
-Deben de ser los efectos de tu endiablada cerveza azul, Staszek -dijo de pronto Fafo Liber-, pero juraría que acaba de entrar la Flora de Botticelli… ¡Sí, es Flora!
Todas las miradas se volvieron hacia la puerta de la taberna.
-¡Es Floral! -exclamó Trizia.
-¡Es Flora! -repitió Fafo.
-Les dos estáis en lo cierto -dijo la recién llegada. En este momento soy Flora y soy Floral.
-Mientes, parásito -replicó Chessandra-. Tu hermosa apariencia no nos engaña, Insúcubo.
-Mientes tú, ridícula diosecilla peluda, al llamarme parásito. Soy un simbionte. Y no uno cualquiera, sino el más grato y benéfico de los simbiontes.
-¿Niegas, acaso, que te alimentas de las angustias y temores de tus víctimas?
-Me alimento de las angustias y temores de mis huéspedes, que no víctimas, y al hacerlo las libero de esa carga, al menos parcialmente. Y convierto su sufrimiento en belleza, como podéis ver -añadió deslizando sensualmente las manos por su esbelto cuerpo.
-¿Dónde está Floral? -preguntó Trizia.
-En su casa, durmiendo apaciblemente -contestó el Insúcubo, mientras su imagen se desdibujaba hasta acabar convirtiéndose en una mera silueta blanca con dos puntos negros en el lugar de los ojos.
-Supongamos que te creemos -intervino Lem-. ¿Por qué has venido? ¿Qué quieres?
-Quiero ayudaros, a la vez que me ayudo al hacerlo. Estamos en peligro. Todes. Incluida la diosecilla peluda, que se cree invulnerable.
-¿A ti también te preocupan los Veladores? -preguntó Chess formando un signo de interrogación con la cola.
-Me preocupan los Veladores, sí. Y algo más -contestó el Insúcubo, que ya no era una silueta blanca, sino un rosal florido que flotaba en el aire a un palmo del suelo.
-¿Y la diosa peluda no tiene nada que decir? -preguntó Lem tras una pausa.
-Podría ser cierto -admitió Chessandra-. Hay una anomalía del espacio-tiempo que no parece accidental. Una anomalía viajera. Creía que solo nos la habíamos detectado.
-¿Qué entendéis por anomalía viajera? -preguntó Trizia.
-Ese es el problema -intervino el Insúcubo, convertido en una esfera traslúcida-, que la diosecilla no puede darte una descripción más detallada. Y yo tampoco. Es una anomalía viajera y no parece accidental, es decir, natural. Y viene de muy lejos.
-Solaris… -susurró Lem para sí; pero Chessandra lo oyó y dijo:
-No tiene nada que ver con Solaris.
-¿Cómo lo sabes?
-En vuestro idioma no existen palabras que me permitan explicaros cómo lo sé.
-¿Y qué quiere decir que viene de muy lejos? -preguntó Trizia-. ¿Viene de otra galaxia, tal vez?
-Viene de otro universo -contestó el Insúcubo-. O, cuando menos, de fuera de este universo.
-¿Y eso qué significa?
-Por una vez, la diosecilla peluda se ha expresado con propiedad: en vuestro idioma no existen palabras que permitan explicaros qué significa.
-Has dicho que quieres ayudarnos. ¿Hay palabras en nuestro idioma que te permitan explicarnos en qué consistiría tu ayuda? -preguntó Lem tras una pausa.
-He dicho que quiero ayudaros a la vez que me ayudo al hacerlo, y eso es fácil de explicar en cualquier idioma articulado. Os propongo que colaboremos sin reservas ni recelos mutuos. Aunque “propongo” es un término muy débil, en las actuales circunstancias: os informo de que es imprescindible que formemos un frente común y sin fisuras -dijo el Insúcubo mientras adoptaba de nuevo el aspecto de Flora.
Parece evidente que se nos escapan cosas, pero más que una invitación a la colaboración parece una imposición.
Es un imposición… de las circunstancias, que no dejan otra opción.
Las transformaciones del Insúcubo son muy curiosas. Ya no parece lo que describía Chessandra. A pesar de la desconfianza de Lem, espero que se anime definitivamente en esa colaboración.
Yo diría que no tiene elección. Y lo sabe.
Resulta muy extraño que no existan palabras en un idioma para explicar qué es y de dónde viene esa anomalía viajera. Quizá lo no decible ni siquiera sea pensable, al menos para las mentes humanas.
Curiosa, mas no por esto imposible definición del arte, Carlo. “Me alimento de los temores y angustias de mis huéspedes, que no víctimas”. Dejamos de lado o por el suelo erráticos pensamientos y vestidos de frente a ella, temores o angustías si nos adentramos en ellos, y desnudos observamos entre la gente que no se escandaliza por el silencio impuesto, único momento en el cual perdemos nuestra libertad para acceder all lenguaje siempre nuevo de los objetos visibles tangibles imposibles. Exclavitud momentánea.