Hay que ver qué pesados con el tema de la lectura. De verdad que no entiendo por qué se empeñan tanto en fomentar un supuesto “hábito”, si es que alguna vez lo fue, que es cosa del pasado. No tenemos tiempo para sandeces. El mundo cambia a velocidad de vértigo y pretenden que nos paremos debajo de un árbol… ¿a leer?
Es reaccionario pretender que la población tome entre sus manos un instrumento arcaico con el que no es posible interactuar y todo el trabajo de descodificación y aprendizaje tiene que hacerlo el propio lector. Como si quisieran también fomentar el uso de instrumentos de navegación antiguos, el sextante por ejemplo, para que dicte la ruta de cualquier puente aéreo ordinario entre capitales. Absurdo. Los libros son artilugios del pasado cuyo lugar está tras la vitrina de cristal de un museo.
«Es reaccionario pretender que la población tome entre sus manos un instrumento arcaico con el que no es posible interactuar»
La estrategia de marketing que se están montando es alucinante, el interés no alcanzo a vislumbrarlo. Los cargos políticos de toda nación que se precie han empezado a pasearse por las librerías, con sus familias enteras, para ser vistos adquiriendo supuesta lectura para todos; pretenden instaurar la visita a las librerías como rutina familiar semanal. ¡Lo tienen en agenda! Las únicas rutinas que nos podemos permitir los demás son el trabajo, el supermercado, el deporte ocasional y las series nocturnas. “Por un país de ciudadanos libres”, reza uno de los eslogans. “Lee más, vota mejor”. “Somos potencia editorial, seamos ahora potencia lectora”. «La lectura es un asunto de Estado”. Y estas frases se cuelan en los discursos, en los informativos, en la publicidad programática, en las plataformas de noticias.
El mundo del fútbol se ha hecho eco de la iniciativa y aquellos clubes de lectura que se llevaron a cabo dentro de clubes deportivos para limpiar la imagen de los jugadores, y que fracasaron hace años, han vuelto a resurgir. Los deportistas más cotizados no pierden ocasión de ser vistos, e incluso retratados por fans, en actitud embelesada frente a las páginas de un libro. Los medios difunden en las Noticias una lista semanal de estas lecturas y las librerías están teniendo serios problemas para coordinar el aluvión de demanda de estos títulos.
Al parecer son los deportistas los que tienen mayor capacidad para avivar esta neurosis colectiva por el fomento de la lectura. Debe haber libreros muy influyentes en las altas esferas para haber conseguido estas medidas. El #bookporn y el #readingissexy, y un puñado de etiquetas de la misma raíz que habían caído en desuso, son el pulso diario de todas las redes sociales. Y un largo etcétera de memeces en pos del pasado.
La Federación Internacional de Plataformas Audiovisuales (FIPA) ha elevado una queja por la campaña en contra del consumo de ocio audiovisual que advierte de las consecuencias nefastas que tienen sobre el individuo (“flaccidez del tejido cerebral, merma de neuronas y adicción”) afectando a las capacidades y reduciendo considerablemente el índice de esperanza de vida de la población.
Consideran excesivo que se esté estudiando incluso la obligatoriedad de dicha advertencia al inicio de cualquier reproducción doméstica. La FIPA reivindica sea reparada su imagen frente al consumidor y pide el apoyo público para ser considerada como un colaborador de la causa ya que la mayor parte de la ficción que ofrecen está inspirada en libros.
Piden concretamente la retirada del slogan “Adelántate a la serie, no dejes que otros manden en tu imaginación: lee el libro”. Además la FIPA declara que el consumo de ocio audiovisual puede ser un aliado para promover la lectura y anuncian que establecerán una normativa por la que toda producción deba contener un ratio mínimo de publicidad subliminal en torno al libro.
«Piden concretamente la retirada del slogan Adelántate a la serie, no dejes que otros manden en tu imaginación: lee el libro«
Una estupidez tras otra. La evolución en manos de unos trogloditas que arguyen que el exceso de tecnología degenera la especie, hace líquido el conocimiento adquirido y acelera el proceso de cambio climático. Queremos que el progreso tecnológico frene en seco por miedo a la velocidad.
Hágale un favor a la Historia de la Humanidad: deje de leer.
[Todo lo dicho con anterioridad es fruto evidente de una ficción distópica, perdónenme el atrevimiento ya que no es a mí a quien corresponde escribir ficción]
Hace una semana se presentaba el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE). Aunque el informe arroja unos datos por los que deberíamos estar felices (y lo estamos, infunde fe en el futuro y calla la boca del coro que presume del apocalipsis de las librerías), siempre he pensado que se puede hacer mucho más, y con mejores resultados, para promover la lectura en este país. Son urgentes medidas innovadoras para evitar el empobrecimiento cultural de la población que avanza tan rápido como cualquier modelo de teléfono móvil a la obsolescencia.
Señor Rodríguez Uribes, mueva ficha, no vaya usted a cargarse la discreta mejora de las estadísticas; si no se le ocurre nada, llámenos, somos muchos y tenemos ideas para rato.