
-No sabía que hubiera serpientes en Münchhausen -dijo Casandra.
-No las hay -aseguró Lem.
-Al menos una -replicó ella señalando hacia la puerta.
-Una que vale por dos -añadió Chess, pues al terminar de entrar el reptil en la taberna se vio que tenía una cabeza en cada extremo.
-Anfisbena, la serpiente bicéfala nacida de la sangre de Medusa… -dijo Lem para sí.
No más gruesa que una culebra, aunque muy larga, de unos cinco metros de longitud, la serpiente reptó hasta la barra y se enroscó simétricamente en uno de los taburetes, de forma que sus dos cabezas quedaran a la altura de las de Lem y Casandra.
-Bonito caduceo -dijo Chess-, pero me gustabas más como Flora.
-Me has reconocido -contestaron a coro ambas cabezas.
-Tu olor es inconfundible, y mi olfato metagatuno es agudísimo. Lo cual no siempre es una ventaja, dicho sea de paso.
-He tenido que adoptar este alargado aspecto para poder entrar en la hiperesfera -explicó el Insúcubo-. La esférula de intersección con nuestro universo apenas tiene ya unos pocos centímetros de diámetro. Y me temo que desaparecerá en breve.
-¿Y ha servido de algo tu viaje transdimensional? -preguntó Lem.
-De mucho. Vengo a tranquilizaros, ya no hay nada que temer.
-¿Has neutralizado la amenaza viajera? -exclamó Lem con asombro.
-No.
-¿Has averiguado al menos de qué se trata? -preguntó Casandra.
-No.
-Llámame paranoico, pero necesito algo más para tranquilizarme -dijo Lem.
-Pues aquí lo tienes -respondieron a coro las cabezas del Insúcubo-: ese ser que ha venido a nuestro universo desde otro lugar que no alcanzo a concebir, no representa ninguna amenaza. Es hermoso y… benévolo.
-Has hecho una sospechosa pausa antes de “benévolo” -comentó Lem.
-Porque no creo que ese ser pueda ser objeto de nuestras valoraciones éticas -explicó el Insúcubo-. ¿Es benévolo Solaris?
-Para mí lo ha sido: me hizo tal como soy y estoy encantado con el resultado -afirmó Chess con una amplia sonrisa gatuna-. Pero la bondad implica intención: solo de forma poética podemos decir que es benévola una suave brisa primaveral. Y de Solaris ni siquiera sabemos si tiene intenciones propiamente dichas.
-Yo creo que nuestro misterioso visitante sí que tiene intenciones -dijo una de las cabezas del Insúcubo mientras la otra asentía con convicción-, pero que no nos atañen ni suponen ninguna amenaza. Llegado el caso, creo que evitaría hacernos daño igual que un ecologista evita pisar una flor.
-Es halagador que te consideren tan valioso como una margarita. ¿Y como has llegado a esa reconfortante conclusión? -preguntó Lem.
-Una vez en la hiperesfera, y deslizándome por su frontera tridimensional, he podido vislumbrar una serie de lugares fascinantes, y en uno de ellos, contiguo a nuestro universo, he percibido una extensión de ese ser, como un tentáculo etéreo, y él me ha percibido a mí -explicó el Insúcubo-. Y hasta donde puedo estar seguro de algo, tengo la certeza de que no constituye ninguna amenaza. En el peor de los casos, humanos e híbridos ni siquiera os percataréis de su presencia.
-¿Y en el mejor? -preguntó Chess formando un signo de interrogación con la peluda cola.
-No ya en vuestro lenguaje, sino ni siquiera en el mío hay palabras para describir lo que podría ocurrir en el mejor de los casos.
Voto por el mejor de los casos.
Te cuidado con lo que deseas…