El pasado mes de diciembre, la Bienal de Flamenco convocó a la prensa, artistas y compañías en su nueva sede, en el Centro Cerámica de Triana, para presentar el cartel de la próxima edición, que se celebrará del 4 de septiembre al 4 de octubre de este año.
Pocas tradiciones hay tan asentadas en esta ciudad como la importancia capital que los propios habitantes confieren al cartel de un evento cultural, todo un subgénero local, teniendo en cuenta la repercusión, muchas veces negativa y deformada en chascarrillo, que tienen este tipo de productos por estos lares.
La polvareda que levantan se eleva a menudo por encima del festival en sí. Al cabo, una pena que la charlatanería en torno a una imagen promocional empañe el esmero y el trabajo que hay detrás de las grandes citas culturales sevillanas.
Es cierto que venimos registrando malas cosechas estos últimos años: de los dislates de los carteles de las Fiestas de Primavera -cómo olvidar aquel armario lleno de tópicos y trazado en una perspectiva de alumno poco avispado Primero de Bellas Artes- a la injusta escandalera que padeció el Festival de Sevilla por esa obra que María Cañas robó intencionadamente al pintor pulp Walter Popp. La artista hizo mal en no explicar el asunto de antemano, pero esa mala tarde devino en un vapuleo desmedido y próximo a una toma de castillo con palos y antorchas. Por no hablar de la intentona de Pedro G. Romero por viralizar la serie de carteles que perpetró para la Bienal de 2018. Una gamberrada que dio para poco trending topic y que se quedó más bien en un: “Hijo, qué cosa más tonta”.
Dejamos atrás el anecdotario y volvemos al último diciembre. La Bienal, decimos, presenta su nuevo cartel y vuelve a buscar el triple salto mortal que hoy mandan los cánones con una pintura de la cotizada Lita Cabellut en la que aparece una bailaora rotunda con un parecido notable a Larrosalía.
Ataviado con una bata roja, el personaje de la imagen, explicó entonces la artista, representa una mujer flamenca, con su «mezcla de timidez y valentía». Iba bien defendida así la cosa pero la obra incorporaba una segunda parte: la bailaora Rocío Molina la desconstruyó en la Fábrica de Artillería zapateando sobre el propio lienzo, en un anhelo de lograr una pieza conjunta a través de esta intervención. Tampoco esta vez hubo mucha suerte: muchos dijeron que el resultado era un cuadro. Un cuadro flamenco.
Pero no siempre la cartelería ha sido sinónimo de alboroto o polémica. Por eso, más allá de estas historietas, hay que celebrar que la Bienal haya decidido al fin exhibir su excelente historia gráfica en su sede, con una exposición permanente que hacía mucho que era necesaria.
Obras de artistas como Joaquín Sáenz, Francisco Moreno Galván, Manuel Ángeles Ortiz, Emilio Sáenz, Rafael Alberti, Antonio Saura, Carlos Ortega, Juan Romero, Tato Olivas, Luis Gordillo, Juan Suárez, Antoni Tàpies, Carlos Saura, Ruvén Afanador, el colectivo de arte urbano compuesto por Suso33, Seleka, San y el Niño de las Pinturas, Guillermo Pérez Villalta, Rafael Canogar y Ricardo Cadenas pasan ahora a iluminar las paredes de la sede de la Bienal.
«La exposición permanente acerca la sede de la Bienal a lo que debería haber sido casi desde sus comienzos, un centro de interpretación del flamenco»
El logro comporta dos efectos principales. De un lado, observar de la mano de artistas de primera la evolución del género y del propio festival a través de los años. De otro, acercar la sede de la Bienal a aquello que debería haber sido desde casi sus comienzos, un centro de interpretación del flamenco. Ni esta ni ninguna gran cita cultural que se precie debería estar sujeta a la temporalidad y morir en su último día para luego renacer una vez que se acerque una nueva edición. Esta máxima ha de ser más exigente en el caso de la Bienal, una marca internacional de muy consolidada potencia y un claro atractivo para el turismo cultural en Sevilla.
Bravo, pues, por las personas detrás de esta iniciativa, las mismas que le han dado un flete a toda la museística del Centro Cerámico de Triana, un bello continente al que le iban faltando contenidos y duende y que no ha hecho sino mejorar a lo largo de los últimos meses.
Debería promocionarse más esta propuesta gráfica que interpretamos como un primer paso para que el día de mañana todo interesado en el flamenco que pase por la ciudad acuda a Triana, cuna de artistas del género, a la búsqueda de la Bienal como el mejor evento de flamenco del mundo.
Triana, corazón del flamenco.
Colectiva
Centro Cerámica Triana
De lunes a domingo de 10 a 20 horas y en horario reducido (de 10 a 15 horas) los días 24 y 31 de diciembre y 5 de enero permaneciendo cerrada el 25 de diciembre y el 1 y 6 de enero.