no tengo el consuelo de una plegaria,
seducid a la piedad que me libere del pecado.
Y puesto que para vuestros pecados queréis la indulgencia,
sea vuestra indulgencia la que me libere.
Querida Teresa,
Es cierto que dan ganas de irse a una isla (mejor desierta); es cierto que dan ganas de aprender la magia contenida en algún tratado o, como ya somos de combinar medios, de aprender vía YouTube, que seguro que los hay; agradezco estas alternativas audiovisuales que propones porque, pese a estar en la era de la información, pronto te percatas de que queda mucho por leer, por recorrer, por explorar y todavía más por conquistar. En breve tendremos un interesante debate con lectores/espectadores/estudiantes obligados a leer al Bardo; nuestra intención, conseguir que el Bardo aparezca entre sus primeras opciones, aunque seguro que alguien habrá que preguntará si hay un enchufe y free Wi-Fi… “O, brave new world that have such people in it!”. Gracias por los apuntes.