Horas críticas

El mundo, la Bien Querida y yo

La felicidad es portátil y cabe en un casete

La música es, probablemente, el único punto en el que todos los seres humanos —con independencia de cualquier ideología o creencia— convergemos. Es algo que nos conecta. Nos define. El mundo, la Bien Querida y yo es, entre otras muchas cosas, un homenaje a ese extraordinario fenómeno que alguien bautizó en su día como «música». A lo que somos cuando la escuchamos. A la necesidad de tenerla siempre cerca.

Rodrigo es un adolescente de diecisiete años. Los que le rodean dicen que es «especial», pero la realidad es que tiene Trastorno del Espectro Autista, más conocido como TEA y, también, Síndrome de Asperger. Por ese motivo, el mundo es para Rodrigo, en muchos momentos, una ecuación demasiado difícil de resolver. Su incapacidad para entender el sarcasmo, las bromas o los dobles sentidos que caracterizan el universo de los «normales» —término con el que él mismo se refiere a los neurotípicos— acentúa dicha dificultad. Rodrigo funciona de una manera un poco diferente. Su modo de procesar, entender e interactuar es otro. El problema es que, a pesar de abanderar conceptos como la conciencia y la empatía, nuestra sociedad continúa siendo inmadura y mantiene su empeño en etiquetar como extraño aquello que va en una sintonía distinta a lo considerado «común». Lo señala como algo de lo que se debe huir. Es exactamente eso lo que le ocurre a Rodrigo; que, a ojos de la gente, es un «bicho raro» al que es mejor no acercarse. Sin embargo Rodrigo, ajeno a la maldad manifiesta de las cabezas que lo rodean, construye su vida sin hacer demasiado caso. Viaja a Hawái gracias a su cantante favorita, la Bien Querida, y escribe un diario en el que plasma los mejores momentos de su vida. No sale de casa sin su «walkman», en el que suenan las canciones que graba en su casete; no todas, claro, solo las que le despiertan ese «algo». Lo hace así porque el sonido —dice— está a años luz del que emiten los modernos aparatejos, como por ejemplo los MP3. Es la historia que dibuja Ozantoño Torres en El mundo, la Bien Querida y yo; la de un joven que, de la mano de su «walkman» y sobre su diario, dibuja las experiencias, sensaciones y vivencias que le irrumpen por sorpresa en el camino que transita para encontrar su lugar en el mundo.

«Este mundo está lleno de gente que hace daño y no entiendo qué lleva a hacer algo así. (…) Nadie merece una paliza, nadie debe ser vejado, pero este mundo, el de los que se consideran normales, está lleno de personas que necesitan hacer daño a otras. (…) ¿Tanto le cuesta a la gente entender mi pequeño mundo interior?»

La de Rodrigo es una historia dura. Dura porque, a pesar de ser ficción, representa nuestra realidad; que es, en demasiadas ocasiones, fría y oscura. No es ningún secreto que, en situaciones como las relatadas por el protagonista de esta historia, la maldad acostumbra a florecer mientras el resto del jardín mira para otro lado. No es algo visible, pero se estima que el 46,3 % de las personas que presentan algún tipo de TEA sufren acoso. Lo que hace Torres en la novela, desde los ojos de Rodrigo, es inteligente. Abstrae ese tipo de situaciones comunes —a menudo silenciadas, como las agresiones y el acoso escolar— para que puedan ser vistas y analizadas con ojos objetivos. La literatura es un buen lugar para entender (y, a veces, conocer) lo que sucede a nuestro alrededor.

La culpa, la venganza, la rabia, la indiferencia se cuelan también entre líneas; sacuden e invitan al lector a bucear en una maraña de interrogantes. ¿Qué mueve a una persona a llevar a cabo, en este caso, una agresión? ¿Es la venganza algo que nos caracteriza como seres humanos? ¿Es el sentimiento de culpa uno de los más primarios? ¿Qué diferencia a unas personas de otras? Pasear por las vivencias del protagonista es, de alguna manera, nadar por los aspectos más oscuros de la condición humana. Por las sombras. Pero también por aquello que nos hace «personas», en el sentido más honesto de la palabra.

«Las canciones no te marcan por un sonido concreto o una estrofa fácil, lo hacen porque en alguna de sus escuchas algo acaeció para encenderte la chispa. No importa si es Camela, los Future Islands o Britney Spears, es el momento en el que llegan lo que hace tenerlas en tan buen recaudo».

El mundo, la Bien Querida y yo es un viaje. Vital. Por los mejores momentos de la corta existencia de un joven —que tan solo quiere ser uno más en un mundo que no termina de permitirlo— a través de diez canciones. Entonadas, claro, por su voz favorita; la de Ana, más conocida por su nombre artístico «la Bien Querida». «Cada canción que me marca hace que entienda y pueda expresar cosas que, con palabras, gestos o actitudes no sé decir» —confiesa Rodrigo en su diario—. «Una canción puede hacerte olvidar, aunque sea unos segundos, situaciones trágicas». La historia de su vida se cuenta, como todas, con canciones. Porque los recuerdos siempre suenan. Sobre todo los que nos hicieron, en su momento, vibrar de una manera especial.

En los diez momentos cumbre de la vida de Rodrigo, asociados —todos ellos— a una canción como himno, algo le retorció por dentro. Fue precisamente eso lo que empujó a esos días, fuera de la lista de los comunes, para situarlos en la de los extraordinarios; la que se escribe en mayúsculas y se pinta con colores. El día que comprendió el significado de la palabra «hermana», el día de su primer baile, el día que sintió —por primera vez— que gente ajena a su propia familia se reía con él y no de él. El de su primer beso, en el que descubrió un «magnetismo» que le hacía no poder despegarse. El día en el que experimentó su despertar sexual y se hizo su primera paja. Momentos diferentes, excitantes y definitorios. Todos ellos, conjugados para siempre en la profundidad de una casete.

«Yo, el raro, el tarado, el que no tenía amigos y al que encerraban e insultaban en el instituto, el mismo al que tampoco invitan a los cumpleaños, estaba labio con labio con la niña más guapa del mundo mundial y, encima, de fondo una canción perfecta para cerrar mi listado por todo lo alto».

A huir de las etiquetas. A aprender a mirar. A dejar bailar, vivir y sentir a cada quien a su manera. Es a lo que, entre las letras y canciones, nos enseña Torres a través de su —a la perfección dibujado— joven (y sabio) Rodrigo. A entender que la felicidad es, de alguna manera, lo que cabe en una casete.

 


El mundo, la Bien Querida y yo
Ozantaño Torres
West Indies Publishing Company
(Sevilla, 2021)
210 páginas
15 euros

2 Comentarios

  1. Fernando Rivasplata Mendoza

    Excelente y actualizador mensaje de este libro, que refleja la realidad cotidiana de personas que creemos son distintas, cuando en realidad solo son especiales. Buen relato, bien estructurado, fácil de entender, de lectura ágil y amena.

  2. Fernando Rivasplata Mendoza

    Es como lo siento y percibo. Un buen libro, bien escrito y digno de recomendar

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