Crónicas desorbitadas

De Sant Jordi a Santa Brígida: un Día del Libro en el 2020 más aciago

Los tradicionales actos del 23 de abril, que se suspendieron por el confinamiento, se celebran este jueves entre la incertidumbre y las críticas por la falta de promoción de las administraciones públicas

Brígida Birgersdotter ha pasado a la historia como Santa Brígida de Suecia, una religiosa que mantuvo una fructífera producción ensayística a partir de su viudedad, en la que ejerció el sacerdocio de la fe tanto como el de las letras. Santa Brígida, protagonista del santoral de este 23 de julio y una de las patronas de Europa –esa que parece haber venido a rescatarnos del abismo–, toma el relevo a Sant Jordi, el soldado que salvó a la princesa de las fauces del dragón, para celebrar este Día del Libro en un año 2020 para olvidar. No caben los matices. Ha sido malo pero a partir de ahora podemos mejorarlo. 

En parte este ha sido el argumento de la Asociación de Cámaras del Libro, que agrupa a los profesionales del sector (editores, libreros, distribuidores, industrias gráficas), a la hora de impulsar la celebración de este día tan señero en el calendario editorial en un formato obligadamente más pequeño pero con el clasiquísimo 10% de descuento como reclamo. En plena canícula, con el éxodo a las playas ya en marcha y con unos balances en rojo para las librerías, ¿tiene sentido recuperar el Día del Libro que no pudo ser tres meses atrás?, ¿se han implicado las administraciones en la promoción de este día? Mercurio pulsa la opinión de libreros y editores sobre esta fiesta libresca que celebramos en sandalias y en plena oleada de rebrotes por el coronavirus.

«En plena canícula, con el éxodo a las playas en marcha y balances en rojo para las librerías, ¿tiene sentido recuperar el Día del Libro que no pudo ser tres meses atrás?»

“¿Sabe usted que hoy es el Día del Libro?”

Cuenta Maite Aragón, librera y gestora de Caótica, una de las librerías más dinámicas de Sevilla, que estos días atrás cada vez que le recordaba a un cliente –“incluso a los asiduos”– que este 23 era el Día del Libro la miraban con extrañeza. “Primera noticia”, dice que respondían muchos. Lo cierto es que las voces consultadas para este reportaje coinciden en criticar la falta de promoción e implicación de las administraciones públicas en que la celebración de esta jornada fuera conocida al margen de ese microcosmos que son las redes sociales, algo achacable en todos los niveles de la administración (desde el Ministerio a los ayuntamientos).

Se han hecho esfuerzos, sí, pero en un momento de tantísimos impactos informativos relacionados con la pandemia, este día corre el riesgo de pasar inadvertido pese a que en los últimos días se aprecie cierto interés por parte de las televisiones y medios en las noticias relacionadas con el sector.

En parte se debe a que la campaña específica del Día del Libro engancha con una anterior difundida bajo la etiqueta #TodoEmpiezaEnUnaLibrería, que arrancó el pasado 1 de junio, con la que el sector ha tratado de hacer frente a los efectos de la pandemia y la paralización comercial de la actividad. Una iniciativa, defienden sus promotores, a la que se han sumado el Ministerio de Cultura, Renfe, la asociación de autores y editores CEDRO, Atresmedia y un puñado de personalidades de la cultura y la escena pública (de Emilio Lledó a Nuria Barrios, de Irene Vallejo a Manuel Vilas) que han querido sumar sus voces para animar un mercado sobre cuyos estragos económicos se habla poco en las tribunas.

Una imagen de la librería Laie. Foto: Miquel Coll.

Cualquier iniciativa es poca cuando se calculan pérdidas de mil millones de euros, 800 en el mercado interior y 200 en el exterior. No en vano, la pandemia se llevó por delante la fecha marcada en rojo que prácticamente supone un tercio de los ingresos anuales del sector: la celebración de Sant Jordi con la clásica cita de libros y rosas en el Paseo de Gracia de Barcelona, tras la cual viene todo ese cronograma de ferias del libro repartidas por pueblos y ciudades de España. 

