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Nick Cave: en busca de la canción de amor

En 1996, poco después de publicar su disco Murder Ballads, Nick Cave habló en una entrevista acerca de una de las canciones que incluía, «Stagger Lee», una balada folk tradicional sobre un asesino que mata a un pobre hombre para robarle el sombrero. «Existe una tradición no escrita acerca de que cada nueva versión debe ser más dura y truculenta que la anterior», dijo Cave. «Es una tarea difícil, pero creo que hemos estado a la altura». Desde luego, lo decía en serio: en su versión, el asesino le vuela la cabeza al pobre hombre después de tener sexo con su mujer y tras obligarlo a que le realice una felación. A la falta de escrúpulos y empatía que el protagonista de la canción traía de serie, Cave le añadió una nueva capa de significado, y convirtió a su Stagger Lee en un depredador sexual. En un sádico que disfrutaba con la muerte indiscriminada, pero también con la posesión física de sus víctimas y su posterior humillación.

A pesar de la completa reformulación que Cave realizó de la canción, Stagger Lee no está incluida en este exhaustivo volumen bilingüe, en el que Libros del Kultrum ha reunido todas las letras del cantante australiano. Es una ausencia comprensible, porque a fin de cuentas se trata de la adaptación de una canción tradicional, pero también una oportunidad perdida, porque condensa en unas pocas estrofas muchos de los temas y obsesiones que se repiten en la discografía de Cave: el amor y la locura, la presencia de Dios, la violencia y la tristeza.

El equilibrio entre estos temas varía a lo largo de la carrera de Cave, en función del particular estado anímico que atravesara, de los músicos que le rodeaban y de las expectativas artísticas que podía albergar en cada momento. Y esta evolución se puede seguir con detalle a través de las páginas del libro. En la época de The Birthday Party, por ejemplo, se mostraba gutural y chillón. En parte como respuesta a los crujientes requiebros de la música que tocaban sus compañeros, y en parte por el papel que interpretaba sobre el escenario: el de un gólem violento y sangrante, con tendencia al espasmo y la automutilación. Las letras, todavía toscas y esquemáticas, estaban pobladas por extraños personajes como el Rey Tinta o su trasunto Nick el Stripper, «repulsivo a la vista», que añadían una pátina de surrealismo al caos circundante.

Tras su mudanza a Berlín, a mediados de los ochenta, dejó de ser el cantante de una banda para convertirse en un «crooner», y dejó también que formas más líricas empaparan sus letras. Es seguramente su etapa más popular, una época dominada por las visiones cercanas a la locura de canciones como «From Her To Eternity» y por la constante presencia de Dios. Una presencia que no es amable y sanadora, sino asfixiante, como descubren los atribulados habitantes de «Tupelo» o el protagonista de «The Mercy Seat». Es el Dios cruel y vengativo del Antiguo Testamento, y a su lado, las andanzas de Stagger Lee tienen la categoría de una travesura infantil.

En este exhaustivo volumen bilingüe con sus letras, podemos seguir la evolución de las obsesiones y creencias de Cave: amor, locura, violencia, tristeza y sobre todo su relación con Dios, cambiante como sus pieles diversas

Cuando yo mismo entrevisté a Cave en el año 2004, le pregunté por esta obsesión. ¿Por qué, tras veinticinco años de carrera, seguía buscando inspiración en la Biblia? «Es que todavía recurro mucho a ella», me contestó sin ironía, «es seguramente mi libro favorito». Por supuesto, la poesía anglosajona tiene una larga tradición de poetas místicos, como William Blake y T.S. Eliot, a los que Cave debió de conocer a través de su padre, profesor de literatura. Pero también existe un poso de sincera religiosidad, como él mismo reconoce en «The Flesh Made Word», una estupenda pieza de «spoken word» (la pueden encontrar en el disco Two Lectures, de 1999) en la que habla de su padre, su carrera y su relación con Dios.

Para entonces, Cave había vuelto a mudar de piel. Había dejado las drogas y la vida errática, “era el momento de cambiar de libro, así que cerré el Viejo Testamento y abrí el Nuevo Testamento”, y se había convertido en un padre de familia respetuoso y disciplinado, una especie de oficinista del rock, que acude a su despacho ocho horas al día para escribir canciones cada vez más complejas. Visiones cinematográficas, como las de «Papa Won’t Leave You Henry» o «Red Right Hand». Pero sobre todo canciones de amor, el tema del que trata la conferencia «La vida secreta de La Canción de Amor», también incluida en el libro. Un texto en el que explora algunas de sus claves y creencias como compositor. Por ejemplo, que «el escritor que se niega a explorar las regiones más oscuras del corazón jamás podrá escribir convincentemente sobre el poder del encantamiento, la magia y la alegría del amor».

Como sabrán los seguidores del cantante, la mutación más reciente de Cave tiene un origen traumático: la muerte accidental de uno de sus hijos. Su presencia se adivina en los dos últimos discos del cantante. Discos luctuosos, impregnados de tristeza y oscuridad, en los que se tambalean algunas certidumbres que hasta ahora parecían sólidas. Si en «Ghosteen» canta «Estoy hablando de amor ahora / Cómo se apagan las luces del amor», en «Jesus Alone» va aún más lejos: «Crees en Dios, pero no obtienes favor alguno por tal creencia». Todavía está por ver a dónde puede llevar esta deriva, pero se adivinan cambios en el horizonte.

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