Recordemos. Primero fue en la pasada feria Art Basel de Miami. Un tipo, el supuesto artista David Datuna, se comió el plátano que otro colega, el supuesto artista Maurizio Catellan, había expuesto en una pared con una cinta adhesiva. Esta ¿acción artística? se desató por medios y redes sociales. El caduco debate afloró de nuevo. ¿Es esto arte o una estudiadísima tomadura de pelo? Lo único que se sabe es que el plátano de Catellan se ha cotizado por las nubes. Muchísimo más que otra de sus grandes obras: un WC de oro. Lo que le ha faltado a este WC es la acción artística. O sea, que un Datuna de turno lo hubiera usado para depositar en él un espléndido mojón, en armonía fecal con la obra en sí.
«El plátano como icono está hoy en horas bajas, dentro y fuera de los museos»
El plátano como arte y parte continúa su discurso. El crítico y youtuber Antonio García Villarán ha dado su opinión sobre el plátano de Catellan: mucho ‘hamparte’ (#hamparte) y nada de arte. Por si fuera poco ahora, en el Whitney de Nueva York, el artista Darren Bader expone Frutas, Verduras. Ensalada de frutas y verduras. Al parecer, el público asistente a la muy vegana muestra puede tomarse los manjares allí expuestos. Así sea un pepino o un cebollino. Colocado en su pedestal observamos a nuestro amigo el plátano (o la amiga banana, dicho sea en lenguaje inclusivo). El público deglute el arte que se expone, lo que en parte colma el sueño no cumplido de Picasso: “Lo malo de la pintura es que no se puede comer”. En su día Yoko Ono expuso una manzana en un pedestal para expresar la fugacidad del paso del tiempo mientras que la fruta se volvía pocha. Hay que hacer una relectura bíblica de todo lo dicho hasta ahora. Primero fue la manzana de Eva y luego el plátano de Adán.
Una pena todo. El plátano tuvo su prestigio en el mundo del arte. Recordemos si no la banana que Andy Warhol pintó para la célebre portada del disco de la Velvet Underground. Hoy por hoy el plátano como icono está en horas bajas, dentro y fuera de los museos. En el Open de Australia el tenista francés Elliot Benchetrit se encaró con una pobre recogepelotas porque ésta le ofreció una banana y él le pidió que se la pelara (entiéndase que la banana). El juez de silla lo paró a tiempo. Hizo bien. Estamos convencidos de que todo era un montaje perpetrado por Catellan & Datuna. Artistas Memos Asociados.