Hoy el sector mira de reojo a lo que está ocurriendo en Barcelona, que ha suspendido prácticamente toda la actividad cultural y celebra hoy un Día del Libro atípico, reducido a su mínima expresión: las paradas serán delante de las librerías repartidas por los distritos de la ciudad y se han cancelado las firmas de los autores. Al habla con Lluis Morral, director de la cadena Laie, un emblema del buen gusto y la innovación desde 1979, reconoce que los ánimos por la ciudad Condal, a la vista de los rebrotes registrados en Cataluña, no eran “de mucha fiesta”, explica al otro lado del teléfono desde la maravillosa sede de Laie Pau Claris. “De entrada, no éramos muy partidarios de la celebración de este día por varias razones: el montaje no puede ser como el que acostumbramos a tener en Sant Jordi porque precisamente lo que hemos de evitar es la aglomeración de personas, el calor, la gente de vacaciones… De todas formas, una vez decidido, ya está todo preparado y recibiremos a los lectores”, teniendo en cuenta que Laie de Carrer de Pau Claris es la que verdaderamente registra público en todo el territorio ya que el resto de la cadena, unos 20 espacios, se ubica en centros de arte como los Caixafórum de España o el MACBA.

Paco Goyanes (Cálamo): “Una vez más nos equivocamos: el 23 de abril no fue el Día del Libro más raro de la historia, no. Lo va a ser hoy»

En la vecina comunidad de Aragón también sufren parte de los problemáticos rebrotes pero, a decir de Paco Goyanes, alma de la librería Cálamo en Zaragoza, antes que la queja va el humor. Por eso Goyanes razona así en el blog de la librería: “Una vez más nos equivocamos: el 23 de abril no fue el Día del Libro más raro de la historia, no. Lo va a ser el próximo jueves 23 de julio (por hoy), que así lo decidieron las Cámaras del Libro de España, únicos organismos con capacidad legal para hacerlo. Era imposible prever que las dos comunidades en las que dicha festividad más arraigo tiene, Aragón y Cataluña, estarían en la situación que están, que vaya lata”. Con todo, en Cálamo, que se expande ante una plaza porticada, tienen preparada una jornada en la que, como es tradición, indica Goyantes, sustituyen la elegante rosa catalana por la contundente mata de borraja: “Esa modesta, sana y agradable verdura que es el buque insignia de la gastronomía aragonesa”. Porque las tradiciones hay que mantenerlas aunque sea en una fecha distinta. ¿Podía saberse que los rebrotes iban a estar especialmente activos en estas fechas en Cataluña y Aragón? “Claro que no, por eso qué más da celebrarlo ahora si tampoco sabemos a ciencia cierta qué ocurrirá en septiembre o en octubre”, razona el librero maño sobre la posibilidad, también debatida en el seno del sector, de trasladar el Día del Libro al comienzo del curso. 

No era especialmente entusiasta con esa otra fecha Luis Solano, director de la editorial Libros del Asteroide, arguyendo que en el arranque del curso suelen coincidir una economía más ajustada después del verano y un desembolso mayor en gasto escolar, concentrado principalmente en los libros de texto. “Sí creo que es importante celebrar este Día y más si tenemos en cuenta que es a finales de julio, primeros de agosto cuando muchos lectores acuden a sus librerías para llevarse lectura para las vacaciones”, argumenta Solano. Además, el editor de uno de los sellos independientes con más reconocimiento por parte de los lectores y de la crítica, expone una razón de una lógica aplastante: “Intentar hacerlo es mejor que no hacerlo”. Una opinión que comparte Christina Linares, editora de Renacimiento, que sostiene que “todo lo que sea poner el libro en el foco es positivo”, si bien echa en falta “una verdadera implicación de las administraciones públicas y del sector en general de cara a este 23 de julio” a la vez que critica el sesgo de la campaña #TodoEmpiezaEnUnaLibrería. “Con ese lema no se ve reflejado todo el sector, porque no es cierto que todo empiece ahí, la librería es un espacio de encuentro pero antes está la labor de los editores”, subraya la responsable de un sello consagrado en gran parte a rescatar la labor de autoras orilladas en la historia de la literatura.

Esa convivencia, unas veces plácida y otras tantas complicada de llevar, marca desde siempre la relación entre editores y libreros por asuntos que van desde la dimensión del mercado editorial (una corriente defiende que los editores limiten el número de novedades para que el libro pueda tener espacio y recorrido en las librerías) al margen de riesgo y beneficio con el que trabajan ambos sectores. Así, si bien tanto editores como libreros saludan con buenos ojos la celebración de este Día del Libro estival, no comparten el mismo ánimo ante el futuro. Para Jesús Trueba, propietario y librero de La Buena Vida, “la estimulación del sector a través del Día de Libro está muy bien, pero la solución no puede ser encandenar cada trimestre jornadas de descuentos, o días del libro; partimos de una situación previa penosa, ya no hablamos de rentabilidad sino de pura supervivencia de las librerías independientes”. La celebración de las ferias del libro suele ser, además, otro punto de fricción entre editores y libreros, un punto que especialmente indigna a Trueba: “En Madrid nos han dicho que con nosotros o sin nosotros [los libreros], pero que la Feria se hace”. ¿En qué condiciones se podrán celebrar las ferias del libro pospuestas para otoño? Quizás ese sea un debate que merezca un reportaje más adelante en el que analizar a fondo por qué al sector cultural se le exigen tantas prevenciones mientras discotecas y terrazas abren sin tantas cautelas.

Al final del día, ¿Día del Libro para qué?, ¿por qué leer?

Pero por encima de todo, el sector sobrevivirá siempre que haya lectores. Y en este sentido cabe celebrar los datos arrojados por el estudio de la Federación de Gremios de Editores que revelan que el índice de lectura ha subido un 4% durante el confinamiento y que la lectura, confiesan en su mayoría los encuestados, les ha ayudado a sobrellevar la situación actual. Según este trabajo, han sido las mujeres y los menores de 35 años quienes han dedicado mayor tiempo a la lectura durante las semanas de encierro. Cabe pues recuperar lo dicho al principio, este año bisiesto 2020 ha sido rematadamente malo pero hay matices. 

«El índice de lectura ha subido un 4% durante el confinamiento. Los libros, confiesan en su mayoría los encuestados, les han ayudado a sobrellevar la situación actual»

Porque lo cierto es que detrás de la compra de ejemplares que apilamos en la mesita de noche o en la del salón, está el deseo mismo de encontrar en la lectura un asidero para entender estos tiempos atribulados y enfocar el horizonte, incierto, que se otea, para tratar de entender el mundo que nos ha traído a esta situación y arrojar luz sobre el camino que hemos de seguir para no ir a tientas. En esa joya que es Leer contra la nada, (Siruela), Antonio Basanta, vicepresidente de la Fundación de Sánchez Ruipérez, escribió: “Contra esa nada que pretende horadar nuestro corazón para hacerse dueña de nuestro pensamiento, y de nuestra ánima, proclamamos el valor insustituible de la lectura. Su imperiosa necesidad en nuestras vidas”. Así sea.

 

*********** A continuación, compartimos las recomendaciones para el Día del Libro 2020 que nos han hecho llegar los libreros que participan en este reportaje:

 

JESÚS TRUEBA, LA BUENA VIDA. MADRID.

  • Cuentos completos (Páginas de Espuma), de Thomas Wolfe

 

  • Un amor cualquiera (Sexto Piso), de Jane Smiley

 

  • Arde el musgo gris (Nórdica Libros), de Thor Vilhjalmddon

 

MAITE ARAGÓN, CAÓTICA. SEVILLA.

  • Amor intempestivo (Tusquets), de Rafael Reig

 

  • Al oeste del Edén. En un lugar de Estados Unidos (Anagrama), de Jane Stein

 

  • Panza de burro (Barret), de Andre Abreu

 

LLUIS MORRAL, LAIE. BARCELONA.

  • Cuentos completos (Seix Barral), de Lorrie Moore

 

  • Los europeos (Taurus), de Orlando Figes

 

PACO GOYANES, CÁLAMO. ZARAGOZA.

  • La avería (Periférica), de Fiedrich Dürrenmatt

 

  • Chilean Electric (Minúscula), de Nona Fernández

 

  • Dadas las circunstancias (Jekyll & Jill), de Paco Inclán

 

